Los focos de las elecciones europeas se las ha llevado Se acabó la fiesta. Sin dejar de lado el fracasillo de Sumar y la posterior dimisión de Yolanda Díaz como cabeza visible del proyecto político que hace poco más de un año logró reunir a toda la izquierda del PSOE y contribuir, junto a independendistas, a que Pedro Sánchez salvara el Gobierno. Las conclusiones que se han sacado son muchas. Cada uno tendrá la suya, pero lo que queda claro, más allá de lo que pase en un futuro con la plataforma de Alvise Pérez, lo que está claro es que cada elección es una historia y tiene su contexto. Sólo hay que detenerse en lo que pasó entre abril y mayo de 2019, con elecciones generales y autonómicas, por un lado, y municipales, por otro, con noviembre de ese mismo año, con la repetición electoral. En menos de siete meses, el PP pasó de la UVI a la resurrección y Ciudadanos, de la gloria, a la extrema unción.
Sacar conclusiones salomónicas es un error. Los electorados no paran de moverse, y lo que vemos, mientras las elecciones sean como las europeas, son tendencias. Y la tendencia es que el bloque -ya que desde hace años esto se disputa por bloques a falta de mayorías absolutas claras- es que la derecha y la ultraderecha tienen una holgada ventaja, de más de 10 puntos, respecto a la suma entre el PSOE y sus formaciones a la izquierda. Ha pasado en las europeas, y no lo olvidemos, pasó en Cataluña, donde la derecha experimentó un crecimiento importante aunque un hipotético tripartito de izquierdas pueda gobernar.
Hecho este análisis, y viendo que Pedro Sánchez salió vivo de las europeas y de un hipotético varapalo por la amnistía, está claro que el gran problema lo tiene el propio PSOE y Sánchez a su izquierda. Con los resultados de Sumar, y los de ERC, el actual presidente del Gobierno no podría reeditar una mayoría parlamentaria suficiente. Y eso trasladado a las autonomías, los socialistas no podrían reconquistar ningún gobierno que perdiera el 28M, pese a las polémicas que PP y Vox han protagonizado en varios territorios, como en la Comunitat Valenciana, o en las Islas Baleares, donde no hay semana que alguno de los pupilos de Santiago Abascal monte un pollo, y de los buenos.
Así que, ahora, a la izquierda del PSOE no le queda otra que buscar otra fórmula imaginativa que le permita recuperar crédito y estrechar los márgenes de los bloques. Y no solo es suficiente con ello: como esto va de bandos (por desgracia), además de su hipotético crecimiento, necesita que el desgaste de gobernar le pase factura al contrario, algo que las europeas no han evidenciado. Es decir, que la política es un péndulo: los errores y los escándalos de unos alimentan los éxitos de otros y viceversa. A veces se tienen proyectos sólidos, pero el desgaste del contrario es lo que hace que un movimiento político (o partido) consiga sus objetivos con más celeridad. Después ya entran en escena otras variantes: estructura, implantación, liderazgos, etc. A más solidez de estos, más corta está la meta. Pero a veces hay errores propios, o ajenos, crisis inesperadas, decisiones del exterior que lo pueden cambiar todo.
Parece claro que para que haya partido en la próxima contienda electoral, la primera premisa que debe asumir la izquierda del PSOE es que debe concurrir unida; lo de contrario, los objetivos serán más difíciles. También para el bloque de la derecha es un toque de atención la irrupción de la plataforma de Alvise, pero insisto en que cada elección es distinta y tiene un contexto. Y el electorado, tanto de unos como de otros, visto lo ocurrido en el último decenio, ya tiene una experiencia, de ahí que el bipartidismo haya crecido últimamente.
Lo que queda claro es que Sumar ya no será lo mismo. Si lo es, será con otro liderazgo, o con otro nombre y otro reparto de roles. Lo del 23J no se volverá a repetir con los mismos actores. Yolanda Díaz podrá ser una buena ministra (para la izquierda), pero lo de organizar proyectos políticos no es lo suyo. O sí, pero con el riesgo de que no estén todos y que eso dificulte repetir el objetivo. Para que tenga la misma funcionalidad, deben estar todos, y enchufados. Insisto, también depende de quién esté enfrente, con qué motivaciones...y Alvise -si es que llega-, en este caso, podría convertirse ser una de ellas. Esa lección Sánchez la maneja muy bien.
¿Y qué pasará en la Comunitat Valenciana? No será muy diferente de lo que ocurra en la escena estatal, con una excepción: aquí la formación dominante a la izquierda del PSOE es Compromís y, por ello, todo dependerá de sus perspectivas y liderazgos para engendrar un posible Sumar (o como se llame) valenciano. Por ejemplo, depende de si Mónica Oltra decide darse una tercera oportunidad y en qué condiciones; depende de la situación del momento, y del desgaste del actual Gobierno de PP y Vox, y depende de que en ese futuro todos los agentes, los propios valencianistas, EU y Podemos, estén unidos y en consonancia, y con una fórmula diferente a la de Sumar, claro está. De lo contrario, no lo habrá.
Pero insisto en que el factor clave será la salud con la que llegue el actual Gobierno de PP y Vox. A mayor desgaste, mayor motivación en el bando de enfrente, más los elementos externos e inesperados que puedan surgir en los momentos finales, como ocurrió el pasado 28 de 2023. Esa campaña empezó de una manera y acabó de otra totalmente diferente, así como la del 23J y el debate a dos. Y más allá de estructura, implantación y liderazgos, los proyectos son como el mercado: surgen por demanda y en su contexto. ¿O es que Podemos que no surgió así? ¿Y ciudadanos? ¿O el de Vox? ¿O el efecto Mónica Oltra en la Comunitat Valenciana? Y si algo no gusta, pues el electorado se queda en casa. Así que eso lo marcará todo (más allá del desgaste del contrincante y las corrientes electorales del momento). Proyecto siempre hay, la cuestión es que motive y te lo compren.