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La Guerra Civil: Los 'no lugares' de la memoria

La Generalitat Valenciana ha puesto en marcha un proyecto de inventario de los bienes relacionados con la Guerra Civil. Una parte de ellos puede quedar relegada a la condición de 'no lugares', si se ve inmersa en la turistificación del patrimonio cultural

| 18/04/2019 | 14 min, 33 seg

VALÈNCIA.-«Presencia del pasado en el presente que lo desborda y lo reivindica», esta es la definición de la modernidad según Jean Staborinski que cita el filósofo Marc Augé al principio de su conocido artículo De los lugares a los no lugares, una proyección de los hechos de la historia sobre el devenir de la actualidad, que aprisiona en un presente absoluto a los individuos y a su devenir histórico. Al contrario que los lugares históricos, localizados en el tiempo y el espacio, los 'no lugares' de Augé son «tanto las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta». Esta última definición entronca con las iniciativas de recuperación de la memoria histórica, en las que se identifican espacios de transitoriedad sobre los que el paso del tiempo ha depositado una capa de sedimento de la modernidad.

En este sentido, la Generalitat valenciana ha puesto en marcha el inventario de los bienes relacionados con la Guerra Civil Española, bajo el nombre de Patrimoni Valencià de la Guerra Civil. Con ellos se ha creado una cartografía que, en un principio, se ha centrado en el patrimonio arquitectónico civil y militar: edificios residenciales, refugios, búnkeres, defensas antiaéreas o cementerios, dejando fuera, de momento, otros espacios que, aunque catalogados, se han convertido para la memoria colectiva en una especie de 'no lugares', de zonas de paso que pocas veces se identifican con aquellos usos ignominiosos: campos de concentración, prisiones improvisadas o monumentos que han perdido parte de su diseño original. Si la masificación del turismo ya ha convertido en lugares impersonales iconos como la Fontana di Trevi, la Torre Eiffel o la Sagrada Familia, la turistificación de la memoria bélica puede provocar el efecto contrario al deseado.

Los lugares de la memoria, según Pierre Nora, editor de Les lieux de mémoire, son aquellos en los que la memoria se ha encarnado selectivamente y que, por la voluntad de los hombres o por el trabajo del tiempo, han permanecido como los símbolos más luminosos de aquella. Una selección que no siempre tiene el apoyo de las instituciones cuando sus responsables se hacen eco de un olvido selectivo por parte de sociedades traumatizadas por un pasado difícil de aceptar, tendenciosamente difuso y, al mismo tiempo, afectados por la aceleración de la historia en el último siglo, con una superabundancia de acontecimientos que hace que las cosas del pasado reciente se perciban tan lejanas como la Edad Media o el Neolítico. 

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Los lugares de la memoria, según Pierre Nora, editor de Les lieux de mémoire, son aquellos en los que la memoria se ha encarnado selectivamente y que, por la voluntad de los hombres o por el trabajo del tiempo, han permanecido como los símbolos más luminosos de aquella. Una selección que no siempre tiene el apoyo de las instituciones cuando sus responsables se hacen eco de un olvido selectivo por parte de sociedades traumatizadas por un pasado difícil de aceptar, tendenciosamente difuso y, al mismo tiempo, afectados por la aceleración de la historia en el último siglo, con una superabundancia de acontecimientos que hace que las cosas del pasado reciente se perciban tan lejanas como la Edad Media o el Neolítico. 

«Es indiscutible el valor patrimonial que tienen estos bienes, tanto en cuanto a la ingeniería militar implicada como en cuanto al componente histórico y cultural de estos. Por eso, este inventario inicia la reparación de una deuda de respeto y reconocimiento hacia nuestro pasado. Con la aprobación de la Ley 9/2017, de 7 de abril de modificación de la Ley 4/1998 del Patrimonio Cultural Valenciano, los elementos que componen el patrimonio histórico y arqueológico civil y militar de la Guerra Civil en nuestro territorio adquieren la consideración de Bienes de Relevancia Local. Era una obligación inexcusable ejecutar un inventario específico de estos bienes, diferenciando aquellos susceptibles de ser protegidos y/o rehabilitados de los que, únicamente, había que documentar», dice el texto introductorio de la web de Patrimonio, firmado por el conseller de Cultura, Vicent Marzà.

Un proyecto que ha crecido bajo la supervisión del secretari autonòmic de Cultura, el historiador Albert Girona, autor a su vez de algunas monografías significativas, como el volumen 18 de la enciclopedia de la Guerra Civil en la Comunitat Valenciana, con el título La memoria de la Guerra Civil,  firmado junto a José Miguel Santacreu, publicado en 2007.

