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tejer y destejer / OPINIÓN

La cruzada de las niñas

28/03/2019 - 

Las hermanitas balinesas Isabel y Melati Wijsen, de 10 y 12 años, llevan tres años luchando contra las bolsas de plástico que tardan siglos en deshacerse. Empezaron recogiéndolas en la playa con sus amigos y han acabado siendo heroínas nacionales en su especialidad de cuidadoras del medio ambiente e influyen en el gobierno. Hay otras muchas niñas heroicas, como la mexicana de ocho años Xóchitl Cruz, que ha recibido el reconocimiento a la mujer del Instituto de Ciencia Nuclear de la UNAM por su labor de divulgación y concienciación científica. El jovencito mexicano Xiuhtezcatl Martínez lleva en el activismo medioambiental desde los 6 años y tiene una demanda contra el malvado payaso Trump por incumplimiento de los acuerdos internacionales del calentamiento global.

Mientras ellos trabajan por un mundo que es el suyo, y cuyo futuro personal e inmediato les provoca un miedo tan auténtico como comprensible, los políticos maduretes del mundo, acomodados en sus poltronas, juegan al ajedrez con el planeta, los cargos, los partidos y los dividendos, murmurando a veces algo inininteligible sobre las energías renovables. En realidad, no tienen la menor intención de renovar nada que no sea un buen negocio, como el de los cochecitos eléctricos. Cuchichean por los pasillos, respirando aire acondicionado bajo luces de neón, pasean negociando la nada por laberintos enmoquetados, y peroran en anfiteatros ultraconfortables, dotados de rótulos, cronómetros y micrófonos abatibles. Son gente atildada y ceremoniosa. Continuamente montan en sus países carnavales y circos, en los que compiten en la suntuosidad de las máscaras, que no bastan para disipar el mal aliento de sus bocazas, de las que salen más números que palabras. Nos tienen asqueados, seamos niños o yayoflautas, niñas o adolescentes. El fantasma asmático de la contaminación y otros monstruos grises del sistema abren sus alas sobre nosotros sin crear luz ni sombra, sólo niebla, mientras los organismos internacionales ofician sus rituales impolutos y se hacen fotos sonriendo al mundo.

No todo está perdido, sin embargo -piensa una con optimismo-, mientras haya niñas como Greta Thunberg. Greta, sueca de 16 años, mete el dedo en el ojo del sistema, pidiendo cuentas a los gobiernos y las industrias por el presente y el futuro del planeta, con un discurso duro y transparente que ha calado entre los jóvenes del mundo. Es una niña de voz clara y contundente. Su terca presencia activista todos los viernes ante el parlamento de su país, protestando contra un abuso que está a punto de pasarse de la raya -si no lo ha hecho ya, sin remedio. Se ha convertido en una líder. Ojalá los medios no la estropeen ni los premios la ablanden, haciéndola creer que sus palabras no caen en barbecho.

De momento, Greta Thunberg la ha liado buena este mes de marzo con una huelga mundial -1.000 ciudades de 86 países del mundo- de jóvenes de Fridays por future. En España, el “15-M Climático”, ha tenido una repercusión poco entusiasta para los políticos y los medios de comunicación, pero esperanzadora para el paisanaje de a pie. Muchos niños, jóvenes y mujeres se han lanzado a la calle sabiendo lo que quieren. Acabarán –acabaremos- aprendiendo algo que los partidos -o enteros o como se llamen-, del centro derecha y de ultraderecha virulenta, no quieren que se sepa. En el “centro-centro” no hay más que un agujero hediondo, que muta según unas reglas de ganancia y destrucción. El mundo no está gobernado por los muertos, como dice el siniestro Kazanian, personaje de Darío Argento, sino por una panda muy viva de ignorantes, farsantes y sobre todo cínicos. Nos caeremos todos en el potaje del diablo porque la casta o la oligarquía, como prefieran, no quiere ni oír hablar de cambios. A todo lo más que están comprometidos es a conservar en formol, o criogenizadas, las democracias averiadas y las tiranías democráticas. Quizá sólo las chicas y los niños, con su justicia desprejuiciada, empiezan a tomar conciencia, como las mujeres, como los viejos, de que nos están llevando al huerto, y de que este planeta maltratado y explotado no puede dar más de sí y se calienta o se enfría con térmica de fiebre maligna e innatural, créanlo o no el presidente del peluquín anaranjado o el cuñado del extinto Rajoy.

Los pequeños cruzados medioambientales, cuando llegan al uso de razón, se preguntan –con retórica política auténtica, no como la de los políticos liberales adictos a la plusvalía y al excedente-, cómo será el planeta cuando ellos tengan la edad de los que ahora nos malgobiernan. ¡Ay, Greta Thunberg, ojalá que para cuando cumplas setenta y tantos años se haya podido poner remedio, que el planeta siga enfermo pero vivo! ¡Que no tengas que repetir a tus nietos la misma amarga melopea del “no se podía hacer nada”! Sí se puede, y vosotros lo reclamáis con sabia simplicidad. Los cantos de sirena del “no se puede” son los que nos están llevando a la catástrofe de la desigualdad, la contaminación y el desaliento.

Niñas balinesas de las bolsas de plástico, Greta la joven vikinga, heroína Malala Yousafzai de frente de titanio, no os detengáis, por los dioses. Niños de “Juventud por el clima”, haced huelga en vuestros institutos pero no os quedéis en el cambio climático, seguid luchando por un mundo en que corazas de luz y juventud nos protejan de la gran mentira de los adultos, que no han encontrado un camino transitable y quizá no lo encuentren nunca porque algo perjudicó su evolución inteligente.

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