COME Y CALLA

La casa de comidas caseras que alimenta al barrio de Benicalap con sus platos calientes a 2,50 euros

Durante el estado de alarma, Come y Calla se ha convertido inesperadamente en un pequeño oasis para repartidores y trabajadores que llegan desde otros puntos de la ciudad

| 24/04/2020 | 3 min, 24 seg

Hace ya 15 años que los guisos y arroces de Maite triunfan en el barrio de Benicalap. La casa de comida casera que regenta esta mujer junto a su marido Toni se llama Come y Calla, un nombre de lo más expeditivo. Suena a “no hay excusas para quedarse sin comer”. Y algo de eso hay.

Este es uno de esos pequeños negocios que hacen compatible la viabilidad empresarial y la vocación de servicio social. Su aportación es sencilla pero esencial para un barrio obrero, cuyo censo incluye también a muchos vecinos de la tercera edad que viven solos y no pueden cocinar. Todos los días de la semana, de lunes a domingo, ofrecen cinco platos calientes a 2,50 euros la ración. Los martes llega el frenesí; es el Día del Cliente, y todas las elaboraciones que salen de la cocina se venden a ese precio reducido. Ya es tradición observar una larga fila de gente aguardando su turno junto a la puerta; son muchos los que hacen acopio de platos variados para cubrir las comidas de toda la semana: carnes, pescados, mucha verdura, arroces, potajes de legumbres y guisos.

Obviamente, con todo esto del coronavirus, el panorama ha cambiado. “Nos ha bajado mucho la faena, porque lógicamente hay muchos clientes habituales que no salen de casa para nada”, explica Maite. Jose, vecino de 76 años, es uno de los clientes habituales que sigue fiel a su cita. Para él, que cuida desde hace años de su esposa enferma, la visita a Come y Calla sigue siendo muy necesaria. “Voy al menos dos o tres veces por semana, sobre todo los domingos, porque la paella valenciana les sale riquísima”, concreta.

“Nuestra clientela tiene un nivel adquisitivo medio o bajo. Muchas son personas mayores; pensionistas que no tienen quien les cocine. Así que a ellos les viene de maravilla; vienen todos los días y tienen asegurado su plato caliente”, afirma Toni, artífice de uno de los postres estrella de la casa: el tiramisú. Ahora que muchos de ellos no pueden bajar a la calle, el negocio ha encontrado inesperadamente otro nicho de mercado. “Desde que pusieron el estado de alarma -continúa- hemos notado que nos viene mucha gente de otras partes de la ciudad, que se han enterado de que estamos aquí por el boca-oreja. Camioneros que hacen repartos, o trabajadores de servicios de desinfección. Nos lo agradecen muchísimo porque no encuentran donde ir a comer en la ciudad”. En otras palabras, la popularidad de Come y Calla ha traspasado las murallas invisibles de este barrio tranquilo que siempre ha vivido ajeno al jaleo de los restaurantes del centro. Se ha convertido, de forma inesperada, en un oasis para muchos de esos trabajadores que hacen calle y no tienen oficina ni cantina de fábrica.

Esta casa de comidas ya hacía un gran papel antes de la pandemia, sobre todo con las personas mayores -nos cuenta Verónica, otra vecina del barrio-. Es económico, pero no dan la típica comida de batalla aceitosa. Todo lo contrario. Es un lugar limpio, donde siempre te atienden muy bien y además se nota que cocinan con cariño y pensando en ofrecer variedad y opciones saludables. Incluso tienen siempre una opción vegetariana”.

Maite, con voz cándida, se despide con la esperanza de que todo esto acabe pronto: “Echo mucho de menos a mis clientes, porque no solo son clientes. Yo soy de este barrio de toda la vida, y aquí nos conocemos todos”.

Nombre: Come y Calla
Dirección: General Llorens, 9
Horarios: De lunes a domingo. De 12 a 15,30 horas.

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