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la famosa web de cómics se convierte en libro

Álvaro Pons: El prisionero (voluntario) de 'La cárcel de papel'

La Cárcel de Papel nació como “el diario de un lector de tebeos” y en poco tiempo se convirtió en la referencia en la red para los amantes del cómic. Ahora, Álvaro Pons recupera en un volumen las mejores entradas que han ido apareciendo desde 2002. Se dice pronto.

8/05/2017 - 

VALÈNCIA.- En 2002, Álvaro Pons (Barcelona, 1966) decidió subir a la red todo lo que iba publicando, aquí y allí, sobre tebeos. Con un dibujo de su adorado GeorgeHerriman como bandera, La cárcel de papel se fue haciendo grande hasta convertirse en la referencia de los aficionados. En 2005 cosechó el premio de Expocomic a la mejor web y en 2007 el premio a la mejor labor de divulgación del XXV Saló Internacional del Cómic de Barcelona (2007). Aquí habla de su pasión por los cómics y de su relación (a veces de amor-odio) con su creación que ahora, gracias a la editorial Confluencias, se ha convertido en libro.

– ¿La cárcel de Papel habla de cómics o de tebeos?

– De tebeos, por supuesto. Habla sobre cualquier cosa que esté dibujada sobre un papel y que cuente una historia y a mí, a eso, me gusta llamarle tebeo.

– ¿A quién se le ocurrió la idea de recopilar La cárcel de papel cuando se puede acceder gratis en la red?

– Estos es algo que viene de hace tiempo. Lo de hacer recopilatorio de artículos es casi tan antiguo como el periodismo y, en el caso de la web, son muchas las bitácoras que han pasado al papel. Aquí el problema estaba en una longitud tan extensa que se había generado. Ya hace tiempo que quería sacar una recopilación de lo mejor de la web, pero la pereza y la extensión cada vez más grande de La cárcel… lo hacía imposible. Al final, los de Confluencias me convencieron de que era el momento y había que ponerse. Pero lo de transición de la web al papel creo que ya forma parte del ciclo normal.

– ¿Y cómo te ves ahora que te toca releerte?

– Es mejor no reflexionar sobre eso, porque cada vez que me leo…¡Buf! La verdad es que, si lo piensas, llevo escribiendo de tebeos más de 25 años y ahí, en la wbe, hay 15 años de escritura. Y, al releerlo, bueno, te das cuenta de cómo cambian las ideas, los criterios, de lo mal que lo haces… La verdad es que da un poco de vergüenza ajena [se ríe].

– Hombre, tan mal no estará cuando nada menos que Luis Alberto Cuenca te ha escrito el prólogo ¿cómo llegaste a él?

– Luis Alberto es muy, muy, comiquero. La editorial me propuso que el prologuista fuera él y me pareció excelente. Él, además, me conocía, había leído La cárcel y le gustó también la idea. Es un aficionado irredento al cómic, solo hay que ver su poesía: en sus poemarios te encuentras a Conan, a Jack Kirby o a cualquier cosa relacionada con este mundo. Acuérdate de que Laura Pérez Vernetti lo convirtió recientemente en un personaje de tebeo en Viñetas de plata.

- El ritmo de La cárcel era frenético, una entrada al día durante mucho tiempo. Y era una dosis intensa, no cuatro líneas.

- Confluyeron varias cosas. Al abrir La cárcel, pensaba más en un recopilatorio de artículos que iba escribiendo por ahí, siguiendo el ejemplo de los primeros blogs americanos. Pero luego mi verborrea natural me lleva a generar nuevos contenidos. Cuando me doy cuenta estoy escribiendo todos los días y, cuando se introducen los comentarios, eso tenía repercusión, la gente participaba y eso me animaba a hacer más contenidos. Al final se convirtió en una auténtica cárcel.

- ¿Acabarías un poco hasta los güevos ¿no?

- Sí, como te digo, acababa casi convertido en una auténtica cárcel, aunque igual no me daba cuenta porque lo hacía a muy a gusto, todo sea dicho.

- Pero entre tu curro de profesor de óptica en la Universitat, leer cómics, escribir, el día a día…

- Sí, cada día era entre una y dos horas de lectura y escritura, aparte de leer tebeos. Al final era casi un segundo trabajo. Mucho curro.

