Nuevo lío en Les Arts. No pasa un mes sin sobresalto. Corremos un riesgo. El mundo de la lírica no olvida y esparce. No se trata de un tema local. Más bien es viral.
Hace tiempo, demasiado, que las aguas bajan revueltas en torno al Palau de Les Arts, buque insignia de la cultura autonómica como así lo definieron en su momento. Un edificio que nos costó un exceso y otro tanto supone mantenerlo a flote. Está en el punto de mira desde su construcción, inauguración y evolución. Representa la pirámide de los tiempos de opulencia, despilfarro y declive. Lleva ya demasiados años sumido en su propia crisis de identidad manejada antes por sobrecostes, intereses políticos, económicos y sociales y en la actualidad por los múltiples interrogantes que se suceden a su alrededor y actúan como bomba napalm.
La última ola del tsunami ha venido de la mano de uno de sus directores musicales, Fabio Biondi. Hace apenas unos días anunciaba su dimisión. Normal. Saber que la Orquestra de la Comunitat Valenciana (OCV), una torre de Babel bien remunerada, de calidad contrastada pero al mismo tiempo en proceso de indefinición, está en contra de uno de sus titulares elegido sin sufragio y hacerlo además público es como para salir corriendo. Significa ser consciente de que en su seno interno se está ejecutando una maniobra de alcance sobre la que cada uno/a habrá sopesado las consecuencias, comenzando por los músicos que son los más vulnerables pero los primeros en aparecer. Sobre todo los que aún continúan y no están de excedencia pero manejan desde el exterior. Aún así, había que empezar a poner orden para comenzar a reconstruir. Biondi ha sido honesto en su despedida.
No niego las diferencias, como tampoco las carencias de ciertos méritos o dedicación artística e incluso ausencia de sintonía. A buen seguro, todos tendrán sus razones, pero las vendettas creía que se solucionaban, como nos había enseñado el cine negro, en silencio, en un callejón oscuro o en un restaurante sórdido, pero nunca a la luz pública ya que señala y enturbia. Así ha sido. Hemos sido testigos de esta nueva película que bien podría haber firmado Truffaut.
La Orquestra firmó una encuesta interna extraoficial, explican, y concluyó que Biondi no era de su agrado. Hasta ahí se entiende. Esta jugada recuerda la liquidación de Yaron Traub al frente de la Orquesta de Valencia, como también la de Carlo Rizzi, el italiano que la OV silenció mucho antes de que llegara a tomar posesión del cargo. Salió por los aires como muñeco de feria.
La situación vivida recientemente viene a indicarnos que el cargo de un director musical no se puede comparar con la de un entrenador de fútbol, como un día me sugirió Manuel Pellegrini. Al fin y al cabo, añadió, ambos se ocupan de gestionar personalidades y egos en colectivos en los que si algo pesa es la vanidad. Ni por asomo. Pero una orquesta o un teatro sí se parece a un equipo de fútbol que accede a la Champions y cuya ciudad queda expuesta a los ojos del mundo. Y el de la lírica es todavía más complicado porque en él rigen auténticas familias. Lo escribí hace años. Se trataba de crear equipos que se sucediesen en el tiempo y legaran conocimiento. Pero se optó, como siempre, por el amiguismo lo que conduce no sólo a la inexperiencia final sino peor al lento aprendizaje, y después a la inercia y el aburrimiento o a la falta de emoción y compromiso.
Si efectuamos una rápida lectura de los antecedentes de hecho podríamos exponer que primero se produjo el fin de Zubin Mehta y el finiquito del Festival del Mediterrani que dirigía con alegría y bula presupuestaria. Salía a más de 600.000 por un mes y a seis millones Maazel por temporada. Luego entró la policía y se llevó a su Intendente; más tarde se produjo la dimisión de su sucesor, Davide Livermore, por discrepancias con la Generalitat Valenciana en cuanto a planes de gestión y compatibilidades. A lo que hubo que añadir el choque con Plácido Domingo, alguien que siempre ha estado detrás de les Arts, o la salida hacia el Palau de la Música de Ramón Tébar llamado a ser el titular in pectore de la OCV pero fichado en el mercado de invierno por la competencia. Buena jugada.
Nos queda aún lo peor: el juicio por el tema de los “mecenazgos”. Va a significar levantar alfombras y escenificar un auténtico drama retransmitido en directo, un antes y un después en todos los sentidos y con la mirada exterior sobre nuestros cogotes. Así que, aún queda trecho para comenzar a navegar con brisa fresca.
Ahora se ha producido la salida de Biondi- en apenas unos días pasó de manifestar su deseo de querer renovar contrato a dar un portazo y desaparecer- y no tardará demasiado en producirse la de Abbado, el codirector musical del coliseo que ha visto las barbas de su enemigo en remojo. La relación entre los dos italianos era todo menos saludable. Estamos llegando al desenlace final. Ya falta poco, según algunos interpretan, para la catarsis colectiva, la erupción wagneriana por lo que habrá que mantenerse serenos, prudentes y pacientes. Un nuevo error puede dar un giro inesperado a nuestro estandarte cultural y eso sí supondría un cataclismo conociendo ese mercado.
Todos estos acontecimientos han desatado una imparable rumorología: desde la supuesta y hasta deseable por algunos fin de la Orquestra, a la que le falta un tercio de los músicos iniciales, hasta la reorganización absoluta en fondo y forma, su fusión con la propia Orquesta de Valencia e incluso la contratación puntual de un colectivo por programas o temporadas. Todo se esparce con alegría y facilidad e incluso se manipula. Ese es el riesgo
Entiendo que cada gobierno quiera rediseñar objetivos o añadir sus ideas, pero también que los cambios abruptos lo único que aportan es incertidumbre ya no dentro sino fuera, si no se actúa con extrema prudencia. Un coliseo de esa naturaleza no representa una pequeña sala de exposiciones o un auditorio cuyas fronteras están cercadas por un ámbito geográfico menor. No, es algo mucho más complicado, repleto de intereses, egos, agentes, divos, traición operística o glamour social y/o político que va mucho más allá de lo que se descubre sobre el escenario. Hablamos de un espacio en el que los ansiados patrocinadores no quieren verse salpicados por polémicas. Hemos gastado ya demasiado.
La Generalitat debería salir para explicar con serenidad su proyecto global y de paso cerrar heridas. El mundo de la lírica es complicado. Funciona a base de círculos concéntricos en los que unos entran con el paso del tiempo y otros con la chequera, como fue nuestro caso. Sin embargo, salir de ellos significa tener que volver a empezar. Cuanto más claros los mensajes, mejor. Al menos para blindarnos con tiempo. Los nombres artísticos o políticos pasan, las instituciones han de sobrevivir. Tenemos una responsabilidad con nuestro futuro. Nos la jugamos. Esto no es una simple producción de ópera aunque hayamos visto ya caer el telón en varias ocasiones siendo testigos directos de lo que realmente sucede entre bambalinas. Algo muy a la valenciana.