ALICANTE. La primera vez que vi a Joaquín Rocamora, por entonces presidente de la patronal alicantina Coepa, era una tarde de otoño de 2003. Yo tenía 21 años y había empezado como becario en Abc una semana antes. Esa era mi primera rueda de prensa, en la histórica sede de Ruperto Chapí, hoy en manos de un inversor ruso y alquilada a la Cámara. No recuerdo el motivo, pero sí que estaba el entonces presidente de la Ceoe, José María Cuevas. Supongo que por ser la primera rueda de prensa que cubría, o por lo imponente de la situación (allí todos peinaban canas y llevaban lazo windsor, mientras yo me había quitado la camiseta de AC/DC y los vaqueros rasgados cinco minutos antes), la figura de Rocamora se me quedó grabada.
Desde entonces y hasta este miércoles, veinte años después, cuando Ineca difundía la triste noticia de su fallecimiento, el promotor de Daya Nueva que iba para maestro fue siempre para mi "el de Coepa", aunque Coepa tuviese cinco presidentes más después y ya no existiera. Y aunque, en realidad, quizá haya sido mucho más significativo su papel en la fundación del Instituto de Estudios Económicos de Alicante, hoy toda una referencia como think tank empresarial, y nuestra última esperanza de que los Gobiernos centrales dejen de tratar a la provincia como si fuésemos el Sáhara descolonizado.
Rocamora hablaba siempre con voz pausada, con un timbre suave, sin levantar el tono, ni literal ni figuradamente. En las entrevistas, en las ruedas de prensa y en las reuniones de negocios. Pero también cuando sacaba la bandera de la provincia para defender los intereses alicantinos en cualquier foro. Quizá porque no solo iba para maestro, sino que ejerció el magisterio quince años, y seguía dirigiéndose a alumnos revoltosos. La última vez que hablamos, en un acto de Ineca antes de la pandemia, le brillaban los ojos al explicarme su último gran proyecto, la Finca Daroca, pensada para enseñar a los niños la importancia del medio ambiente y la agricultura.
Pero antes, durante cuarenta años, el papel de Rocamora fue crucial no solo para dibujar el modelo residencial que hoy define la zona de playas de la capital, sino para unir al empresariado alicantino, siempre dado a las suspicacias y al recelo entre sí. Rocamora, tras Montes Tallón, también desaparecido, fue el último gran presidente de Coepa, con perdón de Paco Gómez, que tuvo que tragarse el sapo de bajar la persiana cuando ya no había nada que hacer y los culpables (y no hablo de la patronal) habían volado. El maestro de Daya Nueva, que se hizo empresario en 1972 en Monforte del Cid, a cuenta de la distribución del agua, presidió Provia, Coepa e Ineca, cuya creación fue un empeño personal junto a un pequeño grupo de empresarios (hoy son 300 socios) a los que convenció.
El promotor alicantino, urbanizador del PAU-5 de Alicante, fue responsable de la urbanización Bonalba, entre Mutxamel y Bussot, y también de numerosos residenciales en la zona de la playa de San Juan de la capital. Y pese a todo, supo irse cuando tocaba. Desde hace unos años, había cedido la dirección de sus empresas a sus hijas, que han seguido su ejemplo tanto en el mundo de los negocios como en el del asociacionismo. Desde la pandemia, se había apartado también de los actos institucionales a los que antes acudía con asiduidad.
Joaquín Rocamora Ferri nació hace 83 años en Daya Nueva. Estaba casado y tenía tres hijos, Mª José, Rosa y Joaquín. Cursó estudios de Magisterio y ejerció como maestro durante más de 15 años en diferentes colegios de la provincia de Alicante, antes de dar el salto al mundo empresarial en los años setenta. Este miércoles, quienes lo conocieron y trabajaron con él, se tomaban la triste noticia como el subrayado al final de una etapa que comenzaba con el fallecimiento de Manuel Peláez padre en 2014. Solo resta esperar que, si Rocamora fue el profesor, sus alumnos tomasen buena nota de la lección.