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el cudolet / OPINIÓN

La financiación de la Falla de la Plaza del Caudillo

4/09/2021 - 

Fue el segundo punto del día en la sesión plenaria celebrada el 19 de noviembre de 1945 por el Gremio de Horneros de València. La obligada financiación de la falla de todos los valencianos. La de la plaza de San Francesc. Y siguen, los del valencianismo diverso, sin proponer el cambio del provinciano nombre que lleva el ágora principal del Cap i Casal. Hay que ser valientes. Decididos. La Batalla de València es pasado. Vivimos el presente. La Lengua Valenciana ya no debe ser un arma de destrucción masiva. Y debemos hacer justicia con la historia. 

Un duplicado de las actas cayeron en mi poder cedidas amablemente por el secretario del Gremio, creo recordar, en el aquel tiempo estaba escribiendo el libro Les Falles i el bar Torino. Por eso me las facilitaron para aportar algo más al ensayo. El gancho fue mi amigo Rafa Lahuerta. Con su segundo libro Noruega ha globalizado la ficción de la ciudad. Estamos en Fallas, con el caloret incluido. 

Volviendo a las actas firmadas por el antiguo Secretario, escritas con  redondilla y siendo muy legibles pese a la vejez de las letras. En aquel momento un tesoro. Ahora lo siguen siendo. El Alcalde exigiría a los panaderos que costearan la Falla del Caudillo de 1946. Un tiempo en el que por desgracia había que agachar la cabeza, o sino tendrías serios  problemas de moral y conducta con la férrea dictadura. Tiempos peores para la circulación de las pesetas por encontrarse el pueblo valenciano en plena posguerra, y porque el Gremio venía de celebrar las fiestas del Centenario. 

Pese a ello las propuestas por los allí reunidos, Salvador Roig, Puchol, Manuel Ros entre otros asistentes fueron variponitas. El debate sobre la financiación de aquel monumento fue diverso. Desde  la organización de un sorteo, a través de una rifa, de un horno en funcionamiento, o el cobro de una cuota extraordinaria a los asociados entre otras alternativas. Allí se quedaron y los horneros acabarían por costear el monumento caudillista de 1946. 

Soy de los que pienso que debemos volver a la época del pan doble. Lo conocí pese a mi eterna memoria. La juventud ya no la disfruto como antes. Al igual que las paneras deben regresar a las bancadas de las cocinas. Precisamente en mi último paseo por El Recatí conversé con el ciudadano Fernando Giner respecto al tan lamentable estado financiero en el que se encontraban los artistas. Porque son artistas. Únicos en el mundo. Y le dije que le comentara al Alcalde que habría que tocar a la puerta del Ministerio de Cultura, para poder rascar de los Presupuestos Generales una partida especial para ellos. Para la fiesta. Incluidas las industrias de la pirotecnia y la indumentaria. Que luego, durante la semana fallera, la casta se paseaba a bombo y platillo por el Cap i Casal para escuchar desde el balcón del Consistorio la archiconocida frase fallera, senyor pirotècnic pot començar la mascletà. 

He de pronunciarme que no soy muy partidario de que el arte reciba subvenciones. El arte deja de ser arte. Porque el arte lleva una parte implícita de crítica. Así lo decidió la generación Gol Gran cuando estaba de moda que los dirigentes de los clubes de fútbol subvencionaran tifos y viajes a los seguidores más fanáticos. Fuimos libres. ¡Bones Falles!

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