Inés Carballo, bióloga marina, creó en 2021 su propia microgranja de espirulina en el valle de Guadalest: Aitana Espirulina se cultiva de abril a octubre en un invernadero, con energía solar y en balsas de agua depurada de lluvia.
En el corazón de la montaña alicantina, en la comarca de la Marina Baixa, Inés Carballo ha construido una pequeña granja de espirulina donde produce esta cianobacteria de manera artesanal para su consumo. Esta bióloga marina trabajó en una empresa en la que hacían biofuel con microalgas y allí conoció la espirulina industrial, que comenzó a consumir por sus propiedades. “Quince años después, de vacaciones por Francia, me topé con una granja de espirulina artesanal y quise aprender a elaborarla de esa manera”. Así empezó de forma autodidacta en 2020: trajo un litro de una cepa madre, compró un invernadero por Internet y fabricó unas balsas con unas tablas. Vio que sus experimentos funcionaban, por lo que empezó a pedir permisos (“hay que hacer mucha burocracia para crear una empresa agroalimentaria”), solicitó un crédito al banco y en 2021 creó su propia marca: Aitana Espirulina, que llamó así por el nombre de la sierra donde se encuentra enclavado su proyecto. Ahora, la vende a través de su página web pero también en varias tiendas de Alicante y Madrid.
“La espirulina recibe ese nombre porque tiene forma de espiral y es considerada un microalga, pero en realidad es una cianobacteria verdeazulada, que tiene pigmentos verdes de la clorofila y azules de la ficocianina, que es un antioxidante muy potente. También tiene betacarotenos”. Inés Carballo, además, explica que lo interesante de la espirulina es la gran concentración de nutrientes que tiene, “sobre todo proteína, minerales como el hierro y todas las vitaminas que se conocen (menos la C)”. Por eso evita carencias nutricionales, refuerza el sistema inmune, aporta energía, tiene efectos antiinflamatorios y hasta un posible efecto antiviral. Todo esto se sabe porque cuando se descubrió, en los años 60, coincidió con la época aeroespacial y la NASA realizó numeros estudios científicos sobre sus propiedades. Superalimento, ¿sí o no? “Se usa demasiado esa palabra. Pero si algo es un superalimento, es la espirulina, porque tiene muchos nutrientes concentrados”.
Pero no todas las espirulinas son iguales. “El 90% de la espirulina que consumimos en Europa es industrial y viene de EEUU o Asia, aunque la vendan en herbolarios o tenga sello ecológico. Su calidad es baja porque está cultivada al aire libre, por lo que sobre las balsas cae de todo, las aguas que usan no son buenas y por eso para que sea salubre la queman a 170º, por lo que pierde las vitaminas y los antioxidantes e incluso puede contener metales pesados”. Es fácil de reconocer: “la industrial es un polvo fino de color verde oscuro que huele a mar, pero realmente no debería oler a pescado ni a alimento para peces”.
Inés, en cambio, la produce de forma artesanal, recreando las condiciones de la Tierra primitiva (agua caliente con mucha alcanilidad pero con baja salinidad, bajo invernadero y en verano), ya que la espirulina existe desde hace 3.600 millones de años. Ella utiliza agua de lluvia (“sé que no tiene pesticidas porque la analizo y la paso por cincuenta filtros”), la cosecha de manera que la espirulina queda intacta y la deshidrata a baja temperatura, a 43 grados. Después de todo este proceso, la comercializa en forma de pequeñas hebras crujientes, así como mezclada (la fresca) con miel de romero, pero lo próximo serán otros productos como pesto, tapenade, granola o cremas untables de cacao que llevan esta cianobacteria. Ese nuevo emprendimiento, con la espirulina como piedra angular, verá la luz a finales de este año bajo la marca Pléyades Food. En esta aventura le acompaña Gastón Parise Giorgi, consultor de desarrollo de negocios a nivel internacional. ¿Su objetivo? Que integremos de manera natural la espirulina en nuestra dieta.
Se conocieron a través de un programa europeo de emprendimiento, el Team Up, dentro de EIT Food, que pone en contacto a un perfil tecnológico con otro más centrado en negocio. “Me parecía muy interesante la posibilidad de desarrollar un proyecto que tuviera valor, no solo a nivel nutricional sino que tuviera impacto positivo en nuestros hábitos, en el medio ambiente y en el entorno”, nos cuenta Gastón. Como en el Mediterráneo crece muy bien la espirulina, ambos están trabajando para que este alimento sea uno más : “la vid, el almendro, el olivo, la algarroba… y la espirulina”.