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NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

La gran biblioteca que València necesita, en el edificio de Correos

Foto: EVA MÁÑEZ
14/01/2022 - 

Nuestra València está experimentando una transformación de sus espacios públicos que ya es visible. Son una serie de reformas que irán mejorando la vida de las personas desde hoy, y lo harán durante las próximas décadas. La apuesta llega a todos los barrios, supone la mejora de la movilidad ciclista y, como guinda del pastel, tiene la peatonalización de las plazas monumentales de la ciudad. Sería deseable que ese esfuerzo por mejorar el espacio público, el pegamento de las ciudades y de la vida en común, tuviera su reflejo también en las infraestructuras sociales. 

Muchas cosas están pasando, del Caixaforum a la prevista ampliación del IVAM, pero pienso que aún hay margen para la imaginación y que València necesita un gran proyecto —una expresión con dudoso pasado— que marque su momento. 

Tenemos una trayectoria reciente cuestionable de grandes proyectos. Los últimos edificios singulares fruto de la inversión pública —Palau de les Arts, de Congresos o Veles e Vents— se han ido destinando a usos muy concretos, con una óptica turística, muy apartados en su diseño de un uso diario e intensivo por la ciudadanía. Es verdad también que todos los espacios mencionados están haciendo un esfuerzo notable en el último lustro por abrirse a la ciudad y a usos más incluyentes. Aún así, València todavía carece de una catedral de lo cotidiano, un espacio singular abierto a todas, que represente su pretendido modelo de ciudad.  

Y justo en este momento aparece una oportunidad de las que caen una vez por generación. El Consell formaliza la compra de la sede de Correos, en la Plaza del Ayuntamiento del cap-i-casal. Un precioso edificio que parece diseñado para habilitar una verdadera ágora bajo su cúpula translúcida, un lugar que invita a convertirse en una plaza cubierta. Un edificio además con unos sólidos sótanos y una estructura que permite multitud de configuraciones. 

El edificio de Correos nos pide a gritos convertirse en un Palacio del Pueblo. Así se refiere el sociólogo americano Eric Klineberg a las bibliotecas en su último libro Palacios del pueblo - Políticas para una sociedad más justa, explicando como las infraestructuras sociales pueden ayudar a combatir la desigualdad, la polarización y la decadencia de la vida cívica.  Las bibliotecas no sólo proporcionan acceso gratuito a libros y otros materiales culturales, también ofrecen compañía a las personas mayores, son guarderías informales para padres y madres ocupados, sirven para que los inmigrantes aprendan el idioma de aquí, son los salones de las personas pobres, los refugios seguros de las minorías y los patios de recreo cubiertos para los más jóvenes.

Además, como demuestra la icónica nueva biblioteca central de Helsinki, una biblioteca de hoy es mucho más que un repositorio de libros pudiendo ofrecer una variedad de recursos tecnológicos, para la innovación y el aprendizaje; que además ayuden a reducir las brechas digitales. De esos saben mucho profesionales como Javier Molinero o Néstor Mir que llevan años trabajando en esa línea.

La hipotética biblioteca de Correos sería perfectamente compatible con la del Hospital, que debería actualizarse, centrándose en los usos sociales, conectada a la Capitalidad del Diseño y con un brazo que la relacione con el ecosistema local de innovación.

En contraposición a los grandes proyectos del pasado proponemos convertir lo ordinario en majestuoso. Una biblioteca para el siglo que vivimos que se extienda al espacio público de la plaza que será remodelada. Un lugar de encuentro. Al servicio de la ciudad.

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