La biblioteca, como el mercado, el museo, el teatro y la universidad, ha sido uno de los elementos estructurales de la ciudad y de la sociedad durante siglos. La biblioteca, también como el mercado, el museo, el teatro y la universidad, ha tenido una gran capacidad de supervivencia y adaptación a lo largo de la historia manteniendo sus funciones centrales relativamente inalteradas. La biblioteca, como el mercado, el museo, el teatro y la universidad, ha sido siempre un extensión del espacio público, del lugar de encuentro, del ágora política y de la plaza del intercambio.
Puede parecer increíble que la destrucción de la biblioteca de Alejandría siga aún presente en nuestro imaginario. Antiguas y modernas bibliotecas son todavía hoy iconos urbanos; pensemos en el principal edificio de la biblioteca pública de Nueva York de 1908 o la del Trinity College de Dublin fundada en 1592. Los mejores arquitectos se han involucrado en monumentales proyectos recientes como la nueva biblioteca de Birmingham o la biblioteca central de Seattle.
Más allá de los grandes iconos, podríamos pensar que el sistema de bibliotecas está hoy en día en crisis. La facilidad para acceder a la información ha mejorado radicalmente con los años a la vez que hemos pasado por un periodo de desinversión en determinadas (pequeñas) infraestructuras y de renuncia deliberada a realizar ciertos tipos de políticas. La red de bibliotecas en la mayoría de ciudades de por aquí y su mecanismo de gestión se han quedado congelados en el tiempo por lo menos, siendo generoso, veinte años.
Es posible que hayamos dejado de prestar atención a la importancia de las bibliotecas en el momento en el que son más necesarias. El sociólogo americano Eric Klineberg acaba de publicar el libro Palaces for the people (Palacios para la gente) explicando como la infraestructura social puede ayudar a combatir la desigualdad, la polarización y la decadencia de la vida cívica.
El exponente principal de esa infraestructura social es la biblioteca. Klineberg afirma que el problema actual al que se enfrentan las bibliotecas no es la irrelevancia. Realmente en muchas bibliotecas está creciendo el número de usuarios y el tiempo que pasan en ellas. El problema principal de las bibliotecas es que demasiadas personas las usan, y lo hacen por una variedad de razones sin precedentes. El sistema de bibliotecas y sus trabajadores están sobrepasados. Es imprescindible entender el rol expansivo que las bibliotecas pueden desarrollar en las comunidades sociales modernas.
Las bibliotecas no solo proporcionan acceso gratuito a libros y otros materiales culturales, también ofrecen compañía a las personas mayores, son guarderías informales para padres ocupados, sirven para que los inmigrantes aprendan el idioma local, son los salones agradables de las personas pobres, los refugios seguros de las minorías y los patios de recreo cubiertos para los más jóvenes.
En esta época de nostalgias mercantilizadas y de festivales retro sería deseable también reivindicar una nostalgia cívica que nos devuelva lo mejor de las ciudades del pasado. Es el momento del remake de la biblioteca. Una biblioteca multimedia, flexible, abierta, tecnológica. La nueva biblioteca, la punta de lanza para la nueva edad de oro de la infraestructura social