El aislamiento, utilizado históricamente como un método de tortura, desnuda a las personas ante ellas mismas y, con suerte, antes las otras que habitan bajo el mismo techo. Las consecuencias del confinamiento prolongado en términos de salud mental están por valorar pero serán significativas.
El aislamiento nos ha puesto delante del espejo para que nos veamos de verdad como somos. Entre el rechazo o el ansia para volver a lo de antes, la transformación digital de la vida social y laboral o el redescubrimiento del vecindario, nos hemos reconocido después de un tiempo sin mirarnos en profundidad. No son casos aislados los de esas personas a las que no ha gustado la imagen que han visto.
A las ciudades les ha pasado un poco lo mismo. La pandemia está sirviendo de espejo amplificador mostrando todas las contradicciones de las urbes en pelotas. Ha enseñado claramente la diferencia entre la ciudad que late(o puede latir), y la que no lo hace.
Dichas contradicciones fueron el centro de una conversación en forma de webinar, organizada por la Cátedra Transición Energética Urbana del Ayuntamiento de València y la UPV, en la que tuve la suerte de participar junto al profesor de geografía de la UAB Oriol Nel·lo, Pablo Martínez del estudio 300.000kms y Begoña Serrano, directora del Instituto Valenciano de la Edificación, moderados por Sergio Belda de la Univerisat de València y presentados por el director de laCátedra, Tomás Gómez (podéis verla en este enlace).
Oriol Nel·lo señaló la contradicción de la densidad, que es problema por la extensión de la enfermedad pero a la vez salvación. Explicó cómo se ha hecho evidente que la clase trabajadora es la que sostiene a la ciudad y la importancia de determinados empleos que antes eran invisibles. Habló de la oportunidad de está ocasión para avanzar derechos sociales con mejoras ‘tácticas’ que se conviertan en estructurales. La obsolescencia de las recetas neoliberales abre la puerta para una nueva centralidad de lo público.
Begoña Serrano centró su intervención en las cuestiones climáticas y arquitectónicas. La pandemia ha dejado respirar a la ciudad haciendo más necesaria que nunca una arquitectura que permita la autosuficiencia energética y con mayores terrazas, balcones y zonas libres. Deberíamos prepararnos para confinamientos más largos y posiblemente con interrupciones de suministros, y valorizar el papel de lo local en la gestión de situaciones como esta.
Para Pablo Martínez no es la ciudad lo que no es viable sino la vida urbana tal como la conocíamos. Para el diseño de la futura vida urbana se hace necesario una infraestructura democrática de datos para conocer el territorio y no actuar a ciegas. Deberíamos aprovechar para reducir para siempre el tráfico privado en beneficio de las personas. La política del gobierno central ha mostrado que no tiene la capacidad de visión y de granularidad que da la ciudadanía y lo local. Deberíamos reivindicar la variable urbana en las políticas públicas.
El espejo nos ha enseñado como somos, ha retratado el estado de forma de la ciudad. Ahora que hemos identificado contradicciones y posibilidades, será una tarea colectiva, pública y urbana resolver las primeras y aprovechar las segundas.