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Jorge Martí (La Habitación Roja) y el secreto de la inmortalidad

14/07/2018 - 

VALÈNCIA. “Pienso estar allí, en el primer concierto que dé La Habitación Roja en cuanto Jorge se recupere”. Así terminé, hace ahora casi dos meses, el artículo en el que mostraba mi preocupación y cariño por el estado de salud de Jorge Martí, cantante de La Habitación Roja.  El tromboembolismo pulmonar que le diagnosticaron por sorpresa hizo que la banda tuviera que cancelar, por primera vez en veintitrés años de carrera, algunos conciertos.

Y realmente ni fue el primero (ya habían dado tres o cuatro bolos fuera de València), pero sí quizá el más especial por aquello de jugar en casa. Así que me enrolé con ellos, me metí hasta la cocina, en los momentos previos y el durante de su actuación en el Festival de Les Arts el pasado 8 de junio. 

Estuve allí

Lo cierto es que se respiraba cierta tensión en el ambiente previo. La zona de backstage estaba más tranquila de lo normal. Para nada como la pintan en las pelis. No es que La Habitación Roja sea un grupo que se vuelva muy loco en camerinos, pero se olía la preocupación a pocos minutos de que diera comienzo la actuación. También influía la incursión en el equipo de Endika Martín (teclados, guitarras y coros) como quinto elemento. Pau Roca y Mark Greenwood, siempre cariñosos, manteniendo la tranquilidad pero sin poder evitar cierta seriedad en el rostro. José Marco (batería de la formación) bromeaba y hablaba por los codos, como de costumbre, para romper los incómodos silencios que de vez en cuando se producían. José, el mejor amigo de Jorge (se conocen desde los cinco años), tiene ese don, respira positividad por todos los poros de la piel.

  

Justo en el instante que les dan la señal para salir a escena, Jorge se mete dentro del baño. Sospecho que no echó gota, que se encerró allí durante unos segundos para mirarse al espejo, mojarse la cara y respirar hondo. Después de más de veinte años de carrera y cientos de conciertos y míralo, temblando como un flan. Sin duda, este contratiempo de salud ha marcado un antes y un después en su vida, y, ya de paso, en la trayectoria del grupo. La enfermedad, de nuevo, como prueba de lo vulnerables que somos. Y si bien Martí era consciente de ello (además de músico es enfermero), nada como vivirlo en tus carnes para reordenar las prioridades vitales. Y la de nuestro protagonista era volver a los escenarios.

Con total permiso por parte de su médico, Jorge ha vuelto a la carretera. Arropado por esa banda que es casi una familia (no se movieron del hospital durante “el susto”), el grupo ha recuperado la imparable inercia de una gira que no cesa. Vía Whatssap, Jorge me enseña excitado las decenas de fechas que tienen cerradas este verano. Una locura de ritmo que hace incidencia en lo importante que es estar fuerte, cuidarse, para un grupo profesional. La próxima, por cierto, este domingo (gratis) en las fiestas de su pueblo, La Eliana. Será muy especial.

Segundos antes de salir a escena, Jorge congrega a los otros cuatro componentes del grupo en círculo y juntan las cabezas cual mosqueteros. Uno para todos, todos para Jorge. Y es en esos momentos de infarto cuando a Jorge se le escapa: “va, vamos para afuera y nos quitamos esto de encima”. Eran las 20:15 de la tarde, el sol empezaba a pirarse y a tiznar el horizonte de tonos rojizos y el público se entregaba a la fuerza y al saber hacer en directo del conjunto valenciano. 

 

Al día siguiente, todavía con algo de resaca, recibo un mensaje de Jorge: “Ahora que ya he visto imágenes, me he emocionao”, me ha confesado. Tardó 24 horas en reaccionar, pero yo lo vi desde arriba y fue realmente emocionante, precioso. No paraba de enviarme pequeños vídeos fragmentados de la actuación de ayer. Pero vamos, a mi no me tiene que contar nada, estuve allí.

Inmortales

“Estoy guay. Me encuentro bastante bien”. Me dice cuando le pregunto que qué tal se encuentra tras esta primera tanda de conciertos. “Tío, el otro día, tocando ni me acordé de mis movidas”. Allí arriba, sobre las tablas, es inmortal cualquier mal rollo se olvida. Porque Jorge el resto del día Jorge le da muchas vueltas a la cabeza; piensa en qué pasaría si un día no pudiera subirse a un escenario, en quién cuidaría de su mujer y sus hijas si le pasara algo. Hace unas semanas aun me contaba que había tenido “sensaciones raras, como de entumecimiento en la parte posterior de las piernas a la altura de las rodillas” y, claro, estaba “un poco rayado”. Normal.

Ingrid, Frida y Érika están ahora en Denia. Así que Jorge está exultante. Mediterráneo, paellas, su familia y salir de gira. Todo lo que necesita para ser feliz y dejar de comerse la cabeza con lo que le ha sucedido. Tener que medicarse es ahora lo de menos y, a la vista de lo sucedido en Les Arts está, no se ha resentido (más bien lo contrario pues e fatiga menos) a la hora de actuar. 

 

Para finalizar una imagen que dice más que cualquier puñado de palabras: La Habitación Roja enfila el último tramo del concierto, tras más de media hora probando con los temas nuevos (funcionan, hay buena materia prima, pero todavía necesitan rodaje), llegan los hits. Jorge ya está fuera de sí, en ese estado en el que los artistas flotan y lo demás, el mundo, no importa. Traspasa la línea de seguridad marcada con cinta aislante fluorescente en el suelo y se entrega a todo en mitad del público. Al volver (poca gente o nadie lo vio) se tropieza con Álvarez, el pipa, y cae al suelo. No importa, de repente es como de goma, rebota. La música le hace inmortal y a nosotros con él.

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