Hoy es 9 de octubre
Hoy a los niños se les trata como consumidores y, no hace tanto tiempo, como carentes de inteligencia. Pero no deberían ser una cosa ni son la otra. Jim Henson fue capaz de conectar con ellos desde la inocencia y su inteligencia natural. Un documental repasa su trayectoria para mostrar el lado humano del creador. Estuvo muy influenciado por su padre, que era científico y le crió en la naturaleza, y un hijo con problemas de aprendizaje
VALÈNCIA. He pasado muchas horas de mi vida en salas de cine y tengo recuerdos de toda clase, pero posiblemente el momento más elevado se produjo al principio, cuando todavía me tenía que llevar mi madre. Fuimos a ver una sesión doble con Supergirl y otra película. Recuerdo que llegamos tarde y que lo que iba a ver no logró engancharme mucho, siendo yo como era un fanático de la saga de Superman, cuya cuarta entrega la vi también en el mismo cine y, de nuevo, no me gustó. Estaba hecho todo un Boyerito.
El caso es que tras Supergirl empezó la otra película de la que no me había molestado ni en mirar demasiado las fotografías que se ponían en un panel en la fachada del cine como anticipo. No esperaba nada, pero aquello me dejó de una pieza. Era fascinante. Era lo más hermoso que había visto en toda mi vida. No lo olvidé jamás. Era Cristal Oscuro. En las constantes charlas de tacuerdas de los 90, antes de Internet, siempre insistía con esta película y tenía sinceras alianzas con la gente que compartía ese recuerdo maravilloso. Cuando la pillé un día en TV años más tarde y la pude grabar, comprobé que mi memoria no me fallaba. Era de una belleza inusitada. Tanto es así que no me atreví a ver la serie de 2019 y eso que tiene unas críticas absolutamente entregadas.
El artífice fue Jim Henson, del que acaba de estrenarse un documental en Disney +, Idea Man. El reclamo son casi dos horas de duración para penetrar en la mente de un creador que se resistió a las normas del mercado, al menos a la más obvia: lo que funciona, explótalo. Su creación más conocida fueron los Teleñecos, Muppets, que aquí vimos en bloques repetidos hasta la saciedad en una edición española de Barrio Sésamo, pero también eran suyos Los Fraguel, que hilaban mucho más fino, y arrojaban un mensaje vitalista que, ahora bien mirado, no estaba exento de cierto rechazo a la clase trabajadora desde un prisma hippy.
El documental, sin embargo, no profundiza lo suficiente como para constituirse en una obra reveladora sobre la mente de la que salió tanta iconografía del siglo XX. Es un repaso a sus logros vitales, con toques de su vida personal, algo de su evolución como persona, pero sobre todo una enumeración hito tras hito de toda su obra. Es decir, es un documental anodino, una retahíla de comentarios y entrevistas que rascan, pero no llegan a penetrar la chapa.
En un destilado de todo el documental, nos podemos quedar con la relación que tuvo con su mujer, aunque se acabara divorciando de ella absorbido por el negocio. Les unió su gusto por el humor y, concretamente, el absurdo. Luego llegaron los títeres. Consideraban la risa como una sanación, la salvación, y eso fue lo que impulsó toda su obra. Y ahí se queda, no llega mucho más lejos. También se habla de una conexión íntima y profunda de Jim con Kermit the Frog, la Rana Gustavo, lo cual sería muy interesante y no es infrecuente en el gremio del ventrílocuo, pero tampoco se lleva más allá. Como mucho, se comenta que su motivación para hacer programas educativos venía de un hijo que tuvo que tardó en hablar y tenía problemas de aprendizaje.
Se nos muestra que Henson le tenía pánico al encasillamiento, no quería convertirse en una mera pieza del sistema del entretenimiento, y eso le llevó a cambiar siempre y no parar de evolucionar y asumir nuevos proyectos, generalmente, de cine experimental, como Cube, cuya relectura de Vincenzo Natali en 1997 fue un gran éxito, o programas como Youth 68, que aspiraban a explicar lo que sucedía en ese convulso periodo de una forma diferente.
No lo cuentan así, pero aquí lo que vemos es al Henson más convencional. Como tantos otros de su generación, tuvo conciencia de joven en los 60, fue autorreferencial, y luego cuando alcanzó el éxito, se vistió con un estilo californiano de cowboy chic, se hizo adicto al trabajo, se compró un descapotable, se divorció y se dedicó a saltar de flor en flor. Mientras tanto, en este ascenso de éxito, su mujer tuvo que abandonar su participación en la empresa que habían creado juntos para dedicarse al a crianza de los niños. Eso la hizo infeliz y Henson no colaboró precisamente en mantenerla cerca de las decisiones que tomaba al mando de la empresa. Solo pudo ser una especie de cazatalentos para ir alimentando el negocio. Hay muchos clichés y arquetipos en esta peripecia.
Se deja entrever que también tuvo cierto interés por la explosión new age de esa época y que si falleció prematuramente fue porque le costaba ir al médico. Se lo llevó una neumonía de la que subestimó los síntomas. Esa indolencia parece que pudo estar marcada por el fallecimiento de su hermano, del que había sido inseparable durante su niñez, que le afectó tanto que le hizo tener un acercamiento estoico al concepto de la muerte.
Posiblemente, en esos años iniciales habríamos encontrado muchas más claves. Creció en el bosque, en una cabaña, su padre era un científico que trabajaba para el Departamento de Agricultura de Estados Unidos investigando suelos y plantas. Tuvo una niñez plenamente libre, en la naturaleza, en la que, por influencia paterna, aprendió a observar, entender y disfrutar sin destruir. Todo ello acompañado de un único amigo: su hermano.
Curiosamente, en ese entorno tan idílico, lo que más le fascinó en su vida fue la televisión. En cuanto vio una, se quedó prendado del arte que tenía que haber detrás y se marcó como objetivo participar en ella. Su determinación fue impresionante. Y su categoría humana le llevó a poner algo de humor y emociones positivas en una época deprimente como pocas, los años 70, aunque ahora se perciban como lo contrario. Pero sobre todo, fue alguien que supo conectar con los niños, ajenos a la actualidad mundial, con la misma inocencia e inteligencia que tienen ellos. Es decir, sin tratarlos como idiotas o, en el caso más actual, como consumidores.