VALÈNCIA. Jaime no tendría que haber estado allí. Pero se dio cuenta in situ, en plena carretera, cuando un imparable torrente de agua bloqueó el tráfico y empezó a inundar su vehículo. Entonces, a las 20.12 concretamente, le llegó al móvil una alerta de Emergencias para advertirle de que debía "evitar cualquier tipo de desplazamiento en la provincia de Valencia". A buenas horas. Para entonces, la riada por las lluvias torrenciales del interior de la provincia ya había anegado en cuestión de minutos la V-31, la principal vía de acceso de València desde el sur, convertida en una ratonera .
La venida de agua le pilló "justo cuando mandaron el mensaje desde Emergencias", explica Jaime -Macario, para sus amigos-, quien cree que "la advertencia llegó tarde". "El mensaje debería haber llegado mucho antes, yo me hubiera quedado en el trabajo y listo", asegura. Aunque llovía, sin embargo, no esperaba tal inundación: "Iba a recoger a mi hermana, que se había quedado incomunicada en Montserrat, pero al no poder acceder e intentar volver a València, me quedé atrapado", relata. Y junto a él, decenas y decenas de conductores.
"En cosa de cinco minutos, los coches pararon y el agua empezó a subir", detalla Jaime a este diario sobre el momento en que sintió que no podía salir del vehículo. "Me quedé dentro del coche porque había una corriente muy fuerte, empezó a inundarse el coche y, al ver que subía el nivel del agua, fui previsor y abrí la ventanilla", por si tenía que acabar saliendo en una situación extrema.
Así, en esa posición, quedó paralizado. "En el coche estuve cinco horas, y lo tuve encendido las cinco horas aunque es un coche eléctrico", asegura. Por suerte, dice, por suerte, "me quedé justo detrás de un autobús y el coche se quedó empotrado contra el autobús". Gracias a eso, a su envergadura, la corriente no se le llevó. "Y dije: 'Mientras esté aquí, estoy a salvo", recuerda.
Nada se movió durante aquellas largas cinco horas, con sus más de 300 minutos mientras el agua seguía abriéndose paso entre los vehículos. No presenció graves desgracias ni lesiones físicas de ninguno de los conductores próximos, si bien, relata, a una chica "le dio un ataque de pánico porque le faltaba la insulina". No fue hasta casi las 4 de la madrugada cuando los primeras fuerzas de seguridad accedieron a la zona.
"Llegó primero un agente de policía y nos dijo que nos esperáramos a que se retirara el agua", asegura Jaime. Solo entonces, empezaron a salir los conductores y sus acompañantes. "No podía salir por la puerta porque estaba obstaculizada y tuve que salir por la ventana cogiéndome del techo". Hasta que pudo salir, no vio la magnitud de lo ocurrido con suficiente perspectiva.
El panorama era desolador. "Los vehículos estaban obstaculizados, todo estaba lleno de trastos: había palés, armarios, ramas", recuerda Jaime, quien incluso guarda en su memoria cómo una cama se había empotrado en los bajos de su coche: "Tuvimos que elevar el vehículo con un gato para retirarla", cuenta menos de un día después de lo sucedido.
Tras ayudar a retirar los obstáculos, los conductores pudieron empezar a abandonar la carretera, que había habitado durante más de cinco horas. Entonces fue cuando tuvo de ejercer de 'taxi' para acompañar a otros afectados hasta casa: "El autobús que tenía detrás subió a mucha gente hacia València, y yo llevé a otras tres personas", recuerda, y agradece su (a la vista, certera) decisión de haber tenido el vehículo encendido. "Tuve mi coche eléctrico cinco horas encendido", cuenta no sin sorpresa: "Por eso pude usarlo después". "Ahora, con el coche inundado, no creo que arranque", lamenta.
Ahora son todo recuerdos de una experiencia que le quedará grabada, pero piensa: si la alerta hubiera llegado antes...