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ARTISTAS FALLEROS

La familia Puche: tres generaciones y 75 años de arte fallero

16/03/2018 - 

VALÈNCIA (VP/EFE). Tres cuartos de siglo de historia fallera confluyen en las tres últimas generaciones de la familia Puche: un abuelo, un padre y una nieta que han se han pasado el testigo para sacar de sus talleres algunos de los monumentos más memorables de la fiesta valenciana por excelencia.

Julián Puche, primera semilla de esta estirpe de artistas falleros, comenzó a coquetear con el mundo de las Fallas durante el servicio militar, cuando conoció a Pepe Vizcaíno, un fallero de la comisión Pelayo-Matemático Marzal que lo animó a meterse en el taller. En 1943, el recién convertido en artista plantaba el primer monumento de su fructífera carrera para esa misma comisión, en la que siguió durante seis años más para hacer historia como uno de los primeros en utilizar el cartón en sus ninots.

Veintidós años después caía en sus manos el máximo reconocimiento para un artista fallero: el primer premio de la Sección Especial con "Es xopà fins la moma" de la comisión Na Jordana, y tan solo un lustro después se llevaba de nuevo esta miel a los labios con los monumentos de 1970 y 1971 para Convento Jerusalén. La década de los 70 fue el momento cumbre de la carrera de Julián Puche, ya que ostentó durante cuatro años el título de Maestro Mayor del Gremio de Artistas Falleros, incorporó a su hijo al taller y plantó las fallas más recordadas de su carrera.

Pepe Puche aportó al estilo de Julián un nuevo aire caricaturesco que se materializó especialmente en la falla 'Pocades' de 1973 para Na Jordana, un monumento "pornográfico" para la época y alabado y criticado a partes iguales. Julián y Pepe se despedían a lo grande de la Sección Especial en 1975, con un primer premio a 'Naufraguen les Tradicions' para Na Jordana, una dura crítica al centralismo de Franco y la pérdida de la identidad valenciana.

El fallecimiento de Julián en 1984 provocó que Pepe se alejara durante diez largos años de los talleres falleros, convencido de que no quería volver sin su padre; sin embargo, reconoce a EFE que "hacer fallas es como el mono de fumar, al final vuelves". Y eso fue lo que sucedió: en 1992 Pepe diseñaba la falla que iría dentro del pabellón de la Comunitat Valenciana de la Expo de Sevilla, en los años siguientes plantaba para la sección Primera y, en 2003 y 2005, daba el salto a Especial con la falla Exposición. "Pero Especial no es lo mío, me gustan las fallas pequeñas, las siento más mías", reconoce el artista que, por eso mismo, volvió a Primera hasta 2007, año en el que firmó su último monumento para Quart-Palomar.

Y llegó el turno de Marina Puche, que tomó el testigo en 2010, cuando colaboró con unos amigos en la falla infantil de la comisión Exposición. Explica que, pese a la tradición familiar, "nunca" se había planteado ser artista fallera porque estudió Bella Artes y se dedicaba a pintar pero "la experiencia creó adicción", explica para añadir entre risas: "Pero aquí estoy". Su especialidad son las fallas infantiles, para las que ya ha alumbrado siete monumentos. El más recordado, el de 2012 para Exposición, el aclamado tiovivo giratorio y que llamó la atención "porque hacía décadas que no se plantaban fallas con movimiento", explica la artista.

Marina Puche es una todoterreno del arte fallero, ya que también ha creado varias carrozas para la Batalla de Flores, pero lo que lleva en la sangre, confiesa, son los ninots. La artista, que este año planta para Reino de València-Císcar, reconoce que nunca se ha sentido fuera de lugar por ser una de las pocas mujeres que firma monumentos pero espera que el nuevo ciclo de Formación Profesional "traiga a este mundo nuevas y grandes artistas".

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