Acapulco es la nueva apertura gastrovinícola de la ciudad. La nueva propuesta de José Gloria, que se alía con el sumiller Daniel Espino, recupera el local original de la Llorona.
Cuando uno piensa en Acapulco, piensa en su época dorada. los maravillosos años 50. Esos que convirtieron un pequeño pueblito de pescadores a escasas 5 horas del D.F. al cual se accedía por una carretera rodeada de vegetación, en una ciudad costera destino de la jet set norteamericana con nada menos que Kennedy a la cabeza y paraje de ensueño donde se rodaron grandes producciones de cine como la Dama de Shanghai.
Acapulco fue, poco a poco, perdiendo su esplendor, al igual que otros destinos turísticos del momento como Estoril, por ejemplo y se convirtió en un espacio decadente, pero que mantenía intacto su encanto: los hoteles Capri, Bocachica, Los Flamingos, Mirador o Elcano, atestiguan un pasado esplendoroso y son testigos del paso de los años en un entorno que a día de hoy aún sigue manteniendo un poso de nostalgia. Ese que poseen los lugares que fueron. Ese que posee el mar en invierno.
Pero el invierno se abre y deja paso a la primavera, la de un amor, y la nostalgia se convierte en motor del sueño. Ese que atestigua Jose Gloria. Una nostalgia de lo que fue. Un recuerdo casi pétreo. Un homenaje a su familia, a sus veranos y a un lugar y un tiempo que nadie puede arrebatarle: su infancia en Acapulco. Justo ahí. Donde uno es feliz, es a donde vuelve siempre. Lo siento por Sabina y sus peces de ciudad, pero sí, uno debería volver siempre a los sitios donde fue feliz. Y Jose, toma el nombre de su felicidad y lo transporta a Ruzafa.
Esta felicidad llamada Acapulco, se sitúa en el antiguo local de La Llorona, en la calle Pintor Salvador Abril 29. Pero no viene sola de la mano de Jose. En esta nueva aventura, este camino a los sitios que nos hicieron felices, le acompaña otro mejicano, que sabe bien lo que es la felicidad: Daniel Espino. El que hasta hace escasas semanas fuera la extensión de Vicente Patiño en la sala de Saiti, se convierte en socio de Jose y junto a Joan de La Mezcalería forman un triunvirato que amenaza con traernos agradables momentos y un espacio para botanear y disfrutar del Méjico menos tradicional.
Acapulco es un lugar para beber, está construido en base a un principio básico: si Está Dani, el vino será un elemento vertebrador. Pero también para degustar platillos mejicanos más allá de los tacos, las enchiladas o los burritos. Y de eso se encarga Jose. Las croquetas de pescado en salsa verde, el bacalao en salsa veracruzana, los molotes de plátano macho, el conejo al pastor y su jardín, su famoso pescado a la talla de la malograda Casa Amores o el huarache como en un mercado mejicano son algunas de las raciones pensadas para compartir que acompañaran la carta de vinos. También como no, podremos picar o botanear como allá dicen alguna tosta, estrictas con aguachile, tropicales o Acapulco style y como no el guacamole con chicharrones.
Acapulco está pensado para abrir vino y degustar pequeños platillos. De los segundos ya hemos hablado, pero centrémonos en lo primero. Me cuenta Dani, que “de momento tenemos más de 120 referencias nacionales de bodegas seleccionadas y una relación calidad-precio excepcional, que iremos ampliando poco a poco con referencias internacionales, burbujas y demás chucherías para los amantes del vino”. Doy fé, posee no pocas etiquetas que los amantes del vino conocemos y reconocemos, de Cádiz a Galicia, pasando por los archipiélagos canarios al Priorat y sin descuidar los valencianos. La carta de vinos es una oda al buen gusto a precios modélicos.
También la labor pedagógica estará presente en Acapulco: “Si eres un amante del vino, quieres transmitir tu pasión al comensal. No has de hacerlo sentir un ignorante, más bien contarle el origen del vino, el proyecto que hay detrás y sobre todo, abrir botellas y dar de probar a la gente. Este es un local pensado para todo tipo de públicos. Gente que sabe de vino y gente que no, pero que le apetece probar cosas. No es un concepto elitista. No podría serlo porque ninguno de los tres creemos en ese modelo”. Continúa Dani. En esa misma línea está Jose: “nosotros abrimos el local con una idea muy clara, estamos en Ruzafa, mantenemos la esencia de la Llorona, tenemos un local chiquito, pero somos, ante todo, honestos. Nuestro público parte del barrio, aquí puede venir mucha gente a tomar un vino y un guacamole o unas ostras a partir de las 18:00 y a las 20:00, ya con cocina abierta tomar algo de la carta de calientes, pero no queremos convertirnos en un wine bar elitista. Queremos que sean felices y disfruten sin complicarse”.
En definitiva, Acapulco es un lugar en el que disfrutar y ser feliz. Si Amparanoia cantaba eso de welcome to Tijuana, tequila, sexo y marihuana. Yo canto welcome to Acapulco, aquí no habrá tequila sino vino y lo demás, ya será cosa de cada uno.