AL OTRO LADO DE LA COLINA / OPINIÓN

La irresistible superficialidad del Homo Globalis

Malos tiempos para la lírica, que dirían los clásicos, peor aún con la maldita Pandemia, que debe servir para que hagamos los cambios necesarios en este cambio de época

25/07/2020 - 

Espero que a Milan Kundera no le moleste el uso o abuso del título de su novela “La insoportable levedad del ser”, aquella que escribió en 1984, cuando aún era checoslovaco, para después ser checo, y ahora de nacionalidad francesa, todo ello por obra y gracia de la globalización. Pero la futilidad de lo observado durante estos días, me empuja a realizar esa afirmación en el título.

Todo empezó cuando el otro día, disfrutando de esa nueva normalidad, que ni es novedosa ni normal, y antes de que, por si acaso, nos confinen, volví a ir al cine para ver una película a una céntrica sala de la capital del Turia. Además de la satisfacción de volver a disfrutar de esa actividad ocioso-cultural, me sorprendió un anuncio, en el que, con cierto aire apocalíptico, muy fácil de usar en estos pandémicos días, se afirma “se nos acaba el tiempo”, con el propósito de salvar el planeta. Este sketch, promovido desde una plataforma recién creada, este otoño pasado con apoyo de multinacionales (curioso), y que aunque bien intencionado, ya saben esa expresión de “el infierno está empedrado de buenas intenciones”, hace que nos fijemos en la paja en el ojo ajeno, y no veamos la viga en el ojo propio. Dado que nos ofrece arreglar el mundo, sin barrer la casa propia.

Porque no hay duda de la emergencia climática, además de la social, en la que vivimos (todo está relacionado), pero claro hablar de medio ambiente y salvar el mundo, sin que existan políticas locales decididas y eficaces para frenar una de las principales amenazas de nuestro ecosistema como es la desertización, provocada, entre otros motivos, por el  abandono de la explotación y usos tradicionales del medio rural, entre ellos la agricultura, parece un poco irónico, por no decir cínico. Porque ya saben aquello de piensa en global, pero actúa en local. 

Un ejemplo de esto, es esa maravilla que tenemos al sur de Valencia, el Parque Natural de la Albufera, que se muere por falta de agua, como nos lo recordaban los científicos el invierno pasado. Porque este prodigio de la naturaleza…es bastante artificial, pues hasta el siglo XVIII era de agua salada, y con el cierre y control de la restinga, se tornó en dulce para ser aprovechada para cultivar arroz; y, claro está, debe ser mimada para que se mantenga como joya de nuestro entorno. 

Y por qué centro mi atención allí, pues porque ahora que llega el verano, y esa Dehesa del Saler se vuelve en una bomba incendiaria de relojería, esperando a que algún criminal pirómano le prenda fuego, además de posibles incendios accidentales, y que tiene menos mal un reten de bomberos allí mismo, a la vez de las patrullas de la Policía y la Guardia Civiol por esa carretera que la atraviesa, tiene un gran riesgo. Y cuál es, se preguntarán, es el proceso de transformación e ingeniería social que lidera Giuseppe Grezzi, que está volviendo esa carretera en una ratonera para el tráfico de vehículos, por la introducción de bordillos, aceras, divisorias e isletas. Por lo que, y ya ha ocurrido con alguna ambulancia, puede provocar que los camiones cisternas que acudan a sofocar las llamas, no lleguen a tiempo para controlar los fuegos en su inicio, como así han sido solucionados, en los últimos años, los conatos rápidamente apagados.

Por eso, en esta próxima campaña anti incendios, en este caso del Saler, y por quedarse en lo superficial, y no ahondar en una perspectiva holística, pudiera quemarse cuál pira funeraria gracias a esos nuevos atascos, que impidan la rápida circulación de los vehículos del retén de los bomberos, esperemos que no.

Pero claro todo puede ocurrir en esta ciudad de Valencia ruralizada, que le gusta a Joan Ribó como exponía nuestro director Javier Alfonso en su artículo del domingo pasado aquí en Valencia Plaza. Un ejemplo de ello es la evolución urbanística de nuestra ciudad, que antaño su fisonomía, que provenía de la clásica arquitectura mediterránea (de la que algo se puede ver en Ciutat Vella) de ciudades de calles estrechas, para que abundasen las sombras y corrientes de aire; y en cambio ahora se aprovecha cualquier reforma del entramado municipal para crear grandes plazas que lo único que pueden dar al peatón es calor, y que impiden la sostenibilidad medioambiental por el incremento de gasto eléctrico en aires acondicionados en verano y calefacciones en invierno. Es decir nos quedamos en las apariencias pero no vemos más allá. 

