VIDAS LOW COST / OPINIÓN

La caída no durará eternamente

17/11/2017 - 

VALÈNCIA. En apenas 24 horas hemos recibido la noticia del cierre de Mésdemil y los Aragó Cinema. Escribir obituarios de activos culturales, de proyectos independientes que se quedan por el camino cuando nos han dado tanto –a cambio de muy poco– es de lo más desagradable. Lo es porque ‘todo’ sigue de manera inexorable. La pasión por hacer las cosas, el veneno del arte intoxicando al creador, el plasma intangible que alimenta a héroes anónimos y cotidianos parece no agotarse nunca. Es (todavía) el antídoto de origen desconocido ante la sociedad desigual, injusta, cerril y pobre en la que invierten los gobiernos que saben que su mayor rédito electoral se encuentra en el analfabetismo humano que fomentan.

Que dos proyectos en boca de muchos cierren por inviabilidad es como para que nos lo hagamos mirar. La causa por la que una capital y área metropolitana de semejante población viva tan desconectada de su oferta contra ese atraso es multifactorial. Sin embargo, si tuviéramos que reducir el mal a un solo origen ese sería el de la ausencia de una idea de industria. Una realidad hija de dos momentos históricos recientes: el páramo de políticas culturales al servicio del ciudadano y el fomento –precisamente– de un ecosistema empresarial robusto, trabajado a conciencia durante los últimos 25 años entre el boato al vacío, la foto de portada pagada entre todos y el gran evento, y el menos analizado encantamiento por conocerse de la primera hornada democrática.

Olvidémonos del pasado. Aunque a los actuales gestores públicos les gusta hablar de “situación de tierra quemada”, olvidémonos de una supuesta plataforma de partida y resituémonos por completo. Cuenta nueva: ¿y ahora qué? Es decir, ahora, ¿qué estamos haciendo para construir esa industria de cero? Átense el cinturón y aténganse a los datos: en la Fira Trovam! celebrada la pasada semana en Castellón la Generalitat aseguró que las industrias culturales habían sumado 6.700 nuevos trabajadores y 709 nuevas empresas… desde 2015. Es decir, desde los cambios de gobierno. Nada menos que un incremento del 10% de trabajadores en el sector: 60.000 directos. Les haré una comparativa de tamaño inapropiada (porque no es una relación uno a uno lo que produce un trabajador por su rédito de vuelta en la venta final): Ford, que ayer anunciaba en el Palau de la Generalitat con el president de la misma que va a fabricar un nuevo modelo en Almussafes (ajá), crea 60.000 puestos de trabajo entre directos, indirectos e inducidos (estudio de la Universidad Europea de Valencia).

Pues bien, ante la realidad concreta de las dos empresas depuestas en la primera línea del texto, la fotografía de las industrias culturales no sólo es creciente, sino que parece boyante. El secretario autonómico de Empleo, Enric Nomdedéu, aseguró en esa presentación del Trovam! que el peso de la industria cultural en la Comunitat “ha ido creciendo de forma significativa durante los últimos años y ha resistido a la crisis económica y al impacto negativo del cierre de los medios de comunicación públicos". Una sentencia a la que podría contestar el tono de las últimas asambleas de 10 o 20 de las asociaciones de profesionales de las distintas disciplinas. Pero sigamos.

La Generalitat ve en los sectores culturales y creativos a "catalizadores de la innovación y la creatividad en un nuevo modelo productivo". "Entendemos que este es un espacio de oportunidad, tanto para las personas desempleadas como por aquellas que desean iniciar nuevas actividades o reciclarse profesionalmente” y, es más, "cada vez hay evidencias más sólidas de la capacidad de los sectores culturales y creativos para generar riqueza, bienestar y puestos de trabajo de calidad". Me pregunto cuántos de los no desempleados y ahora activos agentes culturales se sienten identificados con la fotografía porque, en resumen, la Comunitat vive para ellos un nuevo amanecer. 

Por el momento parece no haber aludidos, así que me reduzco a un análisis más mundano que tiene que ver con las reacciones al cierre de la que ha sido una de las discográficas más importantes de la música valenciana en lo que va de siglo y de unos cines que, cerrados a partir del 30 de noviembre, no se han permitido concesiones en una buena programación de versión original. Las pocas personas de las administraciones autonómica y local con las que he podido comentar estos hechos –anoche, claro– han mostrado su sorpresa total. Un auténtico ‘quién nos lo iba a decir’, como si en ambos casos no hubieran dado síntomas y enviado mensajes suficientes de estar asfixiándose en su actividad.

El escenario es preocupante, pero con respuestas de ese tipo... ¡lo es mucho más! Si bien es cierto que el crecimiento presupuestario de la Generalitat en materia cultural debería empezar a dejarse notar aunque sólo fuera por volumen en las próximas temporadas (y, esperemos, quizá, puede que sí, por estrategia), la caída no puede durar para siempre. Se tiende a creer que otros sustituirán y relevarán a los caídos, pero no. Es plausible que esta situación crítica, comatosa para muchos, encuentre un revés definitivo en unos pocos años. Quizá llegue con un cambio de signo en los gobiernos y quizá sea el destierro definitivo de la necesidad de la cultura como bien social. Porque nos aproximamos a la llegada de una generación que, directamente, puede crecer ajena a la creación artística.

No estamos tan lejos de escribir nuestro propio Fahrenheit 451. Sin ciencia y sin ficción. De veras. El número de entradas vendidas en los teatros públicos valencianos –y me acojo a ese ejemplo de una manera bastante arbitraria– cae. Cae pese a que la programación sí vive un paulatino e interesante amanecer, pero cae. Cae, claro, en aquellos en los que se cobra entrada aunque esta sea casi simbólica. Preocupan los datos a pie de taquilla. No son pocos los que en la Administración dudan de que sea exclusivamente un tema de presupuesto, que, por recursos humanos y económicos, aunque allí duela, trabajan en parámetros de fantasía frente a la iniciativa privada. Porque es evidente que algo falla y tiene que ver con la voluntad por crear industria y por entenderla como tal al máximo nivel, porque entre las palabras de Nomdedéu y las salas semivacías, públicas y privadas, que vivimos entre semana se nos va un mundo.

La sensación entre los creadores es la de seguir cayendo y les aseguro que es una percepción recogida a pie de campo, día a día, sin distinción de disciplina artística. Incluso para quienes lo han logrado todo (70 galardones, Nacional de Danza, 10 Max, giras internacionales) como Ananda Dansa. Podría citar otra retahíla de versos sueltos con más reconocimiento externo que el menor conocimiento interno. Algo falla y es sistémico. Es propio de esta sociedad, que es a quien hay que apelar. Quizá ya sea crítico. Las soluciones eran urgentes en 2015. Ahora, aunque se parecen mucho (creación de públicos, creación de públicos, creación de públicos, creación de públicos, creación de públicos) son de prioridad o muerte. La caída no durará eternamente.