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'La mujer de negro' quiere demostrar que el terror también cabe en el teatro

14/09/2023 - 

VALÈNCIA. Sobre las tablas de los teatros más famosos del mundo abundan los musicales, que son el género más popular y que más ha sabido potencial su carácter natural de espectáculo. También hay mucha comedia, y mucho drama, alocadas, con muchas conversaciones, o profundos monólogos. No es tan habitual, sin embargo, encontrar un thriller o una historia de terror, como si el miedo —realmente— fuera a abordar la compleja tarea de despertar las fobias del público con menos recursos que el cine o la literatura. Diego Braguinsky cree que no se hacen buenas obras de teatro de terror porque se quieren parecer demasiado a las películas, y que si no son buenas obras de teatro, no se venden entradas. La reflexión la hace en la presentación de una buena obra de teatro, La mujer de negro, que a pesar de ser casi única en su especie, ha demostrado que puede ser popular, convirtiéndose en uno de los textos no musicales más representados en Londres. “Queremos potenciar el hecho de que esto es, ante todo, una obra de teatro: venimos a contaros una historia de miedo”, resumía.

La mujer de negro es, además, una de las obras míticas de Olympia Metropolitana, que mostró primero en el Talia y más tarde en el Olympia. Que produjo con La Pavana y que en España está íntimamente ligada a la figura de Emilio Gutiérrez Caba. En esta ocasión, la dirección corre a cargo de Rebeca Valls, mientras que Jordi Ballester y Diego Braguinsky se ponen en la piel de los personajes principales. La obra vuelve al Talia (del 13 de septiembre al 22 de octubre) tras años sin representarse en València y con la firme convicción de reivindicar un texto inusual pero con capacidad de convertirse —decía Jordi Ballester— en una “experiencia que vaya más allá de ir al teatro, un fenómeno”.

Para conseguirlo, han acentuado la presencia de los elementos extra-actorales: Víctor Lucas ha enriquecido el espacio sonoro, Luis Crespo ha querido exprimir el espacio escénico y el ilusionista Nacho Diago ha introducido “efectos especiales” para que “la magia entre en el teatro”. “Nunca me había pasado tener la sensación de que el 50% de la obra depende de los actores, pero hay otro 50% que no depende de ellos, sino de un equipo que tiene que hacer funcionar la escena”, explicaba Vall en una presentación en rueda de prensa ayer.

La mujer de negro, basado en la novela de Susan Hill y adaptada al teatro por Stephen Mallatratt ha sido, durante tres décadas, un blockbuster en la escena londinense. En ella, Arthur Kipps, abogado de mediana edad, contrata un teatro y alquila los servicios de un actor profesional para que le ayude a recrear un suceso fantasmagórico que le sucedió hace años a él y a su familia en torno a 1950. Lo hace porque necesita que la historia salga a la luz y además tiene la esperanza de que esto le sirva de exorcismo, y así quedar liberado para siempre.

El carácter meta-teatral del texto permite que la obra sea maleable y pueda mantener su atmósfera frente a la misma historia contada en un libro o en una película. Otra vez, el teatro como reivindicación en esa batalla absurda por la atención que se libra en la cultura cuando la sociedad agota el tiempo libre. Valls quiere que la obra “apele a la imaginación” y reivindicar “el aquí y ahora”: “Le hemos quitado los ladrillos a la escenografía de la obra original porque queremos que el público sienta que, aunque llevan trajes de 1950, todo está pasando en el Teatro Talia”. 

Braguinski, por su parte, también ha sacado pecho por este nuevo montaje: “Lo nuestro es nuevo. No hemos querido repetir algo que se lleva haciendo desde hace más de 20 años. Todos los elementos buscan provocar que el espectador se pregunte cómo puede ocurrir todo esto en un teatro”.

Como una ronda de historias de miedo a la luz de una hoguera, tampoco hace falta tanto para pertubar el sueño de alguien. Tan solo hace falta la magia de la narrativa, gracia para contarla, y la predisposición de quien escucha. Desde Olympia Metropolitana avisaban ayer, periodista a periodista, que fueran a ver la obra, dos veces en dos semanas diferentes incluso, porque desde su estreno absoluto en Catarroja y algunos otros bolos preparatorios, el montaje no ha dejado de crecer. Todo para luchar “con las armas del teatro” contra la creencia de que el terror no tiene un encaje fácil en un espacio como el Talia.

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