VALENCIA. El PSOE se enfrenta este sábado a un Comité Federal decisivo que debe arrojar luz sobre quién controla realmente la formación socialista: si los seguidores del secretario -o ex secretario, nadie lo sabe a ciencia cierta- general, Pedro Sánchez, o el sector crítico encabezado por la federación andaluza.
Cómo se resuelva esta crisis será determinante para, además de discernir la hoja de ruta de la formación socialista, calibrar los daños colaterales que sufren los protagonistas implicados en esta batalla orgánica que ha hecho tambalear los cimientos del centenario partido.
Así, uno de los que ha dado un paso adelante en el conflicto ha sido el secretario general del PSPV y presidente de la Generalitat, Ximo Puig. El dirigente valenciano fue uno de los 17 dimisionarios de la Ejecutiva Federal con el objetivo de provocar la caída de Sánchez. Sin embargo, el líder del PSOE ha cerrado filas ante la maniobra enviando como escudo a sus lugartenientes, blandiendo los estatutos del partido con el respaldo de la presidenta del Comité de Garantías del PSOE, que ha evitado convocar este órgano hasta que no pase la cita clave de esta sábado, pese a que los miembros restantes firmaron un documento unilateralmente ayer.
Cabe recordar, tal y como informó este diario, que la otra representante del PSPV en la Ejecutiva era la consellera de Sanidad, Carmen Montón. La dirigente de Burjassot, con una amplia trayectoria pese a su juventud -fue concejal a los 23 años y diputada en el Congreso a los 28-, siempre ha estado ligada a la corriente lermista -ahora ximista- del partido. No obstante, en los últimos tiempos, había mostrado sus simpatías por Pedro Sánchez, e incluso había sido integrada en la dirección del partido además de formar parte de la lista de ministrables del líder socialista.
Con estos antecedentes, el dilema para la titular de Sanidad no era baladí: su decisión, no dimitir de la Ejecutiva para defender a Sánchez. Ante lo ajustado de los números, Ximo Puig asumió la responsabilidad de ser él quien presentara la dimisión para visibilizarse dentro del grupo de críticos y forzar la salida del secretario general con el objetivo de un cambio de hoja de ruta en el PSOE.
Ahora bien, la consecuencia inmediata de esa maniobra se vio este mismo jueves en la sede de Blanquerías, con una manifestación de unos 150 militantes contrarios a la salida de Sánchez que llegaron a clamar por la dimisión de Puig y calificarlo de "traidor". Es evidente que la concentración era una reducida representación de las bases -el PSPV posee 17.000 afiliados-, pero es una circunstancia que posiblemente se habría evitado si el secretario general no hubiera sido uno de los firmantes.
Por otro lado, la implicación de Puig como dimisionario también le situaría en una posición difícil en el caso de que, de triunfar el sector crítico, se iniciara una corriente entre los vencedores de la batalla para propiciar una abstención que convirtiera a Mariano Rajoy en presidente del Gobierno. Una opción que el presidente de la Generalitat insiste en rechazar, pero para otras federaciones no parece descartable. Si todo terminara con el PP en La Moncloa, el jefe del Consell sufriría un desgaste fruto de la firma estampada contra Sánchez: más aún cuando sus socios del Botánico (Compromís y Podemos) han mostrado su oposición a la citada abstención.
En la otra orilla, si todo se tuerce para los críticos y pierden el pulso, el jefe del Consell quedaría en una situación de manifiesta debilidad, dado que sería uno de los dimisionarios que trató de forzar la salida de Pedro Sánchez y fracasó. Sin duda, una circunstancia que dejaría muy tocada su voz en el ámbito nacional, además del adelgazamiento de poder orgánico que sufriría por este revés.
Unas combinaciones sin duda preocupantes para el máximo responsable de un gobierno autonómico. La única vía, con este escenario, para que Puig salga airoso es que el golpe de mano efectuado por los críticos tenga éxito y provoque la implantación de una Comisión Gestora que no abogue por la abstención en el Congreso. Hasta entonces y por el momento, lo único que ha visibilizado Puig con su dimisión en la Ejecutiva ha sido una clara discrepancia con una de sus conselleras.