Les guste o no les guste a algunos, ChatGPT no va a desaparecer. Pueden quejarse y maldecir, pero cuando acaben de aburrir a todos con sus lamentaciones, ChatGPT y el resto de IA seguirán ahí. Así que, más que nada por ahorrar tiempo, deberían empezar a hacerse a la idea, sobre todo si afecta de forma determinante a su profesión.
Hay tres formas de enfrentarse a lo nuevo. La primera consiste en despotricar sin parar, ser catastrofista y hacer una enmienda a la totalidad en nombre de los valores superiores de lo antiguo. Toda música moderna (que no suene a lo de antes) es mala, toda última moda es ridícula y todo adelanto científico-técnico acabará con la civilización.
La segunda, menos habitual, consiste en abrazar toda novedad como la gran esperanza que acabará con los problemas del mundo y nos acercará a la utopía. Una utopía más bien indeterminada donde todos somos libres (otra palabra confusa) y felices. Por desgracia, ambas son bastante absurdas. Internet, por no irnos muy lejos, no acabó con el mundo ni lo salvó. Las dinámicas generales siguieron tal cual en el nuevo universo virtual: los monopolios, el pensamiento tribal, el entretenimiento vacuo…
Así que supongo que lo lógico es tomar la tercera vía, esto es, observar con objetividad e intentar comprender cómo funciona: qué podemos sacar de bueno y cómo debemos protegernos de lo malo.
En este artículo quiero centrarme en los problemas y retos de la llegada de ChatGPT al ámbito educativo, uno de los que se han visto más afectados por esta herramienta. Sé de docentes que ya están formándose e investigando, con bastantes ganas algunos. También he escuchado verdaderas barbaridades apocalípticas de personas que rehuyen cualquier conversación al respecto. Por la sencilla razón de que ya tienen la respuesta: ChatGPT es una aberración y no puede aportar nada bueno. ¿No les parece que no hay nada más infantil que esta actitud? Porque aunque cerremos los ojos, la realidad es la que es. Ningún profesor debería dar la espalda a las IA por una sencilla razón: su alumnado ya las está usando. Es muy probable que algunos de los trabajos que han entregado durante estos últimos meses hayan sido elaborados por ChatGPT. Así que si quieren quejarse, háganlo rápido, a 2x si es posible, y pónganse a trastear con las nuevas herramientas porque no hay tiempo que perder.
Platón dijo que la escritura acabaría con el saber y la memoria. Luego fue el ordenador quien iba a acabar con todo. Luego Google. Ahora es ChatGPT. Pero lo cierto es que, si sabemos usarlo, puede ser una herramienta útil, no tan diferente de un buscador. Recuerdo cuando era adolescente y hacer un trabajo significaba ir a la biblioteca a buscar en diversas Enciclopedias. Recuerdo que los malos alumnos solo buscaban en una. Copiaban descaradamente de un artículo. Con Google la cosa siguió igual. Los malos alumnos copian y pegan de una sola página web, a veces sin quitar los enlaces de hipertexto. Los buenos, sin embargo, buscaban y buscan en varias fuentes. Y con ChatGPT pues pasará un poco lo mismo. Los malos copiarán directamente lo que escriba la IA y los buenos la usarán como una herramienta más.
Hace unos meses descubrí que un par de alumnas me entregaban textos (de tipo argumentativo y periodístico) hechos por el algoritmo. Me di cuenta tarde. Me parecía sospechoso que en clase apenas escribían pero siempre traían de casa textos muy solventes. Aburridos y con poca gracia pero solventes. En estos textos no fue el lenguaje el que las delató (esas palabras de registro culto que copian de las páginas web y ni siquiera ellos saben qué significan) sino la estructura. Empezaban con una definición de los términos de la argumentación para después exponer el tema y cerrarlo con una conclusión floja pero a fin de cuentas conclusiva. Los estudiantes de esa edad no suelen estructurar tan bien los textos así que les pregunté: ¿Y este comienzo con definiciones? Su respuesta fue tajante: Es normal que primero definamos los conceptos, ¿no?
En ese momento me di cuenta de que ChatGPT les estaba enseñando a estructurar bien, que podía ser útil si yo sabía como guiarlos. Asumí que mi responsabilidad como educador era conocer la herramienta y enseñarles a utilizarla. Porque podía ayudarles, claro que podía. Y aquí voy a hablar, muy brevemente, de cómo hacerlo:
Lo primero que debemos asumir es que ChatGPT cambia el paradigma y coloca a su usuario en otro lugar. Si hasta ahora utilizábamos las herramientas digitales para corregirnos y asistirnos, ahora es al revés: la herramienta crea el contenido y somos nosotros los que debemos corregirla y editarla. Usando una metáfora musical, nuestro trabajo se asemeja ahora más a un DJ que trabaja con información previa y debe pulirla y modelarla para adecuarla a lo que necesita. Un cambio de lugar que a muchos parecerá indigno pero que, en realidad, va mucho con el signo de los tiempos (más creative commons que copyright) y que, bien enfocado, ahorra tiempo sin que el alumnado aprenda por ello menos.
