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Intensidad y tiempos líquidos: una conversación con Flavita Banana

La humorista hizo parada por València la semana pasada y desbordó La Rossa. En esta entrevista responde por qué, en su sentido más amplio

7/10/2019 - 

VALÈNCIA. El pasado jueves, Flavita Banana desbordó la librería de La Rossa en la presentación de su libro, Archivos Cósmicos (¡Caramba!, 2019), una recopilación de sus características viñetas. Su trazo elegante puede llevar a equivocación: en realidad sus personajes son brutos, directos, imperfectos. Y en las distancias cortas, ella también es un poco así.

Ha construido poco a poco y sin artificios una legión de seguidoras que ven en sus viñetas una persona que comparte la desafección ante un mundo que pintan las buenas vibras, pero que es insatisfactorio a todas luces.

El día después de su presentación, la dibujante y humorista saca unos minutos para atender las preguntas de Culturplaza.

- ¿Qué te encontraste en La rossa y qué te sueles encontrar allá donde presentas tu libro o tu trabajo?
- Ayer fue curioso. La librería no era muy grande, pero tampoco era pequeña, y no pude entrar. Hubo gente que se quedó fuera. Eso hace mucha ilusión, sobre todo porque se está presentando un libro. Hay quien dice que el libro está muerto, pero no lo está. Normalmente, el perfil de asistencia es parecido: chicas. Es el 86% de mi público, según Instagram. Buen ambiente, en definitiva.

- Parece que no es solo cuestión de seguirte, que hay un componente de cariño, de ternura hacia ti. ¿Cómo ha conseguido Flavita Banana calar de manera tan intensa en la vida de sus seguidoras?
- Si lo supiera podría escribir un manual de instrucciones para que la gente pudiera vivir de lo suyo intensamente. Pero no es así. Dicho esto, mi plataforma son las redes sociales: Instagram, concretamente, que es como más fría y frívola. Hay muchas maneras de gestionar estas redes, y en mi caso, como llevo yo mis redes y utilizo el mismo lenguaje con el que te hablo para contestar mensajes, para escribir los pies de fotos… Hay bastantes pocas cuentas que no tengan hastags, concursos, que no sean un parque de atracciones y métete en el sistema que he montado. Yo me lo tomo como un libro, pero en vez de viñetas, son recuadros digitales. Una cosa que ha hecho que la gente se siente cercana es el tono: que es la normalidad.

Foto: ESTRELLA JOVER

- ¿En qué afecta a tu proceso creativo poner tanto de ti en las viñetas?
- Realmente, lo que me afecta personalmente no está ahí. Hay una raíz, sin duda, en las viñetas: la incredulidad sobre las relaciones amorosas, por ejemplo. Siento que no han cambiado ellas sino nosotros, que nos hemos acostumbrado a lo veloz, a lo cambiante. Yo quiero hacer una reflexión sobre ello, pero no hago un diario de a bordo. No hablo de mi día a día, pero me inspira lo mismo que a cualquier otro artista. Lo que me pasa ahora es que he pasado de fijarme en la pequeña escala a buscar un sentido más social y político, es lo que me interesa ahora.

- Los bocadillos de tus viñetas dicen aquello que pensamos pero no nos atrevemos a decir a las personas. ¿Es un signo de nuestro tiempo esto de guardar tanto las cosas que se dicen?
- Totalmente. Y el texto de mis viñetas acaba siendo violento, porque siempre es muy directo y seco. si la gente fuera así todo el tiempo, a mí me parecería ideal, porque prefiero saber las cosas antes de que se monte una parafernalia para no hacerme sentir mal. Me gustaría que si las cosas salen mal en una relación personal, profesional o amorosa, me pudieran decir “oye, te dije que sí porque me sabía mal, pero la idea de volver a quedar contigo ahora mismo me pone incómodo”. Yo le respondería que gracias, de verdad. He tenido pocas respuestas así, pero es lo mejor que me podrías decir. Normalmente no pasa así, se opta por desaparecer, por omitirse de la vida ajena.

- ¿Se está cronificando esto?
- Estamos esquivando lo intenso. Estamos yendo a lo fácil, a lo fugaz, a lo leve, en todos los ámbitos de nuestra vida. Con lo que mola una buena dosis de intensidad y algo chungo. Cuando nos sentimos mal, tratamos de resolverlo todo mucho más rápido, y nos volvemos insensibles. Así que mi idea es que mis viñetas no es servir un pensamiento, sino hacer un chiste para hacer pensar en otras posibilidades. La idea final es que pensemos más, también yo.

