Hoy es 10 de octubre
PP y Vox han ganado en la Comunitat Valenciana. Han ganado la Joya de la Corona del 28M, dicho sea con todo respeto a las restantes CCAA. Ambos partidos han logrado cerrar, con la salvedad de Catalunya, el eje mediterráneo; ese punto cardinal que siempre ha inquietado, por su historia, cultura y personalidad económica, a algunos círculos más amante de aristas y espinas que de actualizar su discurso y ampliar su mirada de España.
De la reciente combinación de ambas formaciones se ha desprendido una lógica ya cultivada en el pasado: la de tomar la Comunitat Valenciana como campo de pruebas. Motivos no faltan porque es un atractivo territorio que abarca el 10 por ciento de la población española, un espacio tenido por emprendedor y, en el erróneo imaginario de muchos, identificado como región rica. Una Comunitat que, en lo histórico y cultural, recoge la herencia de su lengua propia y la de haber formado parte de una Corona de Aragón alejada de las riquezas coloniales americanas y mucho más atenta al Mediterráneo. Un lugar peculiar, reivindicativo a su modo y manera, con un amplio impulso último estimulado por su crónica infrafinanciación.
¿A qué pruebas se la está sometiendo en este nuevo tiempo político? Veamos dos ejemplos.
PP y VOX han logrado un récord con su pacto. Récord en el tiempo empleado para su cierre, como podemos constatar a la vista de lo ocurrido en otras Comunidades. No sin razón: la Joya de la Corona tenía prioridad, aquí y en Madrid, no fuese a suceder que en otros lugares se complicasen las cosas y contaminasen la confección del acuerdo valenciano. Deprisa, deprisa, parece haber sido el lema, porque el pacto en la Comunitat Valenciana también concedía al señor Feijoó su mayor victoria interna, ante la imposibilidad de reivindicarse como protagonista de la conseguida en Madrid, copyright de la presidenta Ayuso.
Y no sólo un récord en velocidad pactista: también de generosidad por parte del PP (¿quizás porque aquélla exigía ésta?): la presidencia de les Corts más una vicepresidencia y el 30 por ciento del gobierno valenciano pasan a manos de VOX. Sí, a continuación ha venido la explicación de que ese porcentaje es mucho menor en términos presupuestarios; pero lo que no se ha revelado es que esas consellerias, -Cultura, Agricultura, Justicia-, acogen el mayor santabárbara de los conflictos que pueden generarse por un gobierno autonómico si la totalidad o parte del mismo, como se ha constatado en otros lugares, obtiene sus mayores réditos políticos de forzar la confrontación social.
Y eso es lo que, como mínimo, persigue VOX. Con el departamento de Cultura no se requiere de mucha imaginación sobre su futuro. Tenemos el clásico enfrentamiento anticatalanismo versus catalanismo. Pero no perdamos de vista el punto central: ni a VOX (ni a parte del PP) les agrada el valenciano; esa lengua que, con grandes dificultades, apenas desea otra cosa que sobrevivir dignamente en un mundo que experimenta constantes pérdidas de diversidad lingüística y cultural. Es en este flanco, castellano versus valenciano, donde brotarán con mayor probabilidad las fuentes de un enfrentamiento forzado y alimentado por el presupuesto de la Generalitat. Una disparatada confrontación que se acrecentará disparando contra la escuela en valenciano y los medios de comunicación que lo emplean: el Minotauro de la lengua y la cultura empuñando banderillas negras.
Y no sólo la cultura. El control del departamento de Agricultura supone el mando de un fortín desde el que ensanchar la guerra del agua, más aún cuando se fija como objetivo el crecimiento del regadío. A los que hace cuarenta años conocimos los choques entre Pego y Dénia o entre Nules y Onda, -relativamente pequeños, pero con claras pérdidas de convivencia ciudadana-, nos provoca una intensa preocupación la manipulación del agua y la irresponsabilidad de prometer este recurso básico sin disponer en absoluto de ninguna base técnica para ello. Se atisba un duro populismo que también puede extenderse a la misión de desprestigiar Europa, haciendo uso de la descalificación visceral de la Política Agraria Común (PAC). ¿Hacia dónde caminan tales posiciones? Sencillo: a la renacionalización de las políticas europeas comunes, el consiguiente debilitamiento de Europa como actor internacional y el lavado de cara del iliberalismo como agente ideológico de la nueva escena europea.
