El artista inaugura la muestra 'Ojo y paisaje' en Bombas Gens
VALÈNCIA. “No soy el artista fantástico que merecen estas salas”. “Soy pintor y, encima, lento”. Además, “torpe”. Estas son algunas de las palabras que dejó Juan Uslé (Santander, 1954) durante la inauguración de la exposición Ojo y paisaje, que acoge Bombas Gens hasta el mes de septiembre. Se muestra inconformista en tanto que renuncia a poner un punto y final a su obra. Uslé habla de procesos, de caos y, también, de compromiso. Un compromiso profundo con su trabajo. Nos permitimos, eso sí, discrepar en algunos asuntos: si algo está claro es que las salas del centro de la Fundació Per Amor a l’Art sí merecen su obra. ¿Lento?, quizá; torpe, él dirá. En cualquier caso su discurso remite a un modo de ver la pintura desde la pasión, que no se entiende sin la idea de sumergirse de lleno en unos procesos que generan más preguntas que respuestas. Con emoción, riesgo, intensidad. Pase lo que pase. “Sin pintar no sabría vivir”, asevera. Solo entendiendo ese espíritu, ese punto de partida, se puede comprender aquello que acontece tras la obra de Uslé.
Bombas Gens presenta así una muestra que se compone de una selección de obras del artista desde finales de los ochenta hasta una muestra de la serie Soñé que Revelabas, con obras realizadas en los últimos diez años, un recorrido por aproximadamente cuatro décadas de producción que, en cualquier caso, no se siente como una narración lineal. Hace 25 años que el IVAM acogía la primera retrospectiva del artista, en 1996, bajo el título ‘Back & Forth’ (Ida y vuelta), un lema que sigue estando vigente en el caso de Uslé, pues nos habla de una manera de entender el hecho artístico. Son los ríos Huertas y Serpis la primera piedra de esta nueva revisión de su obras, con una primeras piezas que hablan de la relación entre paisaje, visión y mente, entre abstracción, pinceladas robustas y acuarelas. Tras unos años 90 marcados los paisajes de colores intensos que alternan el gesto y la geometría llega una producción “más íntima”, explican desde el centro, formada por una suerte de autorretratos o dibujos que funcionan a modo de notas o pruebas.
La presentación de la exposición contó con la participación de la vicepresidenta de la Fundació Per Amor a l’Art, Susana Lloret; el asesor de la colección y comisario, Vicent Todolí, así como la nueva directora artística del centro, Sandra Guimaraes. Esta última, además, aprovechó para agradecer el trabajo de los comisarios, Todolí y la exdirectora del centro, Nuria Enguita, que no acudió a la presentación a prensa, por su “perspectiva y compromiso” a la hora de organizar la muestra. También alabó la “resistencia” de los espacios culturales que mantienen la persiana subida. Por su parte, Lloret también aprovechó la reactivación del centro en el ámbito expositivo para poner el acento en una cultura que es ahora todavía “más esencial” si cabe. “Desde el mundo de la cultura queremos que la vida siga, con seguridad, pero que siga”, expresó. Por su parte, preguntada sobre los recientes cambios en la arquitectura interna del centro, la vicepresidenta ha remarcado que la llegada de la nueva directora supone un “cambio de ciclo” y estos cambios responden, además, a la necesidad de contar con una estructura más flexible para hacer frente a una situación “muy difícil”.
Con todo, Bombas Gens se reactiva y plantea una de las grandes exposiciones del curso, una muestra que ocupará sus salas hasta septiembre. Aprovechamos su paso por València para charlar con Juan Uslé:
-La exposición remite al espacio natural, hemos hablado de Cantabria, de València. Pero es Nueva York otro de los puntos geográficos clave en su trayectoria, ¿siente que estos dos mundos son antónimos?
