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La ONG ayuda a los ucranianos en la frontera y a quienes vinieron a la CV

La Fundación Juntos por la Vida no cesa en su ayuda al pueblo ucraniano 

11/01/2023 - 

VALÈNCIA. Los días pasan y la guerra en Ucrania persiste sin dar tregua. Once meses desde ese 24 de febrero en el que estalló el conflicto y las familias comenzaron a convivir con bombardeos, disparos y el temor de ser ocupados por los rusos. Los niños y niñas a crecer en un entorno inhóspito, con peligro de sufrir daños físicos y trastornos emocionales, y los hombres forzados a ir a una guerra que nadie termina de entender. Ahora, además, deben lidiar con la falta de electricidad y el frío del invierno. Aquella noticia del inicio de la guerra sacudió el corazón de muchas personas, que en seguida crearon una cadena solidaria que todavía hoy perdura y estrecha lazos entre la Comunitat Valenciana y Ucrania. 

Para otros, como la Fundación Juntos por la Vida, se trataba también de seguir con una ayuda que se remonta años atrás, concretamente a 1994 para ayudar a los menores afectados por el accidente de Chernóbil (1986). Un vínculo y entendimiento con el pueblo ucraniano que hizo que miembros de la Fundación se desplazaran de inmediato hasta Przemysl, al este de Polonia, para atender a las familias que huían de la guerra. Era el 1 de marzo de 2022 y desde entonces esa ayuda no ha cesado, colaborando en la evacuación de refugiados y poniendo en marcha alojamientos seguros para desplazados y ayuda psicológica, especialmente para madres con sus hijos. En total, la Fundación ha desplazado a 3.200 personas a la Comunitat Valenciana y en terreno habrá ayudado a más de 5.000 personas.

Clara Arnal, presidenta de la Fundación Juntos por la Vida, explica que viajó hasta Przemysl a los pocos días que saltara la noticia, pero que la ayuda comenzó incluso antes: “Por las noticias que nos llegaban temíamos que el conflicto estallara en cualquier momento así que alertamos a las familias de que estuvieran preparadas e incluso que salieran de la zona”. Lo recuerda con tristeza e impotencia porque “nadie nos creía, había mucho negacionismo y fue muy difícil ayudar a la evacuación antes del inicio del conflicto”. Desde entonces han estado en la frontera ayudando a través de un centro de acogida y de un centro en el que prestan ayuda psicosocial, pero también haciendo las veces de traductores y repartiendo ayuda humanitaria a las personas más desfavorecidas. 

Algunas de esas personas que lograron llegar a Przemysl hoy tienen la suerte de vivir la guerra desde València pero con el corazón encogido al ver que parte de sus familias siguen allí. También de ver el gran número de familias que están separadas. “Yo estuve en uno de esos alojamientos en Przemysl y fue horrible porque los pequeños dibujaban tanques y un niño de once años no podía dormir del miedo”, recuerda Sofía con dolor. Ella, a sus veinte años, se siente afortunada por ser una de esas menores de la zona de Chernóbil que venía todos los veranos para disfrutar de unas vacaciones. Lo hizo precisamente en la casa de Clara Arnal, presidenta de la Fundación Juntos por la Vida. Y fue la propia Sofía quien alertó a Clara, quien se encontraba en Benin: “Sofía me llamó un 24 de febrero diciendo que los rusos ya estaban en la ciudad y nada más colgar preparamos todo para poder atender a las familias”. 

Sofía procede de un pueblo próximo a Chernóbil, que al estar cerca de Bielorrusia fue una de las zonas más azotadas al inicio de la guerra. “Los rusos estuvieron en mi pueblo y la casa de mi tía fue alcanzada por un misil”, recuerda con dolor la joven. También describe cómo un coche fue tiroteado cuando intentaba salir de su pueblo y el dolor de sus vecinos y amigos por todo lo que está ocurriendo. Con ese miedo vivió más de seis meses —lleva solo dos meses en España— hasta que pudo viajar a España con su bebé de dos años. Pero no es todo alegría pues su hermano de 23 años ha tenido que ir al ejército y ahora está hospitalizado: “no me pueden decir dónde está porque es información confidencial”. 