Cultura, Agricultura…y Justicia. Y, con ésta, entre otros medios, los juzgados de violencia de género, -los existentes y los pendientes-, y las oficinas de asistencia a las víctimas de dicha violencia. Un modelo en desarrollo, genuinamente valenciano, bajo el control e iniciativa del negacionismo de VOX. ¿Se conocía este detalle cuando se firmó el pacto del “corre, corre”?
El programa acordado por PP y VOX se configura como otro campo en el que la Comunitat Valenciana asume el rol de conejillo de Indias. Todo se inició con los cinco puntos, con aquellas Cinco Tautologías del tipo Juan se llama Juan o en servicios sociales prestaremos servicios sociales. Tras la rechifla suscitada se hizo público un nuevo documento que multiplicaba por 10 el inicial. Esos 50 puntos se pueden considerar, pues, la sosegada visión programática de ambos partidos y sus ambiciones para el futuro de los valencianos. El lector dispone de fácil acceso al documento en Internet y podrá juzgarlo por sí mismo. Por ello, de este nuevo campo de pruebas, me limitaré a señalar algunas presencias y bastantes de las ausencias relativas, principalmente, al ámbito económico.
En principio, del documento lo único que resulta claramente entendible es el propósito de eliminar impuestos (Patrimonio, Sucesiones y Donaciones, tasa turística) o su reducción (IRPF y tasas autonómicas). Lo que no se dice en ningún lugar es:
Primero. Cómo se conseguirá el objetivo de que el gobierno central y las demás CCAA muestren su conformidad a un “sistema de financiación justo” para los valencianos, -lo que incluye algún tipo de condonación de la deuda histórica-, si la Generalitat reduce su presión fiscal. ¿Se dan cuenta PP y VOX de lo contradictorio y provocativo de esta doble posición que se resume en dadme más dinero para que yo pueda bajar mis impuestos y mantener los servicios públicos a mi manera?
Segundo. Tampoco se indica a qué nivel de deuda se está dispuesto a llegar tras la rebaja impositiva o a qué servicios de la Generalitat se les aplicará la tijera. Y no cabe jugar al engaño diciendo que sanidad llegará al 30 por ciento del presupuesto total, porque lo que vale son las cifras absolutas y no los porcentajes: en el límite, el 30% de cero es cero.
Tercero. El sesgo de la propuesta fiscal no deja lugar a dudas sobre los beneficiarios de la misma. Incluso cuando se habla del IRPF, la reducción ya se indica que llegará a todos los tramos; y el matiz de que se aplicará especialmente a los salarios medios y bajos no modifica el mensaje porque a un trabajador la rebaja de un 5% le puede suponer unos pocos euros, mientras que a un contribuyente rico el ahorro fiscal de un simple 1% le aporta decenas de miles que se añadirán a los eludidos con la desaparición del impuesto sobre el Patrimonio.
Éste es sólo un ejemplo de los sesgos existentes en el programa acordado por los socios del futuro Consell. Pero, más allá de éste, algo les tendría que haber importado, a los negociadores del pacto, cuestiones como el paro, la productividad de la economía valenciana, la I+D y la innovación empresarial, los restantes intangibles y la transición digital. Sin embargo, estos asuntos cruciales no forman parte de tan distinguido programa.
Asimismo, de haber estudiado la actual situación económica valenciana, los negociadores algo habrían conocido de la relevancia sistémica de los fondos Next Generation y su consiguiente importancia para la Comunitat Valenciana. Les habría venido a la cabeza, igualmente, que ya existe un amplio y bien fundamentado programa de política turística, acordado con los empresarios. Habrían atendido al aumento de la dimensión de la empresa valenciana y a la importancia de la reindustrialización en tiempos de fragilidad para la globalización. O a la presencia de la educación en las nuevas expresiones de la formación profesional.
