Hoy es 9 de octubre
Sigo viajando. En trayectos cortos. Desplazándome cuando menos ahoga el calor. No da tregua. Por la ruta del 25. Sin salir del Cap i Casal. No me he vacunado todavía. No obtendré el pasaporte. No me importa. A la cosecha del arroz le queda menos. Los campos están preciosos. Olfateo el terreno. He tenido que retroceder unos metros a mi anterior visita. Creo que lo interesante de esto de escribir es intentar descubrir a los lectores lo que el ojo no ve. Escribir sobre la historia oculta de la ciudad.
Tenía un gran motivo en volver atrás. En el luminoso de la arrocería La Mar de Bo colgaba un cartel que decía: se traspasa por jubilación. Me estremeció la noticia. Este santuario del arroz bien hecho, oculto entre la CV-500, es un clásico en la gastronomía valenciana. Posiblemente una de las mejores arrocerías de la ciudad. Los Requena-Aznar al mando de los fogones son una familia sencilla. Modesta. Sin falsa brillantina. Con mucho arroz y ninguna tartana. Eso les hace muy grandes.
La Mar de Bo es un restaurante coqueto y familiar. Si no haces reserva te la juegas. A lo mejor te quedas sin comer. Por los cubiertos corre la mediterraneidad valenciana. El arroz que elaboran con sepia, alcachofas y gambas es un manjar. Por no decir el del carranc, que Encarna contaba que la receta la trajo la tía Fina tras una visita a Portugal en los años ochenta. Me decía con mucha pasión y con cara de resignación que no la había patentado. Por este local ha pasado hasta la mismísima Infanta Elena entre otros personajes de la alta alcurnia para degustar sus arroces.
En España hemos tenido la mala costumbre de valorar positivamente a un restaurante si lo visitaban los Borbones. Eso ya está cambiando. Ximo Requena y Encarna Aznar han decidido no continuar con el negocio, lo traspasan, pese a contar con clientela fiel, y sus hijos Irene, Ximo y Nerea buscarán fortuna en otros lares. También Vicky. Trabajo no les faltará. Ximo se jubila, y Encarna por motivos de salud ya no trabajaba desde hacía un tiempo. Por cierto le estoy a ella muy agradecido por la berenjena al horno que me prepara. Siempre me sorprende cuando tengo algo de hambre.
La historia de la Mar de Bo comenzó en los años ochenta. Anteriormente de que se abriera como el restaurante Carranc el local comercial fue una casa de cerámica. Eso lo recordarán los más viejos del lugar. Viajar por la ruta del 25 mola mucho. Un placer diría. Es muy original y sobre ella pesa el valencianismo de antaño, las València de las costumbres y las tradiciones, y me identifico plenamente con ella. ¡Hasta venden excepcionales tomates en la carretera! Con este adiós los valencianos vamos perdiendo fuelle. Y desde esta columna daros las gracias de todo corazón a los Requena-Aznar por nunca haber fallado ni con un cubierto mal colocado. ¡Larga vida a La Mar de Bo!