Pero vamos con otro ejemplo de la insoportable levedad, y es con la superficie de la principal plaza del Cap i Casal del Regne, capital autonómica y doblemente leal, por su nuevo suelo que simula gravilla (de hecho parece gravilla prensada) y que está muy en consonancia con esa Valencia rural que decía Javier Alfonso del gusto de Ribó, pero que nos da una imagen muy poco moderna y cosmopolita, de una ciudad que siempre ha sido cómoda y abierta, y que en los últimos años se está tornando incómoda para circular y vivir y cerrada para invertir.

Pero todavía hay más de superficialidad y futilidad, “no lo hemos visto todo aún” como diría mi compañera de columna en este diario, Pilar Vicente, y en armonía con esa modernidad líquida de la que habla en sus obras Zygmunt Bauman, con personas sin compromiso, perfectos nómadas sociales al albur de aparentes mass media caprichosos, pero en el fondo defensores de intereses espurios; y es una noticia sobre el puerto de Valencia. La información se publicó el fin de semana pasado por el periodista José Luis Zaragoza en el Levante EMV, y recogía como el partido independentista ERC (faro que ilumina el camino a muchos catalanistas de por aquí) estaba en plena ofensiva, en el Congreso de Diputados y con peticiones al Gobierno, para paralizar la ampliación del puerto de Valencia, mientras que el de Barcelona, recibe todo tipo de subvenciones, apoyos, conexiones inter modales, por tierra, mar y aire, conectado a Europa ya, casi también al eje central y con todos los parabienes de la clase política catalana. 

Y cual ha sido la respuesta de la clase política valenciana, a una acción que en otra autonomía, hubiera supuesto casi un casus belli o escandalera pública, pues más bien escasa o nula, el único que respondió en redes sociales, casi de inmediato, fue un ex-político (si se puede ser ex en ese ámbito), un valencianista llamado José María Chiquillo, y hubo que esperar, más de 24 horas, para que alguno opinara en contra (claro está de la oposición al Botanic-Nau), porque de los gobiernos local o autonómico, nada de nada, lo han tomado como algo sin importancia, pueril, como quitándole importancia, después de que hace años ese mismo partido, ERC, exigiera al gobierno de José Luís Rodriguez Zapatero para darle su apoyo a la investidura, la derogación del trasvase del Ebro, como así ocurrió, dejando a nuestras tierras sin ese agua que tanta falta nos hace, y produciéndose el gasto en enormes instalaciones de desaladoras, de gran impacto medio ambiental, pero con grandes beneficios corporativos. 

 

 Mientras se manifiestan los médicos MIR (aquellos que fueron carne de cañón en la primera batalla contra el virus chino, que tuvieron que usar bolsas de basura en lugar de EPIs por falta de previsión de sus responsables), y hacen huelga (ya ocurrió algo parecido en 2006). A la vez que el sindicato CESM denuncia a un alto cargo de la GVA por coacciones para que no hagan el paro; se producen contagios hasta en Hospitales;  y nuestras autoridades se reúnen en un acto, que parece más bien otra cosa diferente al duelo pretendido, solo hace falta ver las fotos de Kike Taberner aquí publicadas, para recordar a los caídos por el coronavirus, con poesías, fuegos artificiales y música, pero de protocolos y previsiones para sucesivas oleadas y batallas víricas, más bien poco.

Y así seguimos en estos nuevos rebotes, que no rebrotes que ya llegaran en otoño-invierno con las gripes, criminalizando a la juventud, como enemigo o quinta columnista que hay que buscar en toda guerra como chivo expiatorio, porque la otra opción de poner nuestra atención en los otros focos, como son las reuniones familiares o los hospitales, es más bien complicado, sobre todo para una sociedad tan liquida, que a veces parece gaseosa. Y que compuesta por ese Homo Sapiens transformado por la Globalización,  que se siente atemorizado con la Pandemia, como ya ocurriera en la Edad Media con la Peste, al estar escaso de principios y lideres para hacerle frente, dada la levedad y superficialidad en la que parece vivir.