El Teatre Micalet acoge el estreno de una revisitación metateatral del clásico de Strindberg sobre la emancipación femenina
VALÈNCIA. Cuando Liv Ullmann estreno en 2014 su versión cinematográfica del clásico teatral de August Strindberg La señorita Julia, se refirió a su adaptación como un cuento de hadas que también era cuento de terror. La propuesta que se sube ahora a las tablas del Teatre Micalet integra esa dicotomía y añade un componente meta a la representación: los protagonistas de Senyoreta Júlia. La funció està a punt de començar son una gran actriz, un técnico de sala y la regidora del teatro donde esa noche se estrena la obra del escritor sueco interpretados, respectivamente, por Lara Salvador, Roberto Hoyo y María Covadonga.
La obra original se desarrolla en una sola noche de verano en una mansión del campo irlandés. Una joven aristócrata y el criado de su padre bailan, beben, se desean, aborrecen y reprochan, se seducen y manipulan. En la revisitación a cargo de Eva Mir, programada del 17 de noviembre al 17 de diciembre, la lucha de clases y de sexos del original resuena en las propias relaciones entre la artista y el chico para todo en el teatro, procedente de una familia desestructurada de los suburbios de la ciudad. Entre ellos late una hostilidad y una atracción salvajes, sumadas a las fricciones surgidos por las condiciones laborales en el teatro, que es propiedad de los padres de la actriz.
La pieza consta de siete escenas, pero dos actos diferenciados que inciden en aquella doble naturaleza también explorada por Ullmann. La música y la iluminación distingue esa primera parte de cuento de hadas y esa segunda de terror. El público asiste a la luz para luego adentrarse en la oscuridad de la psique de los personajes.
El codirector del montaje, Toni Agustí, lleva un tiempo abordando planteamientos escénicos donde se yuxtaponen dos marcos de ficción. Así lo hizo ya en Versión, un thriller dialogado que permitía a la audiencia colarse en la cocina creativa de una obra de teatro.
“Hay algo en lo meta que me parece atractivo, porque tiene que ver con la narrativa desde el artificio. Al elegir el texto de Strindberg, Eva y yo estuvimos preguntándonos sobre la vigencia de una obra tan polémica sobre el género y nos dimos cuenta de que ya había algo muy metateatral en la propia obra, en el criado y la señorita que juegan a ser quienes no son, así que ya que íbamos a actualizarla, decidimos realizar una revisión narrativa y conceptual a través de la relación de desigualdad y distancia entre una actriz y un técnico, con el teatro como el marco donde explosionaban muchos juegos”, detalla Agustí, quien comparte la dirección con Joan Peris y las labores dramatúrgicas, con Eva Mir.
Aunque es el aspecto más llamativo, el tema principal no es la toxicidad en las relaciones, sino la búsqueda de la propia identidad. “Saber quiénes somos en el mundo tiene algo existencial. Júlia se pregunta a menudo quién es ella, si la culpa de que sea como es recae en su padre, en su madre o en ella misma. Es esta cosa de mirarse en el espejo y repetir tu nombre cuando eres niño para averiguar quién eres”, compara Agustí.
La reflexión sobre la identidad se extiende también al mismo Teatre Micalet, añadiendo otra capa metateatral al proyecto. La protagonista de Senyoreta Júlia desciende de una generaciones de actores y gente de la escena. Su familia fundó la sala con el objetivo de hacer un teatro de vanguardia, con un pensamiento liberal, pero su éxito comercial ha difuminado esas metas iniciales.
“Júlia trabaja en una compañía histórica que obligada por la necesidad, ha tenido que hacer repertorio más mainstream, y eso enlaza con la realidad, al plantear debates que los programadores y propietarios de las salas afrontan sobre el tipo de propuestas y el tipo de teatro que quieren ser. En este montaje, la línea está difuminada, y va a gustar a mucha gente, tanto la interesada por un teatro más convencional como la que busca obras más conceptuales y alternativas”, avanza Agustí.
Los actores que dan vida a la pareja protagonistas incorporan la última encrucijada meta de Senyoreta Júlia. Lara Salvador forma parte del linaje de la escena valenciana, puesto que es la hija del reconocido percusionista y compositor Jesús Salvador ‘Chapi’, mientras que Roberto Hoyos se dio a conocer con su adaptación en clave hip hop de El Lazarillo de Tormes, Lázaro, que le reportó, entre otros reconocimientos el Premio SGAE en la IX Edición de Russafa Escénica.
“Lara tiene un aura de gran actriz y Roberto, de teatro callejero. Los personajes están muy en sus ADN personales”, valora el codirector.
El tercer vértice de ese triángulo escénico es la regidora de la función, una trabajadora meticulosa que ha ido medrando después de probar su valía en todas las salas pequeñas de la ciudad.
“Es un personaje muy interesante, porque tiene un punto de vista muy cercano al espectador, en algunos casos, de hecho, rompe la cuarta pared. En la obra se desmarca de la intensidad de Júlia y Joan para hablar de una manera más pragmática”, avanza el creador.
En ese sentido, la pieza rehuye el maniqueísmo y pone de manifiesto un aspecto quizás no tan explorado en el texto con el que Strindberg avanzó el teatro de la crueldad: la necesidad que tienen sus personajes de ser escuchados.
“Las primeras veces que leí la obra pensé 'qué pesados son, van y vienen mucho', pero analizando lo que sucedía, reparé en que ambos demandan algo que el otro no le puede dar, aunque las dos son peticiones legítimas -considera Agustí-. Ella necesita que la quieran, y él tiene la aspiración de ser más de lo que es. En nuestra versión hemos intentado no posicionarnos demasiado y que sea una batalla equilibrada”.