«Cuando entramos en la conselleria, como Secretari Autonòmic, uno de los objetivos que nos planteamos en Patrimonio fue justamente el Patrimonio de la Guerra. Yo ya llevaba muchos años preocupado por este tema, elaborando informes, y en aquel momento, en los años ochenta, no me hicieron demasiado caso, en València ciudad especialmente, y entonces se destruyeron refugios y otros elementos arquitectónicos. Ahora, evidentemente, teníamos la oportunidad de plantearlo desde el punto de vista de la política patrimonial de la Generalitat. Independientemente de eso, también hubo un acuerdo de todos los grupos políticos de las Corts Valencianes que pedía la modificación de la Ley de Patrimonio Valenciano, para incluir en ella un apartado dedicado exclusivamente al Patrimonio de la Guerra Civil, lo que tuvo como resultado esta modificación y, al mismo tiempo, la aprobación de una partida presupuestaria específica en la conselleria dedicada a esta protección. Por lo tanto, ya teníamos un mandato parlamentario que nos permitió nombrar a una persona que coordinara todo ese trabajo. Una persona que es funcionaria de la Generalitat, pero que ya había colaborado conmigo en un libro sobre el Patrimonio de la Guerra en las comarcas de Castellón y sobre la Línea XYZ. Lo recuperamos de su cargo en la conselleria para ocupar este puesto durante estos últimos dos años», explica Girona.

«Es indiscutible el valor patrimonial de estos bienes. Su inventario inicia la reparación de una deuda de respeto y reconocimiento hacia nuestro pasado»

«En la actualidad —continúa— el trabajo de elaboración de informes y visitas a los lugares correspondientes ha dado como resultado este preinventario que se ha puesto en información pública a través de la red, con el objetivo principal de que se vaya completando con las aportaciones de los ayuntamientos y particulares, en muchos casos reticentes, para los cuales poner en marcha el proyecto les ha servido para concienciarse de la necesidad de proteger espacios que no acababan de valorar en su totalidad. Llevábamos año y medio enviando cartas a los ayuntamientos, haciendo charlas informativas, pero la respuesta era mínima. Así es que decidimos comenzar a hacer este preinventario y lo publicamos en la red, con la intención de generar un estado de opinión que les llevara a plantearse por qué no se habían protegido determinados elementos o, directamente, averiguar lo que tenían, cosa que en muchos casos ignoraban. A partir de la publicación, tenemos muchísima más información y reacciones a veces exageradas, como solicitar la declaración de BIC de elementos que ya están protegidos por la propia Ley. Cuesta a veces convencer a mucha gente del carácter de patrimonio de estos espacios.

Aun así, la elaboración de fichas está muy avanzada y ahora estamos en el proceso de declaración de tres tipos de BIC, uno de ellos el de la línea de costa de Alicante, muy llamativa; también en València una parte de la Línea de defensa de la Inmediata, conocida como los Cara-sols y que va desde Llíria hasta el Puig, así como la Línea XYZ, que es la más completa, donde más vestigios hay, que está ya muy trabajada y que va desde la Sierra de Javalambre, pasando por la Sierra del Toro, hasta la localidad de Almenara», detalla el secretario autonómico. «De esta última ya hay hasta una propuesta de museización, desde hace veinte años, en un informe que llegó al Consell Valencià de Cultura, como se ha hecho con los restos de la Batalla del Ebro, muy bien conservados en su parte central, y en los que ya se están realizando visitas contextualizadas», añade.

El proyecto nace con la necesidad de dar sentido al presente entre el incesante flujo de informaciones que teje el día a día, oculto en un cambio que está pasando desapercibido bajo la coexistencia de hasta cuatro generaciones activas frente a las tres que han convivido habitualmente. Un reto para la organización social que está forzando a nuevos hábitos, pero que no está implementando demasiados mecanismos para aprovechar el trasvase de conocimiento en el contacto entre generaciones, más allá de una endoculturación que solidifica costumbres recientes como si formaran parte de una evolución natural: hábitos de consumo, micropatriarcado o leyendas urbanas de reciente creación. «Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico definirá un 'no lugar'», define el filósofo Marc Augé. Esto hace necesaria, para evitar la transformación, una codificación de los restos de la memoria heredada que incluya todos los relatos posibles y los vincule con hechos y lugares ciertos. No hay que olvidar que una de las armas novedosas que se utilizó en la Guerra Civil y que se siguió utilizando durante el tiempo de la Dictadura, fue la de la propaganda falsa, la desinformación.

«El proyecto de Patrimonio está asociado a la política de la memoria —apunta Albert Girona— que es competencia de la conselleria de Justicia. La sección nuestra, la de Patrimonio, forma parte de un proyecto global, en el contexto de la Ley de Memoria Histórica Valenciana, en sentido amplio, no solo de la Guerra, que no tendría demasiado sentido, sino de la memoria democrática, que dará como resultado la creación de un Instituto de la Memoria. Teniendo en cuenta que Alicante alberga el mayor archivo de la memoria, estuvimos tratando con el conseller Alcaraz la posibilidad, incluso, de que la sede de este instituto estuviera en Alicante», declara. 

Lugares/'no lugares'

En la reorganización del tejido de la memoria, en el caso de contiendas en las que el enemigo no es un otro anónimo, el proceso de deshumanización del antagonista se convierte en un impedimento para la convivencia futura porque se trata de vecinos, familiares o amistades convertidas en enemistades irreconciliables donde es difícil encontrar a alguien que no viviese o padeciese en algún momento o circunstancia las consecuencias del enfrentamiento.