- Y llega ese momento que casi era una obligación autoimpuesta

- Eso tardó en pasar. Hay dos partes. La primera, sobre 2005 ó 2006, cuando empieza a tener miles de visitas diarias, y los comentarios empiezan a dispararse, más de 2.000 a la semana. Entonces me doy cuenta de que no puedo controlar la web, que ya no tengo tiempo. Ahí nace un primer agobio. Y luego cuando tanta exigencia te hace perder frescura, de forma que cuando lees un tebeo estás haciendo mentalmente la reseña. Eso fue hacia 2012. Es también cuando organizo la expo de Angulema, tengo a mi hijo… Y eso hace que me autoimponga distanciarme un poco de la web.

- Además de la web estaba tu faceta de apóstol del cómic. No había exposición, presentación, diario… que no te llamar para hablar de tebeos.

- Sí, tuve una hiperexposición mediática. Empecé en la Turia, en El País, aquí me llamaban a todo y yo nunca se decir que no. En eso no he aprendido. Es verdad que esa hiperexposición era contraproducente y fue bueno poner el freno, porque había mucha más gente haciendo cosas que podía hacer lo mismo que yo. Y mejor, ahora soy uno más.

- Cuando tu empezaste, los aficionados éramos lectores y apóstoles empeñados en que todo el mundo leyera. Hoy se ha normalizado mucho. ¿cómo ha cambiado todo desde que empezaste?

 - Yo empecé a hacer apostolado y proselitismo en el peor momento, a finales de los 80, en fanzines como El maquinista y otros, cuando ha estallado la burbuja que nos hizo creer que el cómic era un arte consolidado y que los medios lo apreciaban y, de repente, te das cuenta de que no hay nada y volvimos a lo más bajo de la cultura. Era una época de proclamar a grito pelado que los cómics eran un arte, y lo hacíamos con el “boca a boca”, en revistas… como fuera. El cómic era un gueto en el que los que comprábamos, íbamos a las librerías o acudíamos a los actos… éramos siempre los mismos, parecíamos “tebeófilos anónimos”. Por suerte, llegó la normalización (que creo que es una expresión que acuñé yo). Ha sido poco a poco, por muchos motivos: la aparición del concepto de novela gráfica que sacó al cómic del reducto de la librería especializada, el premio nacional del cómic, que los medios se hayan vuelto a interesar, el increíble nivel de los autores que tenemos hoy… Ahora estamos al mismo nivel que otros manifestaciones artísticas en casi todos los aspectos.

- Siempre te preguntan por tus tebeos favoritos, los que te marcaron… pero tú has conocido a muchos autores. ¿cuáles son tus favoritos?

– Muchos. Independientemente de que fueran mejores o peores, hay algunos con los que he tenido mejor rollo. Yo siempre he tenido la máxima de separar al autor de su obra, porque son dos cosas y hay obras maravillosas de autores que son despreciables y al revés. Por suerte he conocido a muchos que han pasado a ser amigos, pero quizás con uno de los que más a gusto me he sentido era con Quique Micharmut. Era una gozada hablar con él de todo. También hay gente maravillosa como Paco Roca, Antonio Altarriba o Carlos Giménez,… Hay muchos, pero si tengo que elegir a uno sería a Micharmunt.

- Cada vez que voy a mangar cosas a El Corte Inglés paso por la sección de tebeos y no es que hay autores que desconozca es que hay editoriales de las que jamás he oído hablar. O veo gente que publica Buck Danny y te lo venden como hubieran recuperado un tesoro. ¿Es otro boom u otra burbuja?

- Es cierto que se publica mucho, pero no creo que sea culpa del cómic, sino que el cómic se ha introducido en la misma dinámica que el libro y ha perdido algunas de sus características. Antes las editoriales de cómics solo publicaban cómics, con distribuidoras y tiendas especializadas para lectores que solo leían cómics. Ahora es otro modelo, que es el del libro. Por un lado, hay más diversidad en todos los aspectos y, por otro, ocurre lo mismo que el libro en general. Según el último informe del gremio de editores, el año pasado se editaron en España 87.000 novedades, lo que es desorbitado, aunque sea para todo el mercado hispanohablante. De esas, hay 3.500 de cómics, cuando en el 94 había 500 novedades. Si entonces era mucho, ahora esto es una locura. Las tiradas son mínimas gracias a los avances tecnológicos, y las editoriales son muy pequeñas –han abierto más de 400 en un año–. Estamos en un proceso de cambio de modelo de distribución, venta y consumo… ¿hay burbuja? No, yo creo que es más un proceso de transformación que nos ha tocado vivir en directo.

