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el cudolet / OPINIÓN

La Falla de Mestalla, by Josep Rodríguez Tortajada

14/03/2020 - 

Ante la dañina situación, emocionalmente vivida esta semana, tras la suspensión de las fiestas josefinas a causa del sarampión generado por el Covid-19 (Coronavirus), los valencianos debemos mantenernos regios y firmes ante las adversidades. Las circunstancias no han sido las más favorables ni propicias para celebrar una fiesta de origen colectivo. Los falleros sabrán sobreponerse ante tan difícil envite tras el aplazamiento hasta que, supuestamente a mediados del próximo mes tortajde julio, se celebren. El tópico del Pensat i Fet quedará reducido a cenizas, volviéndonos a levantar programando el próximo ejercicio. La salud es lo primero, debiendo entre todos atajar este malévolo virus. Al quedarnos temporalmente sin Fallas, la memoria, reconvertida en hemeroteca, nos hace flotar en el mar de la esperanza. Por ello, y a falta de un día para el supuesto chupinazo, uno no puede dejar de contribuir a enriquecer la literatura fallera, sin cuerpo presencial, en la monumental semana que se aventuraba como fuerte expresión literaria de la sátira, achicada en calles y plazas, una experiencia vencida años atrás tras la búsqueda de la conexión de las fiestas y el fútbol en el Cap i Casal. Un relato que se inicia en la València prebélica, aquella lucha sin cuartel que llevó a los españoles a un baño de sangre. 

En una tarde de otoño inicié un menudo desplazamiento acompañado por un veterano de guerra, mi amigo el poeta Eduard Ramírez, faltando al encuentro Juanjo Medina, otro ilustre colaborador del estudio llevado a cabo El destino del viaje fue la localidad de Masías. La visita a la morada familiar de Francesc Cueva Mir, hijo del que fuera en una etapa compleja algo más que el Presidente del Valencia CF. A eso de alrededor de las 20,30 llegamos puntuales a la cita. Las calles de Masías soplaban recuerdos de  mis inocentes juegos de la infancia, correteando enjugazado por las aceras del chalet de La Canyada, localidad donde a Vicent Miquel Carceller se le reconoció públicamente su prolífico trabajo antes que en la propia ciudad de València. Allí, en el umbral de la puerta nos esperaba, recibiéndonos en una oscura jornada, Francesc junto a su compañera de viaje. En un salón de la clásica vivienda de construcción de los años 60, iniciamos la tertulia con los ladridos de fondo de unos caninos que vigilaban de cerca la presencia de dos extraños. El encuentro duró casi hora y media, el objetivo, rebuscar entre los papeles de la patrimonial biblioteca de Francesc la bibliografía fallera de su padre, Josep Rodríguez Tortajada

Anteriormente, en un artículo publicado en el diario Levante, la buena pluma del periodista deportivo Vicente Chilet había destapado el tesoro que añorábamos. Francesc, amablemente, de carácter bonachón, de esos que jamás ha roto un plato, colaborador, sincero y risueño, con cierta nostalgia, narraba parte de la vida interior de su mentor. Habló del idilio político que mantuvo con la ciudad, del amor que profesó al equipo de sus colores, el Valencia F.C, pero sobretodo de la presencia y participación en la fiesta fallera. Josep, en su periplo por San Miquel de los Reyes, acompañado de los presos republicanos logró mantener vivo el espíritu fallero ante el desánimo general que cundía entre los represaliados construyendo un cadafal en el interior del  recinto penitenciario. Pero no solo fue esa su hazaña fallera. Años después, una vez obtuvo la merecida libertad, en 1951, Josep Rodríguez Tortajada se lanzaba al carrer plantando un monumento infantil instalado en Na Rovella. Su hijo Francesc, tesorero de la Comisión, nos mostraba con devoción el llibret editado para menester empresa, que solo pudo ser frenada, en parte, por la férrea censura instaurada  en la Junta Central Fallera 

La iniciativa fallera fue trabajada con mucho ingenio y gracia, consiguiendo los recursos necesarios mediante la financiación de cuotas, donaciones, venta de lotería, rifas, etc., siguiendo las directrices de la ingeniería económica fallera. Los versos de la Falla fueron escritos por el hijo de Maximiliano Thous. Aquel monumento reivindicaba la necesidad de mayores espacios públicos para los más jóvenes, acción que nada gustó a los gerifaltes del Régimen franquista, por las alusiones a la gran la cantidad de solares abandonados por el entorno de Ciutat Vella. El eje central de la crítica se dirigió a la imposibilidad de la práctica deportiva, haciendo incluso referencia al Camp de Mestalla, en el que no se podía ni desarrollar el juego de la pelota. El efímero cadafal, reducido a cenizas, portaba el sello deportivo de un hombre valencianista abandonado por la sociedad e instituciones hasta el año 2010, fecha en la que comenzó a rehabilitarse su figura gracias a un grupo de incondicionales de la historia del Club, periodistas y dirigentes. ¡Feliç San Josep! ¡ Feliz Centenario más uno!

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