El director de cine Éric Rohmer dijo en L’ amour l’après-midi que los amantes quedan para comer mientras que los matrimonios cenan frente a la tele o se disfrazan los sábados para ir a restaurantes con salones familiares. Paradójicamente, la franja diurna, a la luz, es la reservada para las infidelidades, mientras que la noche revierte el acto del placer gastronómico en un acto cotidiano —o simplemente en un acto nutritivo—. El psicólogo Álvaro Saval nos ilumina: "La infidelidad se asocia siempre a la noche. Por eso si quedas con alguien para una infidelidad debe ser a la luz del día. Nadie va a sospechar de dos personas almorzando, comiendo o merendando. Las citas románticas también son de noche pero, ¿quién va a preguntarse qué hace ahí esa pareja comiéndose una napolitana de chocolate? Ya te lo digo yo, nadie".
Saval, como buen ángel exterminador de la idea más difundida del amor, añade que “Estando de moda las ‘experiencias gastronómicas’ y las ‘clandestinas’ la combinación comida con infidelidad suena demasiado sugerente. Demasiado inmoral todavía para nuestros tiempos pero habiendo convertido todo en un negocio alguien debería estar aprovechando ese nicho (guiño guiño). Ya se hace por las noches en algunos hoteles a los que puedes acceder sin que nadie te vea, no cabe otra justificación que sea para ocultarse. Se debería hacer con todas las experiencias que son de ‘pareja’ y que también deberían tener derecho a disfrutar aquellas que no son oficiales. Al fin y al cabo nunca se sabe cuál es el verdadero amor”.
El daddy más pelirrojo del Levante, Ferran Salas, del que dicen que tiene experiencia en asuntos de amor (gracias Papá Levante por tantos temazos de acid folk flamenco psych de culto) cuenta esto: “Recuerdo una vez que fui con una amiga a comer, bebimos vino, y la cosa se desmadró un poco, al salir el camarero le dio recuerdos para su pareja. A no ser que quieras dejarlo y no sepas cómo decírselo. Ahí NO. En cuanto a los sitios que SÍ. Una sala discreta, clásica, de toda la vida. Comandadas por adultos que han visto hasta al Papa toreando. El Bressol, Civera, Askua o incluso Aragón 58. Si vas, vas con todo, nada de esconderse como las ratas. La cartera llena y a gastar titos. Como si lo hicieras a diario joder. Con naturalidad. Aquí la cinegética es ley. Tienes el culo pelao como un mono titi y más cuernos en tu haber (puestos y recibidos, ojo) que la sala de trofeos de Enrique Ponce. Ya sabes como va esto: no debería contarlo y sin embargo, cuando pido la llave de un hotel y a medianoche encargo un buen champán francés y cena con velitas para dos, siempre es con otra, amor. Nunca contigo. Bien sabes lo que digo”.