VALÈNCIA. Hace pocas semanas, Culturplaza planteaba una radiografía de la situación de los jóvenes actores y actrices valencianos, la fotografía de una nueva generación que lucha día a día por hacerse hueco en una industria compleja en la que lo emergente es una etiqueta repetida hasta la saciedad aunque no siempre tiene un encaje en el sistema. Pero no solo delante de las cámaras hay una generación con ganas de romper muros, también detrás. Hoy Culturplaza reúne a dos directoras que, aunque no alcanzan la treintena, cuentan con un extenso currículo, una nueva hornada que llega pisando fuerte al sector audiovisual. Ellas son Lucía Casañ y Ana Revert.
Se pueden extraer varios puntos en común en su trayectoria: ninguna de las dos ha ganado prácticamente nada de dinero con los trabajos realizados hasta el momento. Ambas se enfrentan a una profesión masculinizada. Pero al igual que con los jóvenes actores, no conciben una alternativa a lo que hacen. Tienen esperanzas en que algún día podrán vivir de su trabajo. Y van muy bien encaminadas.
Lucía Casañ es directora y guionista. Ha creado varios cortometrajes y actualmente trabaja en su primer largo. También ha creado una productora, Amberes Films. Ana Revert también levantó una productora que, sin embargo, ahora está parada, así como otra con sus compañeros de clase, La Stima. Ha grabado tres cortos, uno de los cuales, Ataraxia, fue seleccionado por la sección de talentos emergentes de la pasada edición de Cinema Jove. Además también ha rodado spots publicitarios y es actriz. Próximamente, por cierto, la podremos ver en HollyBlood, que se estrenará en 2022.
“Hay que asumir que no vas a tener muchas vacaciones -reconoce Casañ-. Es importante moverse mucho. Ir a eventos, probar aquí y allá, hablar con mucha gente… Es lo que mejor funciona”. “Por suerte o por desgracia, en este sector es indispensable esforzarse mucho -añade Revert-. Cuando empecé comunicación audiovisual lo compaginaba haciendo papeles de figurante para aprender el funcionamiento de los rodajes. Me apuntaba a todo”.
Sus trabajos más reconocidos hasta el momento han sido Antonia (de Casañ) y Ataraxia (de Revert). El primero narra la historia de una ama de casa sumida en el aburrimiento por su tediosa vida. “Un día va a ver a una amiga -cuenta la directora- y al llegar a su casa ve a una vecina cuyo hijo se está haciendo pis. La madre no encuentra las llaves de casa, así que le pide a la vecina que el niño utilice su baño. La protagonista, arrojada por una vida monótona, decide hacer lo mismo. Llama a una puerta al azar y le abre un kinki. Al entrar en su baño encuentra algo que le impide salir de la casa”.
Antonia es un corto que Casañ creó para levantar su primer largometraje, cuyo argumento tiene ciertas similitudes. Pretende narrar la vida de una ama de casa modélica obsesionada por los cuartos de baño. “Quiero explorar cómo la gente se comporta en espacios públicos y privados a través de los cuartos de baño, un espacio muy interesante, el único en el que la protagonista se siente respetada. Es también una adaptación de Una habitación propia. Según Virginia Wolf, las mujeres, para su emancipación, necesitan dinero y una habitación propia. Mi protagonista necesita dinero y un baño propio”, subraya.
Por su parte, Cinema Jove seleccionaba el año pasado el cortometraje Ataraxia. En él se narra la historia de Amara, una mujer que escapa de un maltratador. Su estado es sumamente débil, así que ella se aferra al recuerdo de los huevos fritos de su abuelo para sobrevivir. Mientras sus últimos pensamientos se debaten entre lo mejor de su pasado y lo peor de su presente, su cuerpo se congela bajo el temporal. Actualmente tiene otros dos proyectos entre manos. El primero, Una vida, un corto sobre niños robados rodado en medio de las dificultades sanitarias. El segundo se llama La virgen santa y forma parte de su TFG, una historia que gira en torno a una mujer maltratada que no se atreve a dejar a su marido por el qué dirán en un pueblo de Murcia.
Multitud de informes y estudios el techo de cristal que todavía existe en el mundo audiovisual, pese a haber más mujeres que hombres en las universidades. "Ya no hay barreras evidentes por el simple hecho de ser mujer”, indica en cualquier caso Casañ, aunque apunta que el problema está en que “la industria está basada en una escena muy sexualizada”. La única manera de acceder al sector, explica, es a través de agendas o redes de contacto, que “están tejidas por una mayoría masculina”. Lo que está haciendo que la situación cambie es, según ella, “la asociación entre mujeres. La asociación CIMA es un ejemplo muy bueno”. Habla también del tema “de la segunda película”. Según explica, se suelen conceder ayudas para tu primera película, a hombres y mujeres. Sin embargo, estas ayudas no existen en la segunda, “así que el periodo de ostracismo entre la primera y segunda peli ronda entre los dos y los cinco años en los hombres. En las mujeres asciende hasta los nueve años”.
Por su parte, Revert cuenta que sí ha notado cierta discriminación generalizada. “Cuando decidí que quería dedicarme a la dirección no se me tomaba nada en serio. Se veía como algo raro. Evidentemente, no me decían que eso es un trabajo de hombres, pero en las miradas se notaba que les extrañaba mucho”. No obstante, la directora ve que “la situación está cambiando” y que “están saliendo a la luz muchas mujeres directoras que ganan premios y se les da importancia”.
Ambas directoras trabajan en sus propias productoras. La Stima surgió de un proyecto universitario entre Revert y sus compañeros. “Es una productora muy creativa, yo me encargo de toda la organización. Me gusta mucho trabajar con ellos. Por el momento hacemos, sobre todo, videoclips. Creo que si seguimos trabajando, La Stima llegará lejos”, explica Revert. Eso sí, explica, por el momento no ha ganado dinero con este proyecto: “Si no muestras lo que sabes hacer, la gente no te contrata. A veces da rabia que te pidan que hagas las cosas sin cobrar, pero cuanto más portafolio tenga más fácil me será luego ver los resultados. No me gusta, pero esa es la realidad”, sentencia.
Por su parte, Amberes Films es una productora joven que no está ligada siempre a las mismas personas. Casañ resalta que “en función de cada proyecto cambia la configuración de la productora”. También se dedican fundamentalmente a crear videoclips.
Sobre el panorama audiovisual valenciano Casañ advierte que “el problema de València es que no se ha generado una industria del todo”. Según ella, “se depende demasiado de las ayudas públicas”. También indica que “muchas veces se traen equipos de fuera para rodar aquí” y que lo que se debería hacer “es cine valenciano con gente valenciana”. En cuanto al mundo actoral, explica que “los círculos están muy cerrados” y que “desde Amberes Films, aunque todavía no podamos pagar a nadie -puesto que tampoco tienen ingresos- siempre intentamos hacer castings abiertos”.
Revert añade que al audiovisual valenciano “le cuesta muchísimo contratar a jóvenes” porque “piensan que no somos lo suficientemente serios”. Reconoce que “es un poco desesperante ver esta realidad”, y más cuando “somos los que más ganas de aprender tenemos”.