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Arrivée et Départ

La democracia de la muerte: Boltanski hace su 'rentrée' en Valencia

5/07/2016 - 

VALENCIA. Incansable Alain Resnais, el director francés dejó una cuenta pendiente. Arrivée et Départ es la cinta en la que trabajaba poco antes de su muerte, un trabajo que nunca se llegaría a materializar. Es lo que tiene el reino de Hades, capaz de dar por concluidas vidas en progresión con una agresiva interrupción. El título, sin embargo, renace de sus cenizas gracias al artista Christian Boltanski, que regresa a Valencia de la mano de José Miguel García Cortés y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) con siete instalaciones que nadan entre el pesimismo y la distancia con respecto a una muerte a la que Boltanski ya no mira con miedo.       

El artista, galardonado con el XIV Premio Internacional Julio González, hace su 'rentrée' en Valencia 18 años después de realizar junto a Cortés la muestra Compra-venta en el Almudín y de impartir un taller en el IVAM en 2005. Lo hace con una exposición que algunos tildarían de lúgubre, una muestra en la que recorre la vida a través de la democrática muerte, esa que resulta en la igualdad más absoluta. "El verdadero sujeto de mi trabajo es que creo que cada uno de nosotros es único e importante y, sin embargo, desaparecemos igual de rápido. De igual forma, todos son importantes: la gente que pasea por las calles, el presidente o el Rey", explica el artista.

Boltanski lleva al museo la reflexión en torno a la existencia, un "viaje iniciático" que se abre con Les tombeaux (1996), que procede del Museo Reina Sofía y propone una sala formada por siete tumbas anónimas con las que pretende conmemorar las víctimas sin reconocimiento. Alrededor de estos cofres, cubiertos de telas negras, sin bandera, se ubican decenas de retratos sin cara, cuadros negros que ponen el foco en el anonimato. Si bien la exposición se inicia por el final de vida, esto no es más que una manera de reforzar la idea de ciclo de la misma. No en vano, la segunda sala acoge La traversée de la vie (2015), montaje para el que el artista recupera las fotografías que tomó para L' album de la famille D, imágenes datadas después de la Segunda Guerra Mundial y que imprime en telas translúcidas en lugar de sobre un muro.

Las caras de la muerte

La atmósfera fantasmagórica presenta el pasado y presente de la vida, el tránsito entre la salida y la llegada. La instalación Départ-Arrivée (2015) está formada en su primera parte por ochenta y seis bombillas de luz roja y en su segunda parte por noventa y nueve bombillas de luz azul, las dos casillas que marcan el inicio y fin del juego. “Tenemos la oportunidad de ver siete grandes instalaciones que son auténticos espacios teatrales, en los que Boltanski no tiene tanto interés en que el espectador se sitúe frente a la obra sino que entre en ella, se introduzca y se deje llevar por los diferentes elementos que utiliza porque lo importante es que se introduzca en esa experiencia de sensaciones visuales y auditivas”, explicó Cortés durante la presentación de la muestra. 

De las dudas de la vida a la opresión por la posibilidad de la muerte. Para La reserva de los suizos muertos (1991) Boltanski recopiló diariamente fotografías que encontraba en la sección necrológica de un periódico suizo, una instalación asociada directamente con la tragedia del Holocausto. Compuesta por miles de cajas metálicas, cada una de ellas muestra una pequeña imagen con el rostro de uno de los fallecidos, cofres que recuerdan a esas cajas de galletas donde los más pequeños guardaban sus tesoros. Es en Reliquaire (1990) donde el artista amplía algunas de estas fotografías, con un carácter siniestro que dan paso al final de la muestra. Arrivée.

En Archives de l'année 1987 du Jounal El Caso toma fotografías del desaparecido diario español, conocido por sus artículos sobre crímenes y sucesos. En esta instalación el artista presenta 300 retratos de víctimas de secuestros, asesinatos y desapariciones, obra en la que las víctimas, al contrario que en Les tombeaux, se rescata del olvido a las personas como indivualidades sin perder el sentido anónimo que genera la multiplicación de fotografías. “Puestas una al lado de las otras no permiten discernir quién es quién, si es criminal o víctima. Las fotografías se caracterizan por la soledad, pero también me interesó esa vanidad de creencia en que no hay razón objetiva para morir. Sin embargo, al final nos convertimos en un montón de cenizas”, indica el artista.

La exposición pretende ser una experiencia casi espiritual que, en palabras del artista, “es como entrar en una iglesia con una luz más oscura y cuando salimos tenemos una situación contrapuesta” y esta experiencia convierte a los museos “en las nuevas iglesias, en los nuevos lugares de peregrinaje”, concluye Boltanski. Aunque, advierte, en esta "iglesia" no hay respuestas, sino "preguntas, preguntas y otra vez preguntas".

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