VALÈNCIA. Solos, abandonados y estigmatizados. Así se han sentido miles de españoles cuando han decidido volver a casa ante la situación de crisis sanitaria que vive el mundo. Las dramáticas cifras de fallecidos y contagiados en España han generado un fuerte recelo a permitir la entrada de sus ciudadanos en varios países, haciendo que el regreso sea una verdadera odisea. Nervios, desesperación y mucha impotencia ante el clima de bloqueo. Tampoco ha ayudado el cierre del espacio aéreo en muchos casos y, en consecuencia, la reducida flota de aviones que a diario operan.
Con la expansión de la pandemia, muchas personas quedaron atrapadas en lugares tan lejanos como Nueva Zelanda o Australia. Viajes planificados y truncados. Miles de kilómetros recorridos para disfrutar de unas vacaciones o visitar a algún familiar. Otros, en cambio, cursaban alguna beca académica en puntos más próximos como Irlanda. Diferentes motivos, pero un denominador común: estaban lejos de su hogar. El coronavirus no entiende de fronteras. El miedo, tampoco. Casi de la noche a la mañana se cerraban fronteras y los países iban confinando a su población. Había que regresar, pero entonces no había una respuesta de las agencias o plataformas a través de las cuales habían gestionado sus reservas de viaje. Muchos silencios y poca conectividad de las compañías de transporte que poco a poco suprimían operativa.
Con el objetivo de "derrumbar los muros", la empresa valenciana de viajes Consultia Travel se ha volcado en la repatriación de centenares de ciudadanos y, en un mes, ya ha conseguido que más de 800 personas 'atrapadas' vuelvan a sus países de residencia. Pero el trabajo no ha sido fácil pese a contar con una potente tecnología y operativa, fruto de años de experiencia en el sector. "Está siendo una odisea porque cada destino es un mundo y no todos tienen conexión directa a España ni todas las compañías están operando. Se han vivido verdaderas situaciones de angustia", reconoce el CEO de la firma, Juan Manuel Bauxauli. A ello se suma la 'marca' de ser español, con prohibiciones y restricciones de entrada en países.
Fue a raíz de la llamada de auxilio de un amigo sin posibilidades de retorno de Filipinas cuando la compañía se puso manos a la obra. "No podía volver y fue entonces cuando fuimos conscientes del problema que se venía encima. Por las mismas fechas saltó la noticia de 500 españoles atrapados también en ese país y pensamos en toda la gente que estaría en esa situación", señala. Montaron entonces un equipo con 20 profesionales dedicados exclusivamente a atender las solicitudes que les llegaban desde diferentes puntos del mundo: desde Nueva Zelanda hasta Argentina, pasando por Indonesia, Japón, Santo Domingo, Uruguay y Irlanda.
Desde la compañía idearon tres líneas de trabajo: rastrear dónde está el pasajero, qué rutas puede seguir y qué operativa hay trabajando en estos momentos en cada zona. La logística ha sido el principal problema. No solo había que conseguir que llegaran a España, sino también a sus ciudades de residencia y el cierre de muchas compañías de transporte ha dificultado el proceso. "No se trataba de que llegaran al país, sino de llevarlos a su destino. El avión podía llegar a Madrid, pero el vuelo venía con personas de Valladolid, València o Barcelona y había que encontrar cómo hacerlo en una situación en la que empresas de transporte están en ERTE con menos plantilla y flota", explica.
Aunque las repatriaciones que está haciendo desde marzo la compañía no son únicamente de ciudadanos de España, sí concentran al mayor número de personas que han ayudado. Y las situaciones que han vivido han sido esperpénticas. Este es el caso de un grupo de españoles en República Checa. En el país no había vuelos y desde Consultia Travel decidieron organizar el regreso vía terrestre a Frankfurt y volar desde la ciudad alemana a España. Pero la entrada de un autobús con chófer español estaba prohibida y si el conductor era local, tras dejar a los pasajeros y regresar a la República Checa, estaba obligado a una cuarentena. Un confinamiento que pocos querían vivir. Finalmente, un profesional de este país se ofreció voluntario.
Más dura fue la situación que 200 españoles se encontraron en Sidney. El avión salía desde la ciudad australiana rumbo a Doha con destino final Madrid y Barcelona . "Habíamos conseguido la conexión. Eran unos 300 españoles que empezaron a hacer la reserva, pero entonces la compañía bloqueó la conexión hasta España sobre la propia marcha", explica. En Turquía, también varios ciudadanos se quedaron en tierra. "Venían desde Sudáfrica hasta Madrid vía Estambul, pero cuando iban a coger el vuelo hacía España no les dejaron subir por ser españoles", relata el CEO de la compañía.
En Argentina, incluso, el aterrizaje está prohibido. "Para poder volar en el país hay que solicitar un permiso a Exteriores para que abran el espacio aéreo que permanece cerrado. Durante mucho tiempo no se ha permitido ni aterrizar a los aviones de rescate. El problema en muchos casos no solo son las restricciones, sino que hay países que no han dado opción de que nadie aterrice", explica Bauxauli.
Actualmente trabajan en la repatriación de un grupo desde Gambia con destino España y otras partes de Europa. La idea es volar a Barcelona y de ahí buscar las siguientes conexiones. Tarea nada fácil. "Un 1 de mayo en el aeropuerto de El Prat había unos cien vuelos, este año solo operarán cuatro aviones", incide. Y es que las peticiones siguen, aunque en menor cantidad que durante los primeros días de estado de alarma.
Pese a las vicisitudes que se encuentran en el camino, el trabajo es gratificante. En tiempos de coronavirus toda ayuda es necesaria. Personas perdidas que poco a poco vuelven a sentir el calor de 'estar en casa'. "Nos han llegado a decir que somos ángeles de la guarda en la tierra, que nadie les atendía y cuando les dimos una solución vieron la luz", rememora con emoción Bauxauli. Un trabajo sin descanso y a contrarreloj por romper esos muros invisibles que ahora separan el mundo.