- Las redes sociales son uno de los objetos más recurrentes de tus viñetas…
- Sí, pero mucha gente cree que las critico, y nunca digo que esté mal -por ejemplo- estar todo el día con el móvil encima. Imposible que lo critique, porque yo lo hago. Y además, esto solo va a ir hacia más: si te molesta que la gente lleve el móvil encima, suerte con los dolores de estómago. Hace mucho tiempo que esto es así. ¿Qué hay una mesa de ocho personas en la que siete están mirando el móvil? Pues a lo mejor se están enviando memes, y yo creo que eso está bien. ¿Que antes era mejor porque nos sentábamos alrededor del fuego y nos contábamos cuentos? Pues puede ser, pero la gente también moría de, yo qué sé, tifus. (Se ríe)

Foto: ESTRELLA JOVER

- Mi pregunta en realidad partía del pensamiento de que las redes sociales parece que pueden ser tan terapéuticas como perjudiciales. ¿De qué tienen más?
- En la presentación, decía Patricia Sornosa que “la sociedad no existe”, que “hay las personas”. Y en las redes sociales hay cuentas, las que te pueden salvar el día y las que son perjudiciales. Por ejemplo, todas las que son de estilo de vida (y da igual que sea una familia que tenga ocho bebés, que una tía que coma comida sana, que un tipo que hace crossfit) viene a hacer mucho daño, porque no es verdad esta constante. Y crea frustración a quien no logra alcanzar esa vida, crea expectativas inalcanzables. Venden humo, no inspiran. Porque si la chica de Guatemala, que tiene cuenta de Instagram y tiene cuatro hijos a su cargo y lo pasa mal para llegar a fin de mes, ve esas cuentas, siempre va a tener la sensación de que su vida es una mierda. La mayoría de gente no alcanzará esos privilegios, así que mejor si dejamos de mostrar esa vida. Y menos ganar dinero con ello.

- ¿Cuáles son las cuentas que te salvan a ti el día?
- Memes y humor, lo tengo clarísimo. Las viñetas del New Yorker, por ejemplo, aunque las últimas adquisiciones no me gustan tanto, me resultan feas visualmente. Se nota el tratamiento digital y han perdido un poco el encanto. Pero bueno, hay giros estupendos. Mi dibujante favorito es Ed Steed, que trabaja para la revista. Él me puede salvar el día.

- Se habla mucho del poder de la palabra, de la influencia de la retórica y las tertulias. ¿Se infravalora el poder que tiene una imagen, una ilustración, sobre todo en generaciones más jóvenes?
- Eso es la historia de la vida. Constantemente van cambiando las generaciones, y los estudios y el enfoque de los medios de comunicación no se adaptan a lo que viene. El poder de internet, de las redes sociales, de las cuentas de dibujos, no se está tomando muy en serio. La gente joven, de 16 años o así, sí que es más consciente y se organiza mejor, y hay gente que trabaja de eso, de tener una cuenta de humor. También los youtubers, que no me interesan, pero no los menosprecio, porque es gente que está muy comprometida con sus proyectos. No entiendo lo que cuentan, pero porque yo no tengo 16 años.

Y sobre la retórica y las charlas, yo considero que este libro, Archivos Cósmicos, es como una charla TED de 10 horas: trato muchos temas, tienen punch, hay momentos clave, frases importantes… Pero es otro formato, son dibujos.

- Darío Adantí destaca en el prólogo la cotidianidad de tus viñetas, pero por lo que cuentas, ahora te interesa más la política. Cuéntame más sobre este giro en tu narrativa.
- Estoy pasando de tratar problemas domésticos  buscar cómo se trasladan estos a los problemas sociales. Ahora mismo puedes verlo a nivel político: lo que está pasando aquí es como si en el patio del colegio juntas a cinco chavales. Es una cuestión de tensiones, de a ver quién tiene el pito más grande. No escuchan y no atienden a un juego que hemos propuesto todo el país, y ellos han decidido girarse y seguir jugando a lo suyo. A mí lo que me interesa no es tanto hablar de ellos, de sus ideas o partidos, sino de cómo falla el sistema, de que si el objetivo es escuchar al pueblo, eso no está pasando.

- ¿Y qué cambios conlleva este giro en tu proceso creativo?
- Son cambios naturales. Llevo años hablando de problemas domésticos, repasando mi vida, me he pasado el juego, y ahora voy a lo siguiente: ¿qué pasa fuera de mi casa? ¿qué pasa con la sociedad? ¿qué pasa con lo que sale en la tele, con el clima…?

- ¿Te está dando una nueva motivación que tal vez habías perdido por costumbre?
- Sí, y también muchísimos más temas. Lo que pasa es que en las viñetas de temas personales, la información no tenía que buscarla porque la tenía frente a mí. Ahora, con temas políticos o sociales, me tengo que informar mucho y contactar -desgraciadamente- con la actualidad.

- Todo el rato estamos hablando de los tiempos líquidos que estamos viviendo, ¿te sientes hija de ellos, o luchadora contra estos?
- Ambos. Soy hija de internet, totalmente, pero tengo alma de vieja. He usado internet como trampolín para poder publicar en papel, mi objetivo final era sacar un libro y publicar en periódicos. Supongo que a poca gente joven le motiva publicar algo en papel, pero yo pienso que es un público nuevo, que tal vez si entro yo en ese periódico, este pueda leerse más.... Lo importante, al final, es ser adaptables y maleables. Si mañana aparece un nuevo sistema, que no sea ni el papel ni las redes, me sumaré sin problema. Me gusta la gente que se adapta, la gente mayor que entra en internet, o la gente joven que hace podcasts, que no deja de ser la radio.

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