- Dónde sí que la cosa va a mejor es con el transmedia. Cada vez hay más cómics que llegan a la pantalla.

- Sí, se puede decir que comenzó a tener éxito con Marvel y sus X Men (Bryan Singer, 2000), y se ha consolidado. No solo son adaptaciones cinematográficas: ya hay una conexión indispensable entre el comic, el cine, los videojuegos… Y lo bueno es que ha contagiado a otros géneros. Lo más evidente es la Comic Con de San Diego, donde los tebeos son el nexo, pero no el protagonista. Lo importante, para mí, es que la historia ya no depende del medio y lo trasciende.

- Hablamos de superhéroes, pero ahora hay en los multicines películas como Rosalie Blum (Camille Jourdy), un tebeo francés que podríamos calificar de 'de autor'.

- Al hacer el libro he recopilado todo lo que había escrito sobre adaptaciones al cine y ahora se ha normalizado hasta límites extraordinarios. No es Japón donde un manga tiene su película y su anime, pero vamos en esa dirección. En EEUU, todo superhéroe acaba en la pantalla y, de vez en cuando, llegan cosas como Wilson (Craig Johnson, 2017), aunque de manera más puntual. Y en Francia también, con la diferencia de que se adapta todo. Desde Adele Blanc Sec (Luc Besson, 2010) a la próxima Valerian (Luc Besson, 2017), pasando por Rosalie Blum (Julien Rappenau, 2015) o La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2015). También aquí se ha adaptado a Mortadelo, El capitán Trueno, Arrugas o Anacleto. Vamos en la misma dirección. Las adaptaciones no tienen que estar limitadas al género. Otro caso, pero al revés es El ministerio del tiempo, una serie de TV que se acaba de convertir en tebeo. Lo dicho, el concepto de formato ha cambiado mucho.

- Otro tema es de las autoras. Ahora hay una avalancha. Me acuerdo de antes cuando no había chicas en las tiendas de cómics y mejor, porque como éramos unos pajilleros nos daban miedo. Lo que sí había personajes femeninos muy poderosos.

- El cómic siempre ha tenido algo de machista porque ha sido un medio creado por hombres y para hombres, y las heroínas eran para hombres, muy sexualizadas. Lo que ha pasado es algo natural, que han entrado autoras aportando una visión más real, sin estereotipos, y eso ha llegado incluso a los superhéroes como ejemplos como Ms. Marvel (G. Willow Wilson y Adrian Alphona). Han hecho dos grandes cosas: la primera, romper el techo de cristal, por el simple hecho de entrar y tener una visibilidad que se les negaba. En el mundo de los superhéroes su presencia era testimonial. Y no creo que hayan aportado una sensibilidad diferente sino, simplemente, una necesaria naturalidad que se había perdido. La segunda es que, al aumentar el número de autoras han atraído a más lectoras. Algo que ya pasaba en el manga, donde la mujer siempre ha estado más presente a todos los niveles. Lo que no era normal es que habiendo más lectoras que lectores de libros, hubiera muchos más lectores que lectoras de cómic. Pero ahora hay muchas autoras necesarias: así de memoria te puedo destacar a Ana Galvañ, Marion Fayolle, Zeina Abirechad, Begoña García-Alén, Conxita Herrero, Sarah Glidden, Laura Pérez Vernetti, Catherine Meurisse, Ana Olcina... ¡Y me dejo muchísimas!

- Y la última pregunta ¿Krazy Kat es un gato o una gata?

- Esa es una pregunta muy difícil de responder y, depende de lo que digamos, cambia toda la historia. Por suerte, ahora la identidad sexual la define cada uno, pero hay que reconocer que Herriman fue un adelantado a su tiempo. Si es un gato o una gata, eso lo tiene que decidir Krazy, y los lectores deben respetar su opción. Y eso si quiere decirlo. Si no, es un tema íntimo entre Ignatz y Krazy.

La cárcel de Papel (Ed. Confluencias). 598 páginas. 26 euros.

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