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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

La India de Modi

8/07/2019 - 

La mayor democracia del mundo, con más de novecientos millones de votantes y con uno de los procesos electorales más largos (algo más de un mes) y alambicados del panorama internacional, se ha pronunciado recientemente. Unas elecciones generales han dado a la India y a Modi la continuidad y el apoyo necesarios para seguir adelante con las reformas y la senda de prosperidad. A pesar de la extensión del proceso electoral, los electores indios no se desaniman. De hecho, la India es uno de los países con mayor porcentaje de participación electoral del mundo.

Para sorpresa de muchos, el partido actualmente en el poder —el Bharatiya Janata Party (BJP), con Narendra Modi a la cabeza— ha revalidado su mandato por un nuevo periodo de cinco años. Esta coyuntura no ocurría desde 1984. Modi ha arrasado: además de renovar su mayoría parlamentaria, el BJP ha obtenido 352 escaños, mientras que su principal opositor —el Partido del Congreso, con Rahul Gandhi al frente— solo ha conseguido 87 escaños, sin embargo el Partido del Congreso había dominado la política India en las últimas décadas. Este resultado se puede definir como histórico, ya que es el segundo mejor resultado que un partido obtiene desde la independencia de la India.

El liderazgo de Modi, por lo tanto, se ha visto reforzado, hasta el punto de que se convierte en un referente político histórico, con una relevancia tanto a nivel nacional como internacional, algo que no se recordaba desde la época de Indira Ghandi durante la década de 1960 a 1970.

Modi ha centrado su campaña en la lucha contra la pobreza y a favor del mundo rural, y en su actitud contra la corrupción de las élites políticas y económicas indias. Su medida estrella ha sido la desmonetización (con el objetivo de hacer desaparecer el dinero negro). De forma radical, es decir, con el preaviso de un día, los billetes de 500 y 1000 rupias dejaron de tener valor. Ello significaba que el 86 % del dinero en circulación no se podría utilizar en adelante como medio de pago.

A pesar de que Modi se caracteriza por poner el énfasis en sus ideas nacionalistas hinduistas, en esta campaña se ha esforzado en poner el acento en la inclusión de todas las clases y religiones, ya que estaba siendo muy criticado por, aparentemente, “aislar” a la comunidad musulmana del país en beneficio de la comunidad hindú.

Sus primeras reacciones después de la victoria (mayoritariamente por Twitter, donde es muy activo) han sido las siguientes: “¡La India vuelve a ganar de nuevo!”, “Ahora hay solo dos clases de personas en este país, aquellos que son pobres y los que ayudarán a esos pobres. Juntos construiremos una India nueva e inclusiva, una nueva India”. Estos tuits se han convertido en toda una declaración de intenciones.

El elemento ideológico en esta campaña electoral ha tenido un peso determinante. Modi no ha podido hacer palanca sobre su programa económico, como sí lo hizo en las elecciones anteriores, y las causas han sido la ralentización del crecimiento de la India en los últimos años —el país ha pasado de un crecimiento cercano al 8 % del PIB a caer en torno a un 5 %— y la falta de previsión de una recuperación de dicho crecimiento.

Este hecho económico va a ser, sin duda, uno de los grandes retos a los que se va a enfrentar el BJP durante la próxima legislatura. Con el respaldo que ha obtenido en las urnas, desde una gestión personalista de Modi, como hasta ahora, el BJP tendrá legitimidad para acometer reformas estratégicas profundas, en algunos casos menos populares, que configuren la nueva India que ha prometido el primer ministro.

Suele ser habitual que las grandes victorias generen grandes expectativas. Otra cara de la moneda al gran respaldo obtenido será —para el BJP y, en particular, para Modi— la presión (tanto por parte del pueblo indio como por la esfera internacional) para acometer grandes reformas con éxito y en el más breve plazo.

Hay estudios que avanzan que en el corto plazo la India podría convertirse en la tercera economía mundial —ahora mismo se sitúa entre la quinta y la séptima— y en el país más poblado del mundo, ya que  no existe allí un programa estatal de control de la natalidad como en China. 

En el plano geopolítico, el mundo se ha inclinado desde hace unos años hacia Asia. La India mantiene  hostilidades principalmente con Pakistán —no hay que olvidar que antes de las elecciones hubo un atentado en Cachemira con más de cuarenta muertos, perpetrado por un grupo supuestamente apoyado por Pakistán— y tendrá que acabar de definir su peso específico en la zona o, mejor dicho, su contrapeso a China en la región, con el objetivo de ir ganando mayor notoriedad en el mundo globalizado que actualmente no refleja su potencial real. 

Lo principales retos a lo que se tiene que enfrentar la India seguirán siendo el hambre, la fiscalidad, el reforzamiento de la clase media como motor de consumo y su apertura internacional. Por otro lado, el llamado dividendo demográfico plantea serios desafíos, pues hay que dar trabajo a esa gran masa de población, y ello no resulta nada fácil.

El proyecto de las 100 smart cities y la mejora de las infraestructuras ayudarán a tener ocupadas a muchas personas, lo cual contribuirá a mejorar sus condiciones de vida. Confiemos en el buen hacer de Modi y en que la mayor democracia del mundo pueda tener una existencia digna, con trabajo, y que se consolide como un referente mundial.

Jorge Martí Moreno y Miguel Bolívar son abogados de Uría Menéndez.

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