Porque no solo de humedad vive el verano valenciano, un recorrido por algunos de los elementos que encarnan con precisión una manera de vivir el verano en València.
VALÈNCIA. Además de la humedad, ¿qué define mejor un verano vivido a la valenciana? Porque este verano, como ninguno, requiere acariciar la epidermis propia y retener la mirada hacia dentro, planteamos qué obra, qué diseño, qué objeto, qué creación encarna de una manera más precisa la forma de transcurrir por el verano en la ciutat.
El mío es el cartel de Renau para el balneario Las Arenas. Por ese chapuzón preciso hacia un verano que combate la ligereza del ‘Levante’ y reivindica la precisión técnica de una sociedad que se tome bien en serio sus piruetas. La capacidad para hacer del placer un engranaje depurado. Y porque, para qué mentir, supura la nostalgia que todos, un poco, acarreamos por una València idealizada que no vivimos… y que puede que ni tan siquiera existiera.
Eso, qué o cómo se canaliza mejor los valores de nuestro verano.
Una primera ronda de contacto recorre los referentes que deben crear un tablero de puntos a los que agarrarse.
África Pitarch, ilustradora y arquitecta: “Para mí, el verano en València llega con la piscina de casa de mi abuela. Tengo la suerte de poder escaparme allí cuando empieza el calor. A mediodía, no comemos hasta que no hagamos el aperitivo en la piscina y allí hay unas sillas que han aguantado tormentas y olas de calor desde yo tengo recuerdos. Son las típicas sillas de forja blancas con formas redondeadas. Esas en las que parece que el respaldo haga la forma de un corazón. Y la sensación de verano de la que hablo tiene una conexión directa con esas sillas: la de sentarme con los muslos en tensión sobre el almohadón amarillo redondo que hay atado con lazos al respaldo para, así, evitar tocar la forja porque arde y beberme la Coca-Cola muy fría, ahí, sentada en equilibrio”.
José Ignacio Casar Pinazo, ex director Museu Belles Arts: “Mi vida, por aquella ya muy lejana infancia, transcurría en Madrid. La ilusión de pasar el verano en Godella con mis abuelos, puede vincularse a la mecedora de mi abuelo Ignacio, que todas las tardes sacaba a la calle para disfrutar de las suaves brisas que desde la costa llegaban a la puerta de su casa (la orientación norte sur del pueblo, situado sobre una de las colinas que delimitan la huerta, impiden que las casas reciban los vientos marinos, que transcurren exclusivamente por las calles). Salir a la fresca, a buscar los efectos benefactores de la brisa marina, no era más que una excusa para charlar un rato con los vecinos. La mecedora, que todavía conservamos, evoca aquellos tiempos que el cocktail de la inocencia, la falta de preocupaciones, el verano y, claro, la nostalgia, hace añorar”.
Cristina Chumillas, gestora artística: “Me traslada al verano, de manera muy especial, la serie Malvarrosa de Jordi Martínez. Una serie de ocho ilustraciones de influencia claramente arquitectónica, con un elevado gusto por la geometría y el minimalismo a base de líneas rectas y formas depuradas. Una gama cromática muy definida, convierte los espacios bañados por la luz del Mediterráneo en lugares muy serenos. Me resultan placenteras porque son ajenas a cualquier intervención de las personas que las habitan o las puedan transitar y porque viven al margen del ruido implícito de las vacaciones para transmitir la calma chicha del estío”.
Patricia Bolinches, diseñadora gráfica e ilustradora: “Cuando pienso en verano lo primero que me viene a la mente es esa vieja costumbre muy típica de los pueblos que desgraciadamente se está perdiendo, salir a la calle con tu silla para hablar con los vecinos. Sin aire acondicionado, sin tele, sin wifi ni chat. Sabios eran nuestros abuelos así que aprendamos de ellos. A la frescoreta de la nit una bona charraeta i al llit”.
Manuel Borrás, editor (Editorial Pre-Textos): “Cualquiera de las tablitas de Sorolla que se encuentran en la actual exposición en Fundació Bancaja titulada Sorolla. Cazando impresiones. Sobre todo cualquiera de las representan escenas de playas, huertos o jardines caseros con sus correspondientes sombrajos. Esas son las imágenes de la quietud que requiere la estación estival”.
Dídac Ballester, dissenyador: “Un disseny de Daniel Nebot de l’any 1984 i encara me les trobe per Pinedo quan vaig a la platja i per places de València. Quan les veig em recorda a la mar i als xiquets jugant a mullar-se en una plaça d'un barri com Patraix o Benicalap”.
María Pradera y Lorena Sayavera, diseñadoras Estudio Yinsen: “Un producto tradicional hecho de barro poroso que mantiene el agua fresca por mucho que el calor apriete. Para nosotras representa especialmente a este verano 2020 en el que se espera una vuelta a los pueblos y un auge del turismo nacional. Elegimos este objeto por su sencillez, efectividad y carga icónica”.