VALÈNCIA. Javier Gurruchaga (San Sebastián, 1958) es de sobra conocido. Músico, cantante, actor, y fundador de la Orquesta Mondragón, también protagonizó el programa Viaje con nosotros (referente de la Movida madrileña) y ha encarnado a diversos personajes en cine, teatro y televisión. Un tipo irreverente, sin pelos en la lengua, histriónico y con fama (por qué no decirlo) de polémico. El pasado 15 de febrero, la gira de su nuevo disco Noticia Bomba le llevó a él y a la Orquesta Mondragón a recalar en la Sala 16 Toneladas de València, y aprovechamos la ocasión para hablar con él.
Le preguntamos, entre otros temas, sobre feminismo. El propio Gurruchaga ha declarado en más de una ocasión que en los tiempos que corren se autocensura en algunas de sus canciones, y quisimos saber cómo se enfrenta a temas como el planteado en un momento como el actual. “Las cosas que no son justas hay que reivindicarlas. Estoy a favor de que haya igualdad entre hombres y mujeres. Hay que denunciar todas las violencias y convivir y respetar al ser humano”, nos dijo. Es una pena, sin embargo, que sus palabras no siempre se respalden con sus actitudes (servidora ha tenido que escuchar comentarios referentes a su edad sin venir a cuento en esta misma entrevista, entre otros micromachismos más que presentes en nuestra sociedad).
Además de eso, hablamos sobre la mentira y la verdad, la industria musical, el festival de Eurovisión, y la apropiación cultural. Todo, con el peculiar estilo contundente, descarado y crítico del artista, que algunos admiran, y otros detestan. Juzguen ustedes mismos.
-Noticia bomba es el título de una novela de Evelyn Waugh que satiriza el periodismo sensacionalista, y también el nombre de tu último CD. ¿Qué tienen en común productos para compartir nombre?
-Hemos querido hacer un guiño a las noticias falsas y sensacionalistas, igual que hace un par de años hicimos con la canción Que viene Trump. Hago un largo repaso a historias que son de verdad y otras que no lo son. Queremos llamar la atención sobre el momento en que vivimos: todo es una mentira y a veces nos pasamos horas viviendo una fantasía.
-¿Hay alguna manera de vacunarse contra estos temas?
-No hay soluciones inmediatas. Quién iba a pensar hace unos años que el imbécil que está gobernando en Estados Unidos iba a destituir a sus ministros e insultar a todo el mundo a través de Twitter. Era impensable. Ahora las músicas se escuchan de cualquier manera, se reinterpretan: se malinterpretan. Hay gente que va con un móvil por un paso de cebra, le atropellan y muere. Vivimos en tiempos difíciles, raros, contradictorios.
-Ya no hace falta irse tan lejos para ver ciertas situaciones que antes pensábamos que no llegarían aquí. De hecho, en España (como en otros países europeos antes que nosotros) ya contamos con representación parlamentaria de la ultra derecha…
-Ha atravesado toda Europa. Lo que me parece más peligroso es cuando se miente en cosas que afectan al día a día de la gente: el comer, la sanidad. Desgraciadamente hemos visto la situación de Estados Unidos; después Brasil… En Europa, en general, están surgiendo grupos “populistas”. Creo que estamos viviendo un momento de retroceso, y también tiene que ver con los nuevos medios de comunicación y las redes sociales o; mejor dicho, por el mal uso que se hace de ellos.
Yo las redes, de hecho, no las uso mucho. Me parece bien estar cercano a la gente, pero una cosa es eso, y otra enfermar. El día tiene 24 horas y se tiene que poder vivir, componer… Si tengo que opinar algo públicamente (tampoco hablar por hablar), eso sí, lo firmo. Hay que dar la cara.
-Comentaste una vez que cada vez cantas menos Ellos las prefieren gordas, ¿estamos en la era de lo políticamente correcto?
-Ahora hay que mirar mucho qué canciones cantas para no herir. Pasa con las películas, el teatro, el cine, las obras artísticas… Suscribo lo que dije: nos hacemos una gran autocensura. La comunicación tergiversa y prejuicia en exceso muchas cosas. En el arte se critica más frívolamente todo.
Las gordas son gordas; y los gordos, gordos. Yo estoy gordito y no hay ningún problema. La gente es demasiado purista. Se llega a aspectos cuasi inquisitoriales en lo artístico. Además, hay muchas gamas: de poder denunciar algunas cosas a insultar hay un trecho. Yo nunca he faltado al respeto.
-¿Cómo ha cambiado la música desde que empezaste hasta ahora? ¿Es cierto aquello de que todo era mejor antes (por ejemplo, en los ochenta)?
-Se sigue escuchando la música de siempre. Siempre hay música que perdura, se homenajea, vuelva a estar de actualidad. Hay gente joven, nueva, inexperta, mala; como la ha habido siempre. Ahora mismo se hace mucha música, y alguna es mala, como también pasaba en los ochenta.
Hay una especie de idealización de los ochenta. Es cierto que en algunas cosas te pones más nostálgico: sin duda había más libertad en todos los aspectos. Ahora, insisto, estamos en una época trumpiana (o trumpista), de caza de brujas, de mentiras. Nos comunicamos más rápido, pero estamos más solos. Nos autocensuramos y nos faltamos al respeto. No es tiempo para tirar cohetes.
-En una época donde se produce y consume música de una manera muy diferente a la de antes, ¿hacia dónde crees que se dirige la industria?
-Los conciertos en directo es lo que te permite vivir. Si haces un buen directo (como nosotros) no hay problema. Llevamos cuarenta años trabajando, y muy pocas veces lo he hecho en playback (salvo alguna en la tele). Abogamos por el directo, la voz en su sitio y las curiosidades que surgen de que algo esté vivo, fresco. Si los grupos lo hacen, bien; y, si eres un bluf, o vives de la mentira… no te llamarán.
-¿Todos los artistas son producto de un mercado (en este caso, musical)?
-O tienes arte y gracia… o no duras mucho. Se desmorona: van dejado de llamarte. Si eres una estafa, se ve. Nosotros llevamos cuarenta años y pico porque no hemos dado gato por liebre. Hay cosas que duran dos telediarios. Por mucho marketing que haya, si es prefabricado, tarde o temprano se acaba. Y pasa con todos.
-Este año Eurovisión se celebra en Israel con la respectiva polémica al respecto. ¿Cómo ves tú el festival?
-Eurovisión no ha sido un festival. Se le da demasiada importancia. No tengo una opinión como tal: no lo desprecio porque tampoco me interesa. Soy más rockero, de otra época. Aun así, yo desligaría política y arte. Creo que hace bien no mezclar las cosas.
-La asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad ha asegurado que la versión de Rosalía de Los Chunguitos en la gala de los Goya ha sido un insulto porque la ha despojado de su carácter original, la ha “desgitanizado”. ¿Realmente hay límites tan férreos cuando hablamos de música?
-Hay falsos purismos. Esa canción, que yo recuerdo cuando se hizo, no estaba tan bien vista entonces. Ahora dicen que la ha destrozado. Siempre tiene que haber tocapelotas. En su día, Los Chunguitos fueron considerados de una manera, también con cierto desdén por parte de los puristas.
Que no vengan con tonterías. Fue una canción popular, simpática; y Rosalía le ha aportado ahora otro ritmo. Faltaría más que no se pudieran hacer arreglos, interpretar y tocar. Y todos son válidos; te puede gustar más unos que otros, pero ya está. Se ponen muy exquisitos.