El emblemático bar de Benimaclet remodela su barra para hacernos gozar como nunca de la oferta líquida y las tapas desenfadadas.
Somos el resultado de la música que hemos escuchado. Las canciones recogen el relato de nuestras vidas. Y por eso, siempre hay un tema al que recurrir cuando estamos pletóricos o, al contrario, un poco más tristes de lo normal. Se podría decir que las melodías también tienen nombres y apellidos. Algunas recuerdan a personas y otras, a lugares y vivencias. Es por ello que, entre las paredes de La Gramola, se amontonan las historias de noches palpitantes en las que ha girado el vinilo. Ese espíritu no se ha perdido, ni se perderá, por más que el espacio luzca, a partir de ya, un aspecto renovado. Tras unas semanas de actualización, el bar más emblemático y desenfadado de Benimaclet viste otro look e inicia una nueva etapa -o reedición-. En ella, las mismas ganas de reunir personas e ideas, pero más cócteles y cultura de por medio.
La Gramola es un lugar que esboza una sonrisa en la memoria de quienes han pasado por él. Desprende la esencia de un barrio que es una mezcla de estímulos, constituye un hervidero de melómanos -nunca falta la música de fondo- y siempre desprende buen ambiente, porque aquí hemos venido a brindar con los amigos. También a compartir ideas e inquietudes culturales que hacen de este bar algo más que un sitio para beber y comer. Eso no quita que otro día vayamos a apurar una Michelada y a mancharnos los dedos con un taco de tinga, dos imprescindibles de la nueva carta que ha inspirado la divertida fiesta mexicana, prevista para el próximo 1 de junio, en el renovado espacio.
¿Que por qué? Porque ya hacía tiempo de la última, porque viene el verano, porque nos va la jarana… ¿Hace falta explicar el porqué de una fiesta? ¡Ándale, wey!
La cara A
Antes de ponernos con los asuntos lúdicos, vayamos con la carta líquida. La cara A de esta reedición discográfica viene protagonizada por los cócteles. Algunos más clásicos, otros más rompedores, pero siempre vinculados a una historia, una cultura o canción. Vidas que se mezclan, se agitan y se sirven en distintas copas, siempre de una manera descomplicada y a precio de barrio.
En la estrenada etapa de La Gramola, la carta líquida del local se amplía. Como novedad, la Michelada, el famoso cóctel mexicano preparado con tomate, cerveza, limón y sal. Lo pedirás haga sol o llueva, porque cantando -y con copa en mano-, “se alegran, cielito lindo, los corazones”. Por no hablar del cóctel Margarita, que es uno de los vinilos más escuchados en La Gramola. Podrás escoger entre la mezcla de toda la vida, el Mango Loco -que respeta el cóctel clásico, pero le añade un toque tropical- o el Margarita Meets Japan, que es una sabrosa combinación de tequila, yuzu y polvo de chile.
En toda carta que se precie, las novedades van acompañadas de los cócteles de autor, que ya son famosos en la casa:
- El Pisco Wasabi, que no pica tanto como dicen.
- El Bloody Mex, que incluye mezcal y sal ahumada.
- El Lichi Sour, ganador del premio al más cremoso de la lista.
- Y algunos más tradicionales, como el Mojito o el San Francisco.
- Además de vermut, Dry Martini, Negroni o Bloody Mary para el aperitivo.
- Y, como extra, el Sueño Erótico.
Respecto a este último, que cada uno piense lo que quiera. Esto es una Nota de Prensa formal, y preferimos centrarnos en maridar las mezclas con las tapas que sirven los cocineros. ¿Qué tal el Bloody Mary con una causa limeña? ¿Y por qué no el Margarita con los tacos? Si el comensal, en cambio, prefiere vino, cerveza, copas o refresco, también los tiene, para disfrutar a su rollo de la otra cara: nos referimos a los hits con forma de plato.