Podríamos decir que con ChatGPT el foco debe ponerse en otros sitios: en primer lugar, en la labor para corregir y editar los textos creados por IA y en segundo lugar, y muy importante, en los PROMPTS (instrucciones) que el alumnado usa. Porque, como bien saben los filósofos, hacer las preguntas adecuadas es a veces tan importante o más que saber responderlas. A partir de ahora deberemos enseñar a hacer bien las preguntas para conseguir las respuestas adecuadas del algoritmo.
En realidad, el futuro de la educación tras las IA no se desvía demasiado de la tendencia de los últimos tiempos. Ni la memorización ni los ejercicios mecánicos ni los deberes tienen demasiado sentido ya. Al contrario, la tendencia (ahora inevitable) es enseñar en la participación activa y el uso práctico. Para que no nos engañen se hace necesario evaluar el proceso, no solo el resultado, y debemos enseñarles a explicitarlo mediante fuentes y esquemas previos así como a sumar reflexiones, anécdotas personales, opinión, etc. Pero esto que estoy diciendo no es más que lo que ya deberíamos estar haciendo en las aulas: no pedir trabajos mecánicos y no valorar solo el resultado sino su proceso, así como las reflexiones y opiniones personales suscitadas. En estos momentos es necesario que los estudiantes se den cuenta de que sus ideas son importantes y deben exponerlas.
Ante cualquier adelanto técnico, saldremos airosos con aquello que tenemos los humanos y no tienen las máquinas: LA MIRADA PERSONAL. Es lo que hicieron los pintores impresionistas y expresionistas frente a la fotografía, por poner un ejemplo bien conocido. Y es al poner en valor esa subjetividad como evitaremos que ChatGPT haga los deberes de nuestro alumnado. La semana pasada, sin ir más lejos, un buen alumno me entregó un texto reflexivo lleno de tópicos y bastante descafeinado, como suele ser todo lo que escribe (por ahora) ChatGPT. Hablé con él, con pedagogía: no sé si lo has sacado de una IA pero parece que sí porque tú reflexionas mejor y tu estilo suele ser irónico y divertido, mientras que este texto es aburridísimo. No le mentía. Tal vez ChatGPT le hizo el trabajo, pero debe entender que ChatGPT no es mejor que él. Que puede ayudarle pero no sustituirle. Esa mirada propia es nuestra mejor baza. Como educadores, debemos potenciarla.
Hay que enseñarles a usar los algoritmos. No demonizar ni prohibir su uso sino enseñarles cómo usarlos. Las IA pueden ayudarnos a buscar información (como una Enciclopedia o Google), a corregir la ortografía y el estilo, a organizar las ideas e incluso a estructurar mejor. Pero deben ser conscientes de que si no hay una revisión activa de los datos (ChatGPT comete errores y además no tiene la información actualizada) el texto no valdrá nada. Tal vez les escriba un texto, pero solo ellos pueden convertirlo en un buen texto: personal e interesante.
ChatGPT no es más que la homogeneización poscapitalista hecha algoritmo. Aprender a tunear ChatGPT potenciando la subjetividad y creatividad de cada alumnos puede ayudarnos a luchar contra esa homogeneización sosa y superficial que ya estaba ahí y la IA ha puesto en evidencia.
Acabemos de una vez con los ejercicios estructuralistas de rellenar huecos, con las memorización vacía y con los trabajos mecánicos y poco motivadores. Busquemos actividades donde prime la reflexión, la creatividad, el debate, el encuentro y la búsqueda de preguntas tanto como la de respuestas. Ahora tienen un asistente para hacer sus tareas: enseñémosles a dirigir y gestionar.
Y por último. ¿En qué puede ChatGPT ayudarnos a los docentes?
Pues en muchísimas cosas si usamos bien los prompts. Por citar algunos ejemplos, la IA puede realizar en segundos mapas metales, esquemas, listas, tablas (donde puedes poner el valor de cada columna), hojas de cálculo, ejercicios de rellenar huecos, exámenes tipo test, corregir ortografía y estilo, dar ideas (para crear temas, actividades adecuadas…) o feedback donde nos sugiere mejoras. Califica si le das los parámetros (explicándonos con argumentos su calificación) y es una herramienta estupenda para la adaptación de materiales pensando en la diversidad y la inclusión. Podemos ahorrar muchísimo tiempo usando este algoritmo. Por si pareciera poco, la IA será capaz de hacer las Programaciones Didácticas (y otras burocracias) si le damos las indicaciones adecuadas.
Las IA ya están aquí y no podemos ignorarlas. Cambiarán nuestra forma de hacer y, sobre todo, de evaluar. Nos apetezca más o menos, los tiempos han cambiado y debemos estar a la altura. Nuestros estudiantes ya lo usan. No enseñarles cómo hacerlo es educarlos en un mundo sin ChatGPT que, por suerte o desgracia, ya no existe.