VALÈNCIA. "La nueva identidad verbal y visual de la renacida televisión pública valenciana está muy lejos de lo que cabría esperar de una de las comunidades autónomas más potentes de España". Porque si de algo han servido los duros análisis al proceso de creación de la marca À Punt llegados desde fuera de la Comunitat ha sido para que volvamos a comprobar la estima de la que gozan los profesionales valencianos en torno al diseño. Aunque sea para exigirnos la excelencia en cualquiera de nuestras expresiones. Aunque no siempre estemos a la altura. Aunque nos tengamos que redescubrir constantemente desde fuera –autocrítica– y si la revista AD elige a los 10 emergentes del Estado en 2017, CINCO sean, cómo no, valencianos.
La sala de prensa del Ayuntamiento de València es un escenario constante de información. La fotografía recurrente, día a día, a partir de la que la representación política local da cuenta de su actividad. En la sociedad de la imagen que llegó ya hace muchas décadas, la sala de prensa es el micrófono Hi-FI, la resolución Full HD y el punto de partida de una forma de mostrarnos. Cuenta tanto o más que cualquier tecnología, porque es el lienzo a partir del cual se produce la conexión.
En eso estaban pensando desde el Gobierno de la Generalitat cuando, nada más iniciar la legislatura, decidieron remozar la parte visible desde la que la vicepresidenta y portavoz del Consell Mónica Oltra ofrece la rueda de prensa posterior al Pleno. La parte visible –en manos de un profesional hubiera sido difícil no optar por reacondicionar toda la sala, ya que al final se acaba viendo durante su retransmisión todo el estado–, que ofrece la imagen de un nuevo momento. Una foto mucho más actual que, aunque merecería bajar al detalle, es más limpia y con eso no pocas cosas de sí mismo está diciendo el Gobierno valenciano.
La sala de prensa del Ayuntamiento de València está en el estado exacto en el que se han desarrollado momentos muy distintos a lo largo de esta década. La opción del Gobierno local ha sido la de renovar el espacio donde trabaja el gabinete de comunicación, que además de tener una actividad constante y diaria, hacía décadas que no se había 'tocado'. Una sala más amplia, mobiliario y la pintura que aseguran llegará dentro de nada. Mientras, cuando ya hemos consumido más de la mitad de la legislatura –al peso, la mitad de los impactos visuales– la sala de prensa está igual. El resultado es la imagen que abre este artículo, publicada por la propia cuenta de Twitter del Ayuntamiento hace apenas dos días.
La distancia entre la mesa de otro tiempo (y de otra habitación) y las sillas (de sala de espera de la que no esperar mucho), la no solución de la proyección de cifras o datos, la ristra de cables de audio y la pared lateral de molduras de plástico. Todo a la vez. Cada elemento presume de haber llegado exactamente por cualquier motivo y en cualquier momento, aunque eso es algo que sólo debe ocupar a los profesionales. Lo que cualquiera puede intuir es la imagen de una ciudad que no es esa. Por eso, regresando al espíritu del primer párrafo del texto, la sensación es de injusticia. Lo que importa es que el mensaje visual no puede ser más pobre, sea como sea el tejido creativo y de diseñadores de la ciudad que obviamente no tiene por qué ser conocido por el receptor.
Y sería de lo más sano que nos detuviéramos en debates mucho más intensos, como la imagen que transmitimos con el megamix de mobiliario público que gobiernan nuestras vidas. Ojalá. Ojalá aceptar a largo plazo con naturalidad que las terrazas de los locales públicos –los bares y restaurantes, que no son otra cosa que locales públicos– no pueden tener barra libre en sus expresiones mobiliarias. Ojalá no estar sometidos a constantes cambios en los diseños de iluminación, del suelo que pisamos o de cualquier elemento que nos ayude a vivir sobre todo en un espacio accesible y agradable, acorde con nuestro tiempo y sensible con nuestra historia. Ojalá. Pero para llegar a ese escalón debemos comprender que la imagen de València también es la imagen de su sala de prensa en el Ayuntamiento.
Justificar que esa solución sea una cuestión de dinero es absurdo, entendiendo el presupuesto de la ciudad y lo destinado a cualquiera de sus acciones. Sobre todo si se divide por el impacto de la imagen constante. Desde allí aseguran que existe la inquietud por resolverlo (en concreto, del concejal de Gobierno Interior, Sergi Campillo). Más allá de "contribuir a una estética de modernidad", dicen, tendrán en cuenta la mejora del equipo de proyección y de tecnologías con las que se trabaja. Aunque tarde, todavía están a tiempo de hacer un acondicionamiento visual y funcional más óptimo que el que hizo la Generalitat que, pese a ello, supo interpretar lo importante que era mejorar la imagen desde su sala de prensa desde el primer día.