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'Señora de rojo sobre fondo gris' en el teatro olympia

José Sacristán honra la palabra de Delibes en su adiós de los escenarios

22/01/2020 - 

VALÈNCIA. José Sacristán es un tesoro de las artes españolas. Se rodeó de algunos de los creadores más brillantes del tardeofranquismo y la Transición: Berlanga, Garcia, Miró, Fernan Gómez, Camus, Buñuel, Landa o Delibes son algunos de los apellidos que orbitan en su carrera y en su círculo más cercano. Y a pesar de que el panorama cultural haya cambiado, él sigue ahí, en televisión, en el cine, sobre los escenarios, demostrando en cada entrevista y en cada rueda de prensa que ser mayor no implica la neofobia. Este tesoro de las artes españolas anunció ayer, en la rueda de prensa de presentación de Señora de rojo sobre fondo gris, que es será -casi con toda seguridad- la última que la mantendrá en el mundo del teatro. "Tengo fechas cerradas hasta más allá del 2021; más tarde, será complicado que encuentre algún texto con el que me sienta más cómodo que este", concretaba. De paso, no ha aclarado su futuro en el cine y la televisión: "Cada vez me cuestan más los rodajes". Con 82 años, Sacristán cree que la vida le "trata bien", pero que ha de ser consciente de su edad.

Su despedida de los escenarios (a partir de este miércoles y hasta el 2 de febrero en el Teatro Olympia) será la puerta grande, con una obra que en realidad ha sido un empeño personal: "Cuando leí la novela de Miguel Delibes automáticamente me enamoré de ella. Yo estaba interpretando Las guerras de nuestros antepasados y le dije que la Señora de rojo... tenía que ser adaptada. Él me dijo que no insistiera porque no quería ponerle cara al personaje de Nicolás", ha contado a los medios presentes, "pero poco antes de su muerte, pude hacer una lectura dramatizada de un par de pasajes, y junto con José Samano, volvimos a insitir. Con Delibes ya fallecido, fue la familia la que accedió a que hiciéramos esta adaptación", que es además la única que se hecho de esta obra.

Señora de rojo sobre fondo gris supone un hito del teatro reciente, que ha conmocionado a la crítica y al público de allá por donde ha pasado por ahora. Y no únicamente por la prodigiosa pluma de Delibes ("No hemos cambiado ni una sola palabra, porque sino cambiaba el párrafo entero", ha confesado Sacristán, que también ha valorado "el lenguaje cotidiano" del autor vallisoletano), sino también de las emociones que implica el montaje. Sobre el escenario, personificado en el papel de Nicolás, convergen tres personajes: José Sacristán, obviamente, Miguel Delibes, y el productor y director José Samano. También lo hace su amistad; y también la ausencia de dos de los tres implicados. "Subirse al escenario a hacer esta obra es algo jodido", dice Sacristán.

Es la primera vez que se interpreta esta novela, también es el primer monólogo del actor madrileño, y con todo esto, la obra con la que se despedirá de los escenarios tras más de medio siglo de carrera en la interpretación. Delibes también se despedirá de la ciudad de València, ya que Lola Herrera ya se despidió aquí de su mítico personaje en Cinco Horas con Mario hace justo ahora un año. 

Y si aquello que rodea la obra no fuera suficiente, la historia de Señora de Rojo... no resta emoción a las representaciones. La novela plantea una reflexión casi existencialista de un pintor, Nicolás, ante la pérdida de su mujer con España en 1975 como telón de fondo. Delibes construye, en realidad, un reflejo de su propia memoria, y del intento reparar en él la memoria de su esposa Ángeles de Castro. En su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua dijo de ella: "Soy consciente de que con su desaparición ha muerto la mitad de mí mismo". En esta autoficción, Nicolás es un artista plástico que no consigue pintar. El paralelismo nunca se escondió, pero el escritor tampoco quiso ponerle nombre ni cara a los personajes, un "pudor" que Sacristán y  José Samano han querido mantener. Si Cinco horas con Mario es la cara, Señora de roja con fondo gris es la cruz: dos mujeres con valores y vidas antitéticos, dos monólogos con ausencias.

A partir de este miércoles, Sacristán se convierte en el mejor conductor del espíritu de Delibes. Lo hace siendo consciente de ello, poniéndole emoción a cada pase ("no puedo poner el mando a distancia"), pero sin pretensión de trascender más allá la adaptación: lo ha dejado claro diciendo que no cree que le acompañe el espíritu del escritor "ni nada de eso"y también que "Yo hago de Nicolás y me voy, y sigo con mi vida. En mi trabajo creo ser una buena correa de transmisión de los estados de emoción, pero no lo aplico a mi experiencia personal, para mí no es terapéutico".

Sacristán tan clásico y tan contemporáneo

Pocas ruedas de prensa acaban en aplausos de la propia prensa. En esta ocasión, José Sacristán lo ha conseguido. Cada respuesta, sea de la pregunta que sea, tiene una respuesta decidida y sabia, que no lleva consigo un lema paternalista sino un humilde testimonio. Cuenta sus historias con Mamet, con Delibes, y recuerda frases de conversaciones con Fernando Fernan Gómez

Y a pesar de eso, no se suma al pensamiento de que ahora España tiene una producción cultural de menos calidad: "Soy muy optimista y disfruto mucho de compartir mi trabajo con gente joven, convivir con ellos es formidable y un aprendizaje", ha comentado en la rueda de prensa. Tras recitarle algunos de los apellidos ya mencionados, él ha contestado con otros tantos: Carlos Vermut, Kike Maíllo, Lino Escalera, Pol Rodríguez... "No tengo datos para afirmarlo, pero creo que la generación que viene tiene más información y formación que nunca, y no les falta talento", opina. Mientras algunos coetáneos suyos se han quedado en aquello que fue el cine en España, Sacristán se fascina con el poder de la televisión: "Mientras estoy de gira con este montaje, se ha estrenado una nueva temporada de Alta Mar en más de 190 países. Es increíble".

Pero también trae algunas preocupaciones contemporáneas. En la rueda de prensa ha hecho un alegato contra el público del teatro que tose y mantiene los teléfonos encendidos: "una cosa son los tosidos accidentales, involuntarios, pero a la segunda o a la tercera vez que paras la obra porque alguien está tosiendo simplemente porque puede, ya tienes que seguir para no echar a perder la función". También ha echado en falta cierta perspectiva más clásica del cine: "Hay una generación que cree que el cine ha empezado con Spielberg". La prensa se divierte con su sarna para hablar de política y radiografiar la situación de la cultura en el país, pero su lucidez lo que arranca los aplausos. Algo así sucederá sobre el escenario del Olympia. Previsiblemente, por última vez.

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