La compañía de Guadalajara Ultramarinos de Lucas representa una performance sobre el poeta maldito en Carme Teatre
VALÈNCIA. Cuando a los 49 años, Charles Bukowski recibió la oferta de una remuneración mensual de 100 dólares vitalicios por parte del fundador de la editorial Black Sparrow Press, John Martin, el estandarte del realismo sucio concluyó en una carta: “Tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre”. Los integrantes de la compañía de teatro Ultramarinos de Lucas se sienten completamente identificados con esa tesitura. Las artes escénicas no son un camino fácil, pero es el que han decidido transitar. “Nosotros, con nuestra hambre hacemos lo que queremos: peleamos por contar historias al mundo, nos metemos en un sitio pequeño a vocear poesía de Bukowski”, explica el director del montaje A solas con todo el mundo, Jorge Padín.
La pieza, programada el 15 de diciembre en Carme Teatre, es una performance poética inspirada en el universo literario y personal del autor de Factotum. La palabra es la protagonista en una puesta en escena que se ha despojado de cualquier parafernalia teatral. Frente al público, tres actores frente a tres atriles alternan, solapan y conjuntan sus voces para trazar un pequeño mapa de la obra de Bukowski.
Los recitadores, no obstante, no subrayan con su presencia la degradación, el hedor y la decadencia de sus escritos. “Hemos intentado dotar de belleza escénica algo que parece construido desde los orines y la mierda”, explica el director, intérprete de la obra junto a Juan Monedero y Juan Berzal.
El espacio sonoro sirve, así mismo, de contrapunto. Lo evidente hubiera sido elegir temas de Tom Waits, pero Ultramarinos de Lucas ha optado por composiciones de Mahler, Chaikowski y el Réquiem de Mozart.
Entre sus más de 1.000 poemas, la formación teatral ha escogido los más líricos. El alcohol, las mujeres, la soledad, la podredumbre y los seres marginados de los bajos fondos de la ciudad se gritan, susurran y dialogan en este montaje donde la belleza se contrasta con la suciedad.
El título de la propuesta es el de una poesía del escritor estadounidense que, en opinión de Padín, aúna tanto la soledad de su vida, “como ese mundo cerrado e individualista en el que se miraba a sí mismo y vuelca hacia fuera en su escritura, donde cuenta su experiencia, su aislamiento y sus miserias”.
El poema A solas con todo el mundo habla de la falta de conexión entre los seres humanos, de cómo se llenan los tugurios, los vertederos, los hospitales, los sanatorios y las tumbas, pero “nadie encuentra al otro”. En cierto modo, las estrofas resultan premonitorios de la incomunicación a la que nos han abocado las nuevas tecnologías. “Ese juego de retahílas en el texto te hace pensar en cómo hoy en día estamos rodeados de gente, pero enganchado cada uno a su móvil”, lamenta el actor y director.
El puzzle de versos está destinado a todo tipo de públicos, fans y legos del poeta maldito, pero sus responsables prefieren abrirle una puerta a los no iniciados. “A veces es difícil un lenguaje tan duro, con textos fuertes, pero es un tipo por el que no ha pasado el tiempo y que sigue enganchando a los lectores cuando lo leen por primera vez. Así que esta posibilidad de escuchar su poesía da acceso a su obra”, aplaude Padín.
En el Tetris de esta performance no faltan las prostitutas, los borrachos, los drogadictos, los fracasados, los pandilleros, su alter ego, Henry Chinaski, ni el gran testamento de su poesía: El pájaro azul, “donde se encierra muy bien toda su sensibilidad”.
En los últimos años, la compañía también ha incorporado los poemas La ducha, “porque aporta un mundo romántico y muy a flor de piel”, y Ellos, todos ellos lo saben, “porque el juego de preguntas entra en un momento perfecto para enlazar con un personaje que tiene una inquietud”.
La vigencia de Charles Bukowski, reside, a su entender, en su humanidad. “Todos cagamos, meamos, follamos y despotricamos sobre 20.000 cosas. Todos compartimos ese dolor y esa tristeza. Todos tenemos ese pequeño mundo sórdido, pero lo ocultamos. Y este hombre lo desvela con una belleza conmovedora que nos toca. Puede que algunos salgan corriendo, pero conocen perfectamente de lo que está hablando”.
La compañía montó la obra en 1998. Transcurridas dos décadas, se han visto forzados a reflexionar sobre la corrección política de los tiempos que corren. Las risas que la vulgaridad y la crudeza de este personaje poco ejemplar despertaban en los primeros años de funciones, resultan hoy complicadas en ciertas ocasiones. “Por eso pienso que es todavía más necesario oír sus versos y entender que es ficción y que estamos haciendo teatro. La gente ha de ser permeable a estos mensajes del realismo sucio que más que ofensivo, es duro y descarnado”.
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