El actor interpreta a Miguel de Unamuno en la última película de Alejandro Amenábar, Mientras dure la guerra
VALÈNCIA. Con la energía hiperbólica que desprende su cuerpo y la carcajada estentórea que vibra en su garganta, cuesta imaginarse a Karra Elejalde (Vitoria, 1960) en el papel de un tipo tan contenido y seco como Miguel de Unamuno. Y, sin embargo, Alejandro Amenábar lo tuvo claro. El actor vasco protagoniza Mientras dure la guerra, crónica del inicio de nuestra contienda civil a través del estupor y el desencanto del filósofo y pensador español. La película llega a nuestras pantallas el próximo 27 de septiembre, pero estos días ha sido presentada en la sección Presentaciones Especiales del Festival de Toronto.
Antes de decidirse por este episodio histórico, el director de Mar adentro (2004) estuvo barajando proyectos acerca de Stalin y Fidel Castro. Vista la metamorfosis de Elejalde en el principal exponente de la Generación del 98, no es descabellado imaginarlo en la piel de cualquiera de las otras dos figuras históricas. No será por carisma y por talento.
- ¿Qué motivaciones crees que llevaron a Unamuno a apoyar la sublevación militar?
- Unamuno apoyó el alzamiento porque pensaba que formaba parte de la propia República. No era un grupo de derechistas que quisieran dar un golpe de estado, sino una junta militar de héroes de la guerra contra los moros.. Pero cuatro meses después, a Franco se le ocurre que la bandera borbónica tiene que ondear. Y Unamuno empieza a sufrir en sus propias carnes la muerte de sus amigos. A él la República no le funcionaba, pero cuando le dicen que Lorca ha sido asesinado, piensa: “Hostia, a ver si esto va a ser como Mussolini en Italia”.
- Imagino que ya habías leído a Unamuno, pero ¿qué descubrimiento has hecho durante tu preparación?
- Una carta que le escribió a un chileno sobre su condición religiosa y cómo la practicaba. Ahí están todos sus mantras, lo que le hacía definirse unamuniano, y puedes ver cómo empieza expresándose de manera muy educada para volverse airado, ya que era un hombre bastante agrio, con muy malas pulgas.
- ¿Qué hay de su voz y de su movimiento? Hay muy poco material en el que inspirarse.
- No soy un actor de esos que se van un mes a un convento cuando les toca interpretar a una monja. Hay mucha tontería en el mundo de la interpretación. Me documento, pero no me vuelvo loco. Además, es muy difícil imbuirse de la manera y la filosofía de una persona muerta. Lo importante es qué decían los otros de él. Ortega y Gasset, por ejemplo. Sus contemporáneos hablan de sus desaires, de su altanería, de su carácter picajoso…
- Como vasco, ¿de qué manera resuenan sus vivencias en ti?
- Unamuno era un nacionalista vasco, pero se presentó a la cátedra de euskera y cuando se la dieron a Resurrección María de Azkue, se pilló un rebote y se hizo sociata. Él contestaba a la vida tal y como la vida le preguntaba. Y yo me identifico con él en reconocer que lo que somos es resultado del procedimiento de ensayo y error. Nos damos muchas hostias para acabar conformando nuestra personalidad. De hecho, cuando tienes un hijo te dan ganas de quitarte el chip de la cabeza para ponérselo y que no tenga que caerse tantas veces para aprender.
- ¿Qué puede aprender nuestra sociedad actual de sus cambios de opinión?
- Que cerrarse y huir hacia delante es un error. Falta mucho Jorge Verstrynge en la política española. Vivimos en un mundo donde alguien piensa a, dice b y hace c. Es una sociedad hipócrita, pero existen casos como el de este político destacado del PP que ahora es politólogo y cercano a Podemos. Me encanta que sucedan estas cosas. De hecho, también me parecería maravilloso que sucediera al revés.
- El antagonista de Unamuno era Millán Astray, un militar fascista cojo, manco y tuerto, admirado antes de la guerra por todo el espectro ideológico español. ¿Dónde crees que residía su atractivo?
- ¿Cómo no le iban a querer? Imagínate que eres fan de Cristiano Ronaldo y comienza una guerra, pues irías con Cristiano hasta que te dieras cuenta de que es un bicho. Millán había dado trozos de su cuerpo por España en la Guerra del Rif. Era un héroe nacional, un puto dandi, un seductor.
- ¿Qué le argumentarías a los que dicen estar ya saturados de películas sobre la Guerra Civil?
- En España no se han hecho más de 10 películas sobre la Guerra Civil, pero todo el mundo ha visto más de 40 sobre la Guerra de Vietnam o la II Guerra Mundial. Por hablar de aquel entonces sólo les sale un sarpullido a aquellas personas que tienen miedo de mirar atrás. Y el tiempo juega a su favor, porque las cosas terminan prescribiendo.
- ¿Qué recuerdos se te han transmitido que no quieres que prescriban?
- Mi abuelo fue fusilado en el año 1942 por acumular tres penas de muerte. Cuando sucedió mi madre tenía nueve años y para acceder a las cartillas de racionamiento y no morirse de asco, tenía que cantar el Cara al sol. Ahora tiene 90 años y se le ha olvidado, a mí se me ha diluido, mi hija ni lo sabe y al nieto de mi hija se la va a sudar totalmente. A ti, que pongan bien o mal a Hernán Cortés, te la trae bastante floja. Y lo malo es que lo que no fuimos capaces de hacer en los setenta, ya no vamos a enfrentarlo en este siglo.
- Luego se producen paradojas como que Vox le dé la vuelta a la frase de Unamuno “Venceréis pero no convenceréis” en un discurso.
- Es acojonante. Nos roban hasta los lemas. He visto a gente de derechas decir el pueblo unido, jamás será vencido.
- ¿Qué aporta Mientras dure la guerra a la crispación política actual?
- La película de Amenábar no es una película bélica, sino un drama enorme. Es una película que pretende que salgamos sabiendo quiénes éramos, y que reflexionemos sobre qué podemos cambiar. Pero sin rencor. No es una filme extremo ni un panfleto. No pretende hablar de odios, sino de estrategias, de cómo se coció todo. El título no es en vano, porque parece que la guerra duró hasta 1976, pero sigue ondeando la bandera borbónica.
- ¿Quieres decir que seguimos en guerra?
- Eso lo has dicho tú… Con esta película he de ir con mucha cautela, porque no pretenda herir sensibilidades, sino echar una mirada atrás con rigor histórico y decir, mirad, aquellos tiempos que se vivieron no son muy distintos de los de ahora. Ya hemos pasado una guerra, cómo lo hacemos, cómo lo gestionamos. Venga, vamos a convivir. ¿Se puede casar un seguidor del Real Madrid con una del Barça? Mi madre era republicana y bastante poco creyente, y mi padre era del PNV y católico, pero supieron tener hijos. Si no sabemos querernos y convivir, tenemos un problema. En 40 años de Transición, hemos avanzado centímetros. Espabilemos, titis.