Esta familia de Catadau mantiene su empeño por rescatar y restaurar máquinas y objetos de cine, entre los que se hayan muchos vestigios de este arte vinculados a València
VALÈNCIA. El relato que aquí sigue comienza en Wallapop, pero la historia que lo precede es la que une a la familia Aguilar con el arte cinematográfico y la provincia de València. Desde su base en Catadau, Yuri Aguilar ha sido el heredero e impulsor de un ánimo coleccionista en torno al séptimo arte muy raro en toda España: el que tiene que ver con comprar, restaurar y catalogar máquinas de proyección de cine de todas las épocas. Así, 121 años después de que el cine llegase a la capital de la Comunitat -en la extinta Sala Apolo de la que los Aguilar tienen dos entradas originales de aquella primera proyección- estos coleccionistas acaban de presentar el cinematógrafo B1 de la casa Belloch.
Construido en la calle Marvà de València, hace ahora justo 100 años, este cinematógrafo de 35mm incorporó no pocas novedades para las máquinas que se vendían en la zona. Hasta hace apenas unos años, este aparato aguardaba "milagrosamente completo" en un pajar. Eso sí, oxidado. Con un anuncio en Wallapop como señuelo, Yuri se encontró un proyector diseñado y fabricado originalmente en València, "con hierro de fundición de Sagunto", y "cuyo valor es múltiple". Es la máquina cinematográfica valenciana más antigua que puede usarse desde esta misma semana, cuando ha sido presentada en sociedad "en una región que tuvo auge en este tipo de actividad", apunta el impulsor del proyecto.
La máquina se suma a varias decenas de proyectores que la familia tiene en una casa que es sin duda un museo del arte cinematográfico. Desde este jueves, la reliquia activa, la B1 de la casa Belloch, se expone en el Casino de Agricultura de Valencia durante los próximos 15 días. "Que hayamos podido restaurarla y dejarla en funcionamiento habla de la calidad de su diseño, pero también del mismo azar. Que no faltara ninguna pieza, es pura casualidad". El proceso de restauración ha sido laborioso. 120 horas fotografiando "cada pieza y cada tornillo, para sustituir la carencia de cualquier manual técnico para luego poder devolver a la máquina a su estado de uso normal sin la menor guía".
Y sí, la B1 puede proyectar desde ya pese a sus 100 años de vida: "se han separado las piezas para pintar en blanco y negro, se han decapado esas piezas pintadas para encontrar su pintura original, se ha pulido todo, se han llevado piezas a niquelar y piezas a cromar y se han restaurado las dos baldas de madera y se les ha aplicado un tratamiento anticarcoma; una de ellas que soporta la linterna y el 'crono' y otra para el motor". Este vestigio cinematográfico "no interesa a las filmotecas. Ni a la española ni a la de la Generalitat. Ellos tienen una gran atención por cualquier filmación sobre la ciudad o la región, pero no por las máquinas".
Aguilar justifica todo este empeño con las máquinas "por amor al arte cinematográfico. Somos conscientes de manejar unos objetos únicos y que son dignos de compartir". La máquina será una de las piezas emblemáticas de una exposición que se inaugurará este verano en Alcoi con motivo de los 120 años de la llegada del cine a la ciudad. "Ahora mismo, la máquina pasa a estar en 'agenda pública'. La puede reclamar cualquier institución para su exhibición, siempre corra con los gastos de transporte".
València fue "un polo de fabricación de máquinas de cine y de reparadores de estas máquinas. Fue una industria". Las razones, son principalmente dos según Yuri: "había una fuerte demanda de aparatos y, por otro lado, la capacidad de emprendimiento industrial en aquella época ya se dejaba notar. Además, con innovaciones para las máquinas que había en ese momento en España, para la época". Algunas de esas casas, como MayaFot, llegaron incluso a internacionalizar su producción ("me he encontrado máquinas suyas en Colombia, diseñadas y fabricadas aquí").
La B1, en concreto, era, según Yuri, "una máquina adelantada a su tiempo. Innovaron en diseño. Belloch vendía muchas máquinas en los años 20 y también reparaba. Ahí hay un primer boom, en los años 20, cuando el cine abandona las barracas de feria para entrar en los salones permanentes. El esplendor real llegaría a partir del año 25". La industria valenciana de máquinas de cine explotó deliberadamente en los años 50 y 60, con distintas marcas implicadas en ello. "De la B1 sabemos que, al menos, se fabricaron 32 máquinas en aquel 1917". Ese es el número de referencia de la que ahora se acaba de exponer y, además de ser un objeto que habla de una época en el sentido más técnico e industrial del cine, pasa a ser un proyector más en activo de los pocos que quedan made in València.