El término burocracia creativa suena casi como una contradicción. Pensar en la palabra burocracia evocará sin duda en muchas de vosotras imágenes de interminables colas, papeles innecesarios e incluso de cierta indefensión ante un sistema inescrutable. La creatividad, en cambio, puede que os saque una sonrisa. La creatividad se asocia con el talento, la pasión, la diversión y la innovación. ¿Cómo puede, entonces, una burocracia ser creativa?
Charles Landry, padre del concepto Ciudad Creativa, ha construido un puente entre esas islas aparentemente irreconciliables en un reciente panfleto (en co-autoría con Margie Caust) tituladoThe Creative Bureaucreacy and Its Radical Common Sense (La burocracia creativa y su radical sentido común).
La burocracia, o la administración pública, es todavía una maquinaria funcionalista con sus propias dinámicas que se adapta lentamente a los cambios de su entorno, pero que aún así se ha mostrado resiliente ante la evolución de la sociedad, la economía y la cultura. Aún reconociendo sus debilidades: disfuncionalidades, obsolescencias, silos y duplicidades; es importante señalar sus (teóricas) virtudes: previsibilidad, equidad, transparencia, justicia, mérito.
Si superamos los sambenitos reconoceremos que la burocracia está llena de personas con el talento y la energía para contribuir (muchas ya lo hacen) a la sociedad de la que forman parte; y lo que es más importante, tienen la vocación para hacerlo. Charles Landry, analiza a través de su experiencia como la burocracia es capaz de aniquilar la ilusión de los más formados convirtiendo sus tareas en rutinarias. Pero también señala los numerosos ejemplos de individuos e instituciones que han construido, a todos los niveles de la administración, pequeñas mejoras o grandes innovaciones. Detrás de cada inversión privada, de cada proyecto de innovación social, hay un marco que lo permite, un armazón de seguridad económica, física y jurídica sin el cual serían inimaginables.
El problema, posiblemente, es que desde los ochenta y la emergencia del New Public Management se ha intentado mimetizar la gestión pública con la gestión empresarial. Lo que es peor aún, se ha llenado el sector público de políticos, técnicos y funcionarios que tenían por principio de acción la destrucción del mismo. La introducción de indicadores de desempeño, técnicas de trabajo en grupo e incentivos ha sido más parcial que estructural y puede haber sido beneficiosa pero ha negado el grueso de la cuestión; la necesidad de un sistema previsible, equitativo, justo y transparente formado por personas con vocación de servicio público.
El concepto de burocracia creativa significa reconocer esas virtudes, fortaleciéndolas; generando las condiciones para el desarrollo profesional individual, la imaginación y la inventiva. Para la destrucción de los silos de información, la amortiguación de los vaivenes de dirección politizados, el empoderamiento de los servidores públicos desde los recepcionistas a los directivos y, en definitiva, la irrupción de la modernidad en una institución que debe formar parte de ella. ¿Acaso no está llena, la burocracia, de personas con talento y con pasión?