Hoy es viernes, en Italia y contigo, bandido. Para rematarlo con gurbujas y su cricrí, lo dejo ahí. Porque nos vamos a Franciacorta, comarca que da nombre a los vinos del día. Tíatíatía.
Hablamos de espumantes y nos quedamos tan campantes explicando que esto es Lombardía, concretamente Brescia y sus 230 kilómetros con 19 localidades de ondeantes colinas. Paisaje de ensueño salpicado de viñas bonitas y botellas que también. Con contenido tranquilo o de las protagonistas del día que traemos a nuestro rincón hedonista, las burbujas obtenidas por el método tradicional, con su segunda fermentación en botella.
Con tres variedades, tres. Solas o revueltas, pero siempre bien puestas. Chardonnay, pinot nero y pinot bianco en cepas que miran la belleza de lagos sin laguna ninguna. Porque lo tienen todo bajo control del Consorzio per la Tutela, organismo que se asegura de que sean Denominazione di Origine Controllata e Garantita.
Detrás, una larga historia con Orden de Cluny que, aunque no fuera de George, les dio la libertad para intercambiar. Un no parar de comerciar sin par que los traen hasta nuestras estanterías de ahora con etiquetas que cuentan que la vendimia se hace a mano y que la crianza irá desde los 18 a los 60 meses como mínimo, porque los máximos no existen casi nunca. Así, los de menos tiempo se convierten en Franciacorta a palo seco, seguidos de los Satèn, los Millesimati y el señor Riserva.
Y aunque somos algo reservados, dejamos la vergüenza a un lado para empezar a descorchar un puñado de espumosos sin pretensiones que nos divierten mil montones.
Con el Monte Rossa Prima Cuvée Brut (Monte Rossa) como primer invitado. Chardonnay, pinot bianco y pinot nero crepitante de peritas silvestres y gran acidez. Aromático tenaz en hogaza recién horneada con mucha mantequilla extendida por encima. Delicados pasteles que serán el postre, porque ahora lo elegimos como entrante con una buena cucharada de caviar sobre esas tostaditas.
El Enrico Gatti Brut (Società Agricola Enrico Gatti) es chardonnay a palo seco, pero nada soso, porque tras su timidez inicial, se muestra bien revoltoso. Cremoso, amargoso y amoroso, te invita a cesta de frutas de variedades muy variadas. Alegría de almendrucos y unos cuantos brotes floridos que decoran un aperitivo de esos que se alargan a jornada completa y en este momento con unas ostras frescas, frescas.
Con el Contadi Castaldi Brut (Contadi Castaldi) volvemos al trío de uva patria en combinación, que se revela entre cítricos con textura. Con dos añitos sobre sus lías, la lía con su fina burbuja que sube ligera y sin complicarnos la vida un pelo. Viveza de trago largo, da de sobra lo que pide, que no es más que continuar con este picoteo divertido. Y me pones unos blinis con salmón ahumado y un poco de crema agria.
El 1701 Franciacorta Brut Nature (1701 Franciacorta) se queda con la chardonnay, la pinot nero y nosotros. Porque sacia el ansia de chispitas, en este caso regordetas y sin complejos. Liviandad con amplitud de miras y oscuros minerales bastante frescales. Cremoso bollito que achucha con cariño y nos lleva a obrador de panadero dicharachero donde compraremos una barra con la que acompañar a unas anchoas de nivel.
Con el Berlucchi 61 Nature Blanc de Blancs (Guido Berlucchi) juntamos a la pandi de amistad para darle un buen repaso. Mesa cargada de flores que se van apartando para que podamos mirarnos a los ojos. Estupendos momentos, pero atentos, que no es champagne ni lo pretende. Alegría a mediodía y desde la mañana, porque nos vale de desayuno, merienda o lo que se tercie. Y se antoja en rollito bruncheo con un poco de mortadela trufada. Ahí es nada.
Terminamos en rosita y con corazones para el Marchese Antinori Rosé (Marchese Antinori). Pinot nero total de armonía tocada con armónica, pero bien. Velada de bailar rápido, lento o como quieras, pero con vestido de cóctel rechulo y elegancia. Fragancia de pétalos que se marchitan sin tristeza porque los reponemos enseguida para evitar el dichoso desenlace. Y lo enlazamos bien avenido con un queso de exterior enmohecido.
Final de cuentos en los que se viaja a país con las botas puestas. Y nos las quitamos sabiendo que nos las volveremos a enfundar para seguir soñando más y mejor. En un par de semanas.