VALÈNCIA. Septiembre de 2018. València abría las puertas de su nuevo centro cultural, un espacio ubicado en La Marina que nacía “abierto a la ciudadanía y a una programación continua de actividades”. Hablamos de La Base, un espacio que se erigía con dos objetivos: dar uso a la antigua sede del equipo Alinghi durante la Copa América y descentralizar la oferta cultural. Su apertura fue toda una declaración de intenciones. La inauguración de la exposición de Antoni Miró reunió a la primera plana política y social, no en vano el ambicioso proyecto artístico era una coproducción de Presidencia de la Generalitat Valenciana, la Conselleria de Cultura, el Ayuntamiento de València, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) y La Marina. La foto al completo.
La exposición llegaba, además, envuelta en la polémica, tras la primera instalación de algunas de sus esculturas en el entorno del espacio, en las que se mostraban a distintos personajes manteniendo relaciones sexuales, una polémica que, pese a todo, ayudó al público que desconocía el espacio a situar La Base. Que hablen mal pero que hablen. A Antoni Miró le siguió poco después José Sanleón, que se convirtió en el segundo inquilino del espacio, donde desarrolló su exposición Seu, en la que dio forma a una suerte de “catedral espiritual" y continuó cimentando la personalidad de este inusual centro expositivo. Sin embargo, el ambicioso proyecto comenzó a desdibujarse mucho antes de lo previsto.
Fue el confinamiento lo que dio la estocada -casi- definitiva al proyecto. Tras las primeras semanas de encierro forzado, y con los calendarios culturales por los aires, el Ayuntamiento decidió usar La Base como un improvisado almacén fallero, llevando allí buena parte de los monumentos que habían quedado sin arder en las Fallas de 2020. Esta situación bloqueó por completo al espacio como entidad cultural pues no solo se había visto ocupado por elementos que entonces le eran ajenos sino que, tal y como confirmaron fuentes de La Marina a este diario, más allá de esto no había un plan para recuperar la normalidad. Finalmente la normalidad, entendida de manera ligera, llegó en septiembre de 2021 con la celebración de la Exposició del Ninot, que recaló por primera vez en La Marina.
Tras este parón acogió un nuevo proyecto artístico, en este caso una muestra de la colección del centro de arte contemporáneo Àcentmètresducentredumonde de Perpiñán, que fundó el empresario valenciano Vicent Madramany, en lo que parecía un nuevo intento para renovar el alma de un espacio que no se sabía muy bien hacia dónde se dirigía. Hace seis meses, sin embargo, que esta muestra se despidió, tiempo en el que La Base ha acogido algún concierto de manera puntual y, durante unos días, el CreaFest, un certamen que la Escuela Superior de Enseñanzas Técnicas (ESET) de la Universidad CEU Cardenal Herrera (CEU UCH). El espacio, que también acoge las oficinas del Centro Mundial en València para la alimentación sostenible (CEMAS), no ha acabado de encontrar su personalidad como espacio cultural, una apuesta que, aunque se vendió como ambiciosa, acabó deshinchándose bien pronto.
Prueba de ello es su futuro inmediato. Menos de cuatro años después de que abriera sus puertas la exposición de Antoni Miró, La Base da un giro de timón arrinconando su proyecto cultural. Tal y como se anunció este jueves, el Ayuntamiento de València arrendará a LABORA, el Servicio Valenciano de Empleo y Formación, parte del edificio. Así, dispondrá de una superficie de 2.086,69 metros cuadrados, distribuidos entre la planta baja y la primera planta del inmueble para instalar un Centro de Orientación, Emprendimiento, Acompañamiento e Innovación para el Empleo (COE), para lo que realizará obras de carácter permanente y estructural. Así mismo, también incluirá en la primera planta un espacio de coworking. Aunque, indican desde el Ayuntamiento, seguirá existiendo la oferta cultural, lo cierto es que la nueva llegada obligará a una reubicación de las actividades que deja a La Base como un centro en el que la cultura ya no es prioritario.