La difícil integración de quienes vienen a España

Nadia mira a Sofía, no la entiende porque su español no es fluido, pero sabe exactamente lo que está contando. Ella es de Dnipró y justo al empezar la guerra vio cómo caían dos bombas en su lugar de trabajo, un centro de vacunación de la covid-19. Se quedó sin trabajo y se fue a cuidar de sus hijos. Más tarde decidió coger un tren y fue hasta la frontera, donde estaba la ONG española. La Fundación juntos por la Vida le ayudó a venir a València en compañía de su hijo Kyryl, quien necesita ayuda médica. “En cuanto mi hijo se ponga bueno me iré porque aquí no tengo trabajo, no entiendo el idioma y no puedo depender de otros para vivir”, traduce María. Como Nadia, se encuentran muchos de los ucranianos que han venido escapando de la guerra. No se adaptan y a veces tienen problemas con las familias de acogida, tal y como explica Sofía: “Mi prima está en España pero quiere volverse porque aquí es todo diferente y no se adapta”.

Clara corrobora esos hechos e incluso advierte de que la mitad de los evacuados ya han vuelto a su país. “Es muy difícil la adaptación para ellos pero también hay que tener en cuenta que las familias de acogida son las que soportan todo el peso porque no han recibido ninguna ayuda”, comenta Clara haciendo alusión a las ayudas prometidas por el Gobierno. Esto, unido a la indeterminación del fin de la guerra, hace que las familias no puedan seguir acogiendo a las familias. “Es normal esta situación porque, en mi caso, Sofía está en mi casa con un bebé de dos meses y embarazada de otro”, relata. 

Esa adaptación es la principal dificultad que tienen pero siempre hay excepciones, como la de María, que vino a València hace cuatro años. “Vine en 2018 con mi hijo buscando un futuro mejor para él y lo hice porque ya veía la situación que estaba viviendo Ucrania con la guerra de Donbas”. Una vida que se desarrolla en València pero sin olvidar su país y su familia. De hecho, cuando estalló el conflicto vio un anuncio de la Fundación Juntos por la Vida que buscaba traductores y sin pensarlo dos veces prestó sus conocimientos y marchó a la frontera. Un ayuda desinteresada que propició que luego la Fundación Juntos por la Vida le ayudara a evacuar a su familia. Desde entonces colabora con la ONG ayudando a todas esas personas que vienen huyendo de la guerra. 

La conversación tiene lugar en la sede de la Fundación Juntos por la Vida, que tiene una tienda con ropa de segunda mano. En ella colaboran María y Nadia y los beneficios de estas ventas están destinados a ayudar a financiar los proyectos de cooperación en Benin (África), y también a los proyectos de acción social que llevan a cabo en la Comunitat Valenciana. 

Los más vulnerables siguen siendo los civiles

Los días pasan y el conflicto no se resuelve, creando una crisis humanitaria sin precedentes. “Sufro mucho porque es una guerra sin sentido”, señala Sofía recordando que quienes más sufren son los menores, que precisamente “son el futuro del planeta”. En sus palabras hay un atisbo de esperanza: “Tengo la esperanza de que se acabe pronto, pero tengo dudas, conocemos a los rusos con su carácter muy agresivo y sus mentiras, cambiando la historia”. Pensamiento que explica con ejemplos cercanos y que son apoyados por María. 

Hasta que ese momento llegue, la Fundación Juntos por la Vida seguirá tendiendo una mano al pueblo ucraniano pero también lo hace con una mirada a los más desfavorecidos pues “se está hablando de los efectos globales de la guerra de Ucrania pero no somos conscientes del todo pues realmente los precios están subiendo y quienes más lo sufren son las personas de los países más desfavorecidos”. De hecho, ella acaba de estar en un proyecto solidario en Benin y “los precios se han disparado, haciendo más pobres a los pobres”. 

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