Confieso que acabo de hacer una modesta contribución al espacio público, al espacio audiovisual valenciano. Con orgullo lo digo. He donado un minúsculo archivo al Consell Audiovisual de la Comunitat Valenciana.
Estel Consell fue creado por una Llei de 2018 y está en estos momentos en pleno despliegue de sus funciones. Es el encargado de vigilar los derechos, libertades y valores constitucionales en nuestro espacio audiovisual. Así que se ocupa del presente y, sobre todo, el futuro de los medios audiovisuales. Pero todo futuro ha empezado en algún momento del pasado.
Esta es una historia que viene de lejos. Si podemos decir que la prehistoria del espacio audiovisual valenciano se remonta al nacimiento de la TVE en los sesenta, la historia antigua sería la creación de los Consejos Asesores en el Estatuto de RTVE de 1980. En esa época se pensaba que la descentralización del espacio audiovisual, a que obligaba nuestro Estado de las Autonomías, se llevaría a cabo a partir de la estructura territorial de RTVE: los Centros Territoriales existentes en las comunidades autónomas y los centros de producción de Madrid, Barcelona y Las Palmas.
Antes de que se hiciera evidente que las autonomías, lideradas por Cataluña y Euskadi, lanzarían sus propias plataformas de TV al margen de la estructura anterior, los Consejos Asesores se habían convertido en el núcleo de la observación y regulación de esos nacientes espacios audiovisuales autonómicos. Medían y evaluaban el flujo de información de proximidad que vehiculaban los centros territoriales de RTVE.
En particular, el Consell Assessor de RTVE a la Comunitat Valenciana desplegó un importante trabajo: estudios de cobertura técnica y de audiencia de TV y radio. Estudios de contenido de las emisiones de Aitana, de pluralismo político y territorial, del uso de la lengua propia, etc. Eso es lo que estudiaba el Consejo Asesor y eso quedaba reflejado en las Memorias de Actividad que se aprobaban anualmente durante la segunda mitad de los ochenta y primera de los noventa. Estas Memorias es lo que hoy va a heredar el Consell Audiovisual.
La información que contienen es de un valor casi exclusivamente histórico y retrospectivo, pero es que alguien tendrá que hacer esa historia en el futuro y agradecerá que se haya conservado. El sitio más apropiado para ello es este Consell Audiovisual que aspira a regular e impulsar el espacio comunicativo valenciano. Dolors López, mi amiga Lola, vicepresidenta del Consell Audiovisual, me ha abierto esta puerta y yo se lo agradezco tanto.
Los archivos son la memoria de las instituciones y preservarlos es una manera de asegurar la continuidad del conocimiento, para no partir continuamente de cero y aprovechar el saber acumulado. Para decirlo como Henry Martin, esa es "la historia y poderes de lo escrito". Por eso creo que éste era el destino natural de este pequeño archivo.
Estuve en aquel Consell Assesor como documentalista. Allí diseñé y mantuve un sistema de información complejo, con biblioteca, bases de datos y archivo de prensa y audiovisual, que ha debido perderse con el declive de esos organismos. Sinceramente, no sé qué fue de todo aquello. Afortunadamente retuve las memorias anuales, que resumían todo el intenso trabajo desplegado por aquel organismo híbrido entre parlamentario (13 diputados autonómicos componían su estructura de dirección) y administrativo (dependía orgánicamente de Presidencia de la Generalitat), pero que trabajaba para un medio de comunicación público, como era RTVE.
¿Porqué lo hice? ¿Por qué protegí, durante años, del severo destino de papel reciclado aquellas memorias? Por una razón profesional y otra personal. A saber:
Un documentalista, un historiador, no puede resignarse a la desaparición de un sistema de información sin retener al menos, su representación formal, el documento que lo resume y expresa. Menos da una piedra, dice el investigador.
La otra razón, la biográfica, tiene una raíz aún más antigua. Un día del año 1972, cuando yo contaba quince años, mi padre me acompañó a matricularme en el instituto de Babel de Alicante. Me presentó a una profesora, conocida suya de los círculos antifranquistas que él frecuentaba. Aquella mujer me dijo algo que me marcó. "Mira", dijo, "este instituto tiene fama de conflictivo, aquí ha habido huelgas y disturbios, ha entrado la policía y ha habido detenciones. Te encontrarás en situaciones que en una dictadura son peligrosas, como asambleas y reuniones. Si eres como tu padre, estarás dispuesto a intervenir, pero una cosa te digo y no la olvides: habla si quieres, opina si lo crees necesario, pero no olvides nunca hacerlo con datos en la mano".
No sé si entendí del todo en ese momento lo que me advertían, pero no tardé mucho en aprender que hablar siempre es arriesgado, pero hacerlo sin conocer los hechos, sin disponer de los datos, es suicida e inútil. Esa enseñanza me parece ahora, cuando la posverdad y las fake news amenazan la centralidad de los hechos, para que renunciemos a la razón, más necesaria aún que entonces. Hablar con datos, ajustarse a los hechos, dejarse llevar por lo que Arlette Farge llamó "la atracción del archivo", ha sido a menudo la guía de mi trabajo. Es también la base de lo que hoy dono a esta institución, por si puede ayudar a construir el núcleo de una futura biblioteca del Consell Audiovisual, por si puede ayudar a diseñar un espacio audiovisual que facilite una conversación racional. Por si puede ayudar.