Los restos bélicos diseminados por el paisaje, en forma de búnkeres, trincheras, nidos de ametralladoras, aeródromos, refugios antiaéreos, así como la arquitectura civil y militar vinculada a la contienda, desde los hospitales a las sedes de los partidos políticos, los sindicatos, las residencias que albergaron gobiernos y cargos políticos o las comandancias militares, constituyen una red de relativamente fácil localización, una vez que se ha acometido la tarea de situarlos en un mapa, delimitarlos, señalizarlos y encontrar presupuesto para su restauración.

Las propias Líneas XYZ y de costa en Alicante que se han citado, la red de refugios antiaéreos de la ciudad de Alicante, las sedes del Gobierno y la Presidencia de la República en Petrer, el búnker de El Saler, gran parte de estos elementos ya cuentan con una identificación clara y contextualizada, abriendo camino a la incorporación del conjunto de esta tipología que queda por recuperar, ingente en muchos casos como el de Elche, una de las ciudades que más refugios tiene por recuperar, hasta trece, absolutamente desconocidos, alguno de ellos enorme y singular por su construcción en forma de zigzag, como el de la Plaça de la Fruita, o en el barrio del Raval, donde la memoria colectiva todavía tiene presente el hundimiento que se produjo el 14 de mayo de 1955, en plena plaza del barrio, con el resultado de cuatro muertes, las últimas víctimas de la Guerra Civil en la ciudad.

Alicante, aunque finalmente ocupado también por los civiles que allí se encontraban, ya que alrededor de 19.000 pasaron por él entre el 4 y el 6 de abril de 1939

La complejidad de la Vega Baja del Segura, con la presencia de gran patrimonio vinculado a la Iglesia, tanto en el caso de Orihuela, donde se interseccionan como en pocos lugares la arquitectura civil, religiosa, política y militar, o el patrimonio industrial de l’Alcoià, el Comtat y el Alt Vinalopó, vinculados a la producción armamentística, reclama ser la siguiente fase del inventario.

Más difícil es recuperar la memoria de los lugares de tránsito, de construcción efímera, que solo son unas coordenadas geográficas ya. A veces una placa y un tímido memorial, a los que un olvido consciente o la apisonadora del urbanismo salvaje oculta bajo la tierra yerma, un centro comercial o un parque de tímida vegetación poco autóctona. Es el caso del campo de concentración de Los Almendros, en la zona de la Goteta de Alicante, en un lateral de la carretera de València, en la parte de umbría de la Serra Grossa, preparado por militares italianos de la división Littorio con alambre de espino para retener a militares republicanos, la mayoría de ellos, refugiados del puerto de Alicante, aunque finalmente ocupado también por los civiles que allí se encontraban, ya que alrededor de 19.000 pasaron por él entre el 4 y el 6 de abril de 1939, ahora desmantelado. La denominación de Los Almendros la dieron los detenidos en el mismo, al caracterizarse por ser un campo de labranza con un nutrido cultivo de almendros.

Desde aquí, los prisioneros se fueron repartiendo entre otros centros de internamiento que han mantenido la huella de su paso: el Castillo de Santa Bárbara, recinto histórico que, al igual que el Palacio de los Altamira de Elche, asumió el rol de centro de detención militar. También la Plaza de Toros de Alicante. Lugares de tránsito hacia otro lugar de tránsito, como el campo de concentración de Albatera, que tenían el propósito de provocar el desarraigo y la pérdida de identidad, si no el exterminio. Tras el final de la Guerra Civil en el puerto de Alicante y después de haber pasado por el denominado campo de Los Almendros de la ciudad de Alicante, miles de prisioneros, que habían acudido a Alicante con la esperanza de embarcar y huir de la represión franquista, comenzaron a llegar al de Albatera, establecido el 11 de abril de 1939. Llegaban en convoyes ferroviarios y en camiones tras un largo y penoso viaje. La cifra total de prisioneros se sitúa entre veinte y treinta mil.

Un 'no lugar' existe igual que un lugar. Nunca bajo una forma pura, pero bajo el estrato superficial que se superpone a la historia, subsiste el estrato originario, más o menos conservado, más o menos recuperable, dispuesto a no ser olvidado.

Los responsables del Museo del Campo de Concentración de Auschwitz han pedido que los visitantes no se hagan fotografías frívolas en los elementos ahora museizados del campo, solo con el fin de publicarlas en las redes sociales. ¿Convertir estos espacios en lugares turísticos no puede comportar una banalización de su aspecto memorialístico?

«Sí, pero eso pasa en general con todo el patrimonio desde hace diez o quince años. Se está haciendo un uso, especialmente del patrimonio mueble, como sucede en la Lonja de València, por ejemplo, sobre todo por este turismo low cost que llena las ciudades todos los días. Es un peligro, sí, pero depende mucho de la difusión que se diseñe. Porque si esta difusión se hace bien contextualizada en los hechos, en la memoria, no debería suceder esto. Yo he visitado espacios de guerra en Europa y sí, los hay que están muy bien hechos desde el punto de vista memorialístico, y otros no», reflexiona como colofón Albert Girona.

* Este artículo se publicó originalmente en el número de 54 de la revista Plaza

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