Y, salvo que estén enterradas por el negacionismo del cambio climático, presente en el copia y pega de VOX, algún modesto punto habrían merecido las energías renovables, la continuidad de las inversiones en curso y la posición de la Generalitat al respecto: ¿o estará el futuro equipo del gobierno valenciano maquinando regatear este tipo de energías para mayor gloria de la dogmática negacionista? Asimismo, los negociadores podrían haber mencionado, en algún lugar del programa, lo que piensan de los proyectos inversores internacionales que han confirmado su implantación y de aquellos otros sobre los que existen negociaciones en curso, si es que realmente les interesan.
En síntesis: ¿están PP y VOX por la labor de reforzar la economía valenciana o se inclinan por una visión paternalista de la empresa, incluidas las explotaciones agrarias, sin compromisos concretos y el empleo de un lenguaje tan pretencioso como vacío?
Y, hablando de otras cosas: ante la exaltación del ruralismo que pregona VOX, ¿cómo se explica el silencio sobre los incendios forestales existente en el programa? Y, en la misma línea, cabe interrogarse por el que se refiere a la racionalización del uso del agua de riego llevada a cabo, durante décadas, por la Generalitat: ¿también resulta peligroso hablar de ·”racionalizar”, incluso existiendo, en el mencionado programa, el objetivo explícito de ampliar el regadío? ¿Lo es mencionar la universidad y las infraestructuras de investigación? ¿Y qué ocurre con el cooperativismo?
Un suma y sigue de clamorosas omisiones, mientras se anuncia, por el contrario, que “Ejecutaremos todas las inversiones pendientes para garantizar la conectividad, especialmente por vía ferroviaria”; fíjese el lector que se usa la primera persona del plural en un programa referido a los compromisos de la Generalitat. Esto es: que los hacedores del pacto del sprint hacen suyo, por ejemplo, la responsabilidad de ejecutar (y, por tanto, pagar) lo que queda pendiente del Corredor Mediterráneo en la geografía valenciana…sin disponer de competencia alguna sobre dicha infraestructura, entre otras muchas como las de Cercanías. En este asunto, ¿han sido los negociadores víctimas de un bochornoso desliz o sustituirán PP y VOX el modelo radial por un radical modelo de independencia inversora, excluyente de las instituciones del Estado?
En definitiva, la conclusión global que se extrae de lo expuesto es que se somete a la Comunitat Valenciana a un programa hecho sin criterio, desmadejado, reaccionario y contradictorio; un documento ignorante del conocimiento existente sobre la Comunitat Valenciana y alejado ya no sólo de prioridades futuras, sino de las necesidades actuales más comunes y sentidas. Tomás Trénor, impulsor y financiador de la Exposición Regional de 1909, presentó a la sociedad valenciana lo que era capaz de hacer y ambicionar en aquel momento, aunque muchos lo ignorasen. Por más que fuera conservador, militar y aristócrata, si ahora levantara la cabeza se habría avergonzado de quienes, pese a disponer de todas las facilidades para conocer y entender racionalmente la Comunitat Valenciana, confunden ser de derechas con ser profundamente tradicionalistas, reaccionarios, ignaros y populistas. Tal parece como si ante la palabra progreso sintieran las emociones propias de los meapilas económicos y sociales.
Los valencianos, en el pasado, ya pasamos pruebas que tenían la misma intención que las dos arriba mencionadas: comprobar hasta qué punto éramos capaces de soportar lo que hubiera resultado inconcebible en otros lugares. Ahora, ya desde el momento inicial, se nos pone a prueba de nuevas impunidades, tras esa metamorfosis programática que mira al pasado como si nada hubiera sucedido en una Comunitat que, más que nunca, guarda sentidas ambiciones. Sólo de nosotros, como ciudadanos libres y responsables a nuestra escala del bien común, depende que avance o no la reputación y fortaleza de la Comunitat Valenciana y la de quienes la vivimos y amamos sin renunciar a elevarla sosteniendo un marco de concordia y leal convivencia.