-Son conceptos que de algún modo, inevitablemente, friccionan. Hay cuadros en los que hay mucho razonamiento, mucha distancia, mucho orden y, a la vez, hay gesto, hay algo que intenta romper y salir de eso. Hay también un trabajo sobre lo orgánico, sobre el ser que habita y el lugar como contexto natural, en una búsqueda de lo sublime, de esa magia de no poder atrapar el momento en el que empieza a amanecer. Quizá es una cursileria hablar de esto, pero es que no hay dos iguales. Me sobrecoge siempre. Uno de los momentos en los que más siento la tierra es justo cuando se va a ir el sol. Me sigue ocurriendo. La ciudad, lo urbano, entró con fuerza, sobre todo cuando llegué [a Nueva York], pero también coincide con una época en la que yo me planteo la pintura como un discurso analítico. Ya no me fundía solo con la tela, sino que de algún modo ordenaba mi visión y mis sentimientos. [Medita] Yo no entiendo las cosas hasta que no ha pasado un tiempo. Cuando pasa les encuentro un cierto orden y sentido, soy capaz de articularlas, pero cuando las estoy viviendo siento, sufro o disfruto. En este sentido, tanto Nueva York como València han sido muy importantes para mí, han supuesto esos cambios de contexto que te hacen abrirte, a la pintura, al pensamiento y al conocimiento.
- Precisamente hace 25 años desde su primera retrospectiva, que acogió el IVAM. También esta muestra abarca un gran periodo temporal. Al mirar con esa distancia a su obra, ¿qué conclusiones saca?
-Me ayuda a verme más. Vicente [Todolí] y Nuria [Enguita] se han atrevido mucho con piezas que no se han expuesto nunca. Al verlas he hecho un viaje de vuelta, me ha llevado a un pasado muy sentido. Por lo tanto, es presente también. Te das cuenta de que tú eres el mismo y estás lleno de dudas, también de que cuando miras un paisaje lo haces con un bagaje cultural y desde tu sensibilidad. Esto, claro, no es una línea recta. El arte te genera dudas, no te da soluciones.
Cuando estás viviendo no hay certezas, cuando pintas estás en la incertidumbre.
-¿Cómo ha cambiado su relación con el taller?
-Me he tenido que adaptar, me he perdido es espacios desconocidos. Recuerdo mucho cuando llegué a Nueva York, en un estudio lleno de máquinas. De ese espacio en Brooklyn, donde lo tenía todo por el suelo, fui a Manhattan, donde tuve que pensar más en vertical. Me hice una persona más ordenada... era un desastre [ríe] Aprendes mucho al cambiar de entorno porque te obliga a adaptarte, algo que es muy humano. En este año, lo que realmente ha cambiado mucho es esa sensación de relación social, en un aspecto más anímico y mental. Realmente yo soy un autoconfinado, lo que me gusta es estar en el estudio o en las montañas y los ríos. Pero, en el fondo, casi siempre solo.
-No sé si esto tiene que ver con el concepto de intimidad, con el que se ha definido la muestra.
-Desde el punto de vista personal, la intimidad es algo fundamental y necesario. En cualquier caso, yo hablaría antes de soledad, porque la intimidad también implica poder vivirla con alguien más.
-Entra la complicidad ahí.
-Exacto, esa es otra gran palabra. Qué importante es tener un buen compañero de viaje.
-En su caso están las también artistas Victoria Cervera y Vicky Uslé, esta última ahora con una exposición en la galería Espai Tactel.
-Es una maravilla. Me ha removido mucho por dentro.
-¿Cómo es su relación en el ámbito artístico?
-Cuando le mandamos una primera foto del montaje me dijo: demasiadas obras. Me da unos palos... [ríe] Confío en ella plenamente. Además tiene otra sensibilidad, es de otra generación. Nosotros desconectamos más de la realidad, de la actualidad. En un momento decidí que la actualidad es la imagen de las cosas, el vacío entre acontecimientos, y eso a mi no me interesa. Me interesa construir algo, aunque sea muy blando. Me fío mucho de su criterio.
-Cuando se le concedió el Premio Nacional el jurado destacó el hecho de que su obra “concilia geometría y lirismo”, un verbo curioso, ¿cómo lo interpreta?
-En esa época estaba trabajando pinturas celibataires, muy diferentes entre sí. No sé si conciliaban, porque eso parece como que hacen las paces, pero sí presentaban en un mismo espacio esos conceptos. Yo no reniego de la fricción en cuanto a espíritu en una obra. En muchas de las obras expuestas está ese diálogo, ese conflicto. No pongo limites. Es difícil sintetizar en una frase a obra de una persona creativa, con inquietud. Cuando estás en una búsqueda constante es difícil aceptar términos que hablen de logros.