La cara B
Hay ocasiones en las que la cara B iguala -en otros casos, supera- a la cara A. En el caso de La Gramola, sencillamente se complementan. Porque los cócteles van de la mano de las tapas, presentadas tanto en formato individual como para compartir, y dispuestas a culminar cualquier velada. Como dicen los anfitriones, -Noemí López, y los hermanos Jesús y Nacho Toledo-, “son bocados sencillos y auténticos, pensados para quienes entran a tomar algo, pero terminan por liarse la manta a la cabeza y quedarse a cenar”. Ese sabor tan propio y característico es el mayor patrimonio de La Gramola, que no tendría sentido sin “los 13 años de experiencia, asentados en un local que abre todos los días, en horario nocturno, y donde se respira el amor por la hostelería bien hecha”.
Cuando el cliente se sienta a disfrutar de La Gramola, ya sea en su interior o en su terraza, sabe que está en València -más en concreto en la calle del Baró de San Petrillo, 9, del barrio de Benimaclet-. Y sin embargo, se dispone a viajar por el recetario de otros lugares del mundo, porque sus platos atraviesan fronteras y cocinas, para adentrarse en la multiculturalidad. Empezando por sus platos fríos, como el taboulé de verduras, propio de la gastronomía árabe; o la causa limeña, de talante peruano. También está el ceviche con un toque nikkei, el dimsum de lomo a las cinco especias o el poke hawaiano de atún o salmón -¡dirás aloha!-. Podríamos seguir por el steak tartar, o los tacos de tinga y carrillera, pero ya hemos hablado de México. Solo decir que hay un lugar para el postre.
Bonus track
En esta reedición de La Gramola, no podían faltar varias pistas adicionales. Temas que, de cara a los próximos meses, prometen sonar por toda la ciudad. Junto a la ampliación y profesionalización de la coctelería, muchas otras acciones vienen a conformar un programa cultural de lo más irreverente.
De la primera hemos hablado al principio: la fiesta mexicana de La Gramola, prevista para el 1 de junio, a la que acudirá gente del sector de la comunicación, la cultura y demás buenos amigos de la casa. Esa noche, los asistentes cruzarán el Atlántico gracias al vestuario, la música, los juegos y los cócteles. Está claro que la Michelada hará su entrada triunfal, y los tacos no faltarán. Como bien decía José Alfredo: “Tómate esta botella conmigo y en el último trago nos vamos”. ¡Qué chido!
Siguiendo el hilo músical, ¿quién no se acuerda de Furor? El famoso programa que Antena 3 estrenó en los años noventa dará el salto de la pequeña pantalla a la sala de La Gramola durante el mes de junio. El objetivo es que todo aquel que quiera participar se ponga las gafas de la nostalgia -¿os acordáis de pruebas como la ‘Canción interrumpida’ o ‘Letra prohibida’?- y trate de ofrecer su mejor do de pecho a cambio de un rico cóctel. Pero, por supuesto, de todas las reglas nos irán informando con el paso de las semanas.
Llegados a este punto, el comensal pensará que a La Gramola le va la marcha y, desde luego, no se equivoca. Su equipo posee el doble de experiencia porque tienen otro hijo. Se llama El Aprendiz, vive también en Benimaclet, y está especializado en el buen comer. Nació un año y medio después que el local de cócteles, pero ahora actúa casi como el hermano mayor responsable. Y es que La Gramola sigue teniendo ese punto canalla que nadie le va a arrebatar. Una rebeldía que la hace más especial si cabe, a lo que se suma el cariño de sus propietarios, que no pueden evitar tratarla como la niña mimada.
“La empezamos y construimos de cero, como si fuera nuestra casa, en nuestro tiempo libre”, añade Noemí. Hasta hoy, que reabre sus puertas con una nueva barra y una zona de sofás con mucha personalidad. Digamos que a este vinilo todavía le quedan unas cuantas canciones por sonar. Lo encontrarás girando todos los días de la semana en un barrio que desborda cultura. Así es La Gramola: un lugar auténtico, con buen jazz de fondo y en el que sí te dejan entrar con zapatillas sin mirarte mal al pasar.