De día, abogado de un gran banco; de noche, escritor que viaja con su imaginación como lo hicieron Julio Verne o Emilio Salgari. El éxito de Las horas oscuras (2012) le abrió las puertas de una carrera como escritor. Ahora estudia dejar su trabajo y vivir de su vocación
VALÈNCIA.- No es un recién llegado, con su novela Las horas oscuras Juan Francisco Ferrándiz (Cocentaina, 1971) ya tuvo repercusión nacional y se publicó en Argentina. La tierra maldita, publicada por Grijalbo este año, es un trepidante friso medieval de aventuras con aires de thriller. Posee todos los ingredientes necesarios para ser un best seller. Su novela será traducida a varios idiomas; ha vendido los derechos a doce países.
Fascinado por las lecturas en su infancia, de Emilio Salgari a Julio Verne, el novelista sigue los pasos de estos escritores que no se movieron de casa para escribir sus aventuras. Ferrándiz se ha ido más lejos, nada menos que a la Alta Edad Media, y su novela, ambientada en una Barcelona desconocida y remota del siglo IX, combina ficción y aventura con rigor histórico, al estilo de El nombre de la rosa de Umberto Eco. Novela que, por descontado, y según sus palabras, relee sin cesar para encontrar secretos de su excelencia [Lea el comienzo de La tierra maldita].
— La tierra maldita sigue la estela de los grandes narradores contemporáneos de novela histórica. Tiene acción e información. ¿Por qué ha elegido un tiempo tan remoto como el siglo IX?
— La elección del siglo IX para ambientar la novela fue casual. Estaba en otro proyecto y se me cruzó una palabra: Gothia, ¿qué significaba? Era una región del sur de Francia, que en la época visigoda había sido Septimania y que terminaba en la Marca Hispánica. Comencé a leer y quedé inmerso en el siglo. Entonces apareció Frodoi, personaje histórico real, que toma protagonismo cuando Barcelona está a punto de desaparecer; quedan pocos datos, pero los que quedan señalan que algo hizo que la situación cambiara y empezara en la región un lento camino hacia la prosperidad.
* Lea el artículo completo en el número de agosto de la revista Plaza