Y a lo largo de este tiempo, 4 meses que lleva abierto, no han hecho más que reforzar cada una de mis palabras.
La artífice, Inés, alemana de nacimiento, lleva en la restauración desde sus 20 años. Con esta edad ya marcaba bien la dirección cuando decidió montar un chiringuito en Calpe. Un chiringuito en bioconstrucción, eso sí. Esto significa que cada uno de los elementos que lo conformaban tenían segunda vida, eran de bajo impacto ambiental o ecológicos. Allí, a 100 metros de la playa, cuando todavía no sabíamos que existían estos conceptos, montó su barra de cócteles naturales sin alcohol. Habría sido mi paraíso (el mío, y el de cualquier abstemio).
Más adelante, alrededor de los años 80, probó suerte en Benissa, con otro local también en bioconstrucción y ofreciendo una carta más amplia, aunque siempre vegetariana. Suerte que le duró, por cierto, 8 años. “Venían desde Alicante adrede para comer”, me cuenta. Toda una hazaña tratándose de los tiempos que corrían.