Aquí seguimos después de las fiestas navideñas, que siempre acogemos con tanta ilusión a inicios de diciembre y que se convierten en un maratón hasta el día de Reyes, al que llegamos con algunos kilos de más y, por qué no decirlo, con cierta gana de que todo acabe y ponernos las pilas de nuevo en la vuelta al trabajo y la rutina. Aunque este año se hará particularmente difícil el retorno a la realidad por como se están poniendo las cosas. Vamos a tener que armarnos de paciencia, tranquilidad y buenas maneras ante una cuesta de enero que más que empinada se está convirtiendo en una pared que, por desgracia, algunos nos podrán superar.
Y es que el coronavirus no nos deja respirar, ni aún con las banderillas puestas. La variante ómicron ha reducido el círculo de afectados por el virus. No es que conozcamos ya a algún contacto que lo ha tenido, es que, si no lo hemos pasado aún, cada vez vemos cómo se han multiplicado los infectados a nuestro alrededor. Cierto es que parece menos agresivo, pero no deja de ser peligroso para las personas más vulnerables, mayores o niños, a los que más hay que proteger.
Por eso no se entiende que esta nueva ola le haya vuelto a pillar a la consellera de Sanidad, Ana Barceló, desprevenida. Sin refuerzos en las plantillas de profesionales sanitarios, con los centros de vacunación desmantelados desde hace meses y sin un plan concreto para la vuelta al colegio, que hoy mismo empieza en la Comunitat Valenciana.
El despiporre generalizado en el Consell ya no es discutible, sino peligroso. Acudirán los menores, profesores y trabajadores de los centros educativos a las aulas sin medidas de protección Covid ni enfermeras escolares, una persona capaz de aplicar los protocolos sanitarios y ejecutarlos en cada centro. A la buena de Dios y eso que este es un Consell descreído.
¿A qué dedica el tiempo libre?, se preguntaba José Luis Perales. Y yo me cuestiono, ¿a qué lo hacen los responsables de Sanidad; el de Educación, Vicent Marzà, y el encargado de coordinarlo todo, el presidente Ximo Puig? No quiero pensar que sus respectivos futuros a partir de 2023, porque a este paso no sé cómo llegaremos al año que viene. Y lo digo a primeros de enero.
No entiendo por qué la prioridad no es la sanidad a quienes se han cargado la economía porque decían que era lo principal. Ahora no tenemos ni una cosa ni la otra. Desde luego, tantas restricciones no han conseguido mejorar los datos de incidencia respecto a otras comunidades autonómicas y sí han empeorado los económicos después de meses de cierres, medias clausuras y caos generalizado. Mascarillas para todos y encomendarnos a que la incidencia baje en las próximas semanas.
Parece obvio que así será. No porque ni esta Generalitat ni el Gobierno central haya tomado medida alguna, sino porque pasado el furor navideño las familias ya no dan de sí. Temo que los últimos esfuerzos se hayan hecho en la compra de Nochebuena y Nochevieja y que lo que quede en la hucha sea para pagar la calefacción de este mes, toda vez que la luz continúa disparada y que los impuestos y tasas suben sin medida.
Con la inflación disparada y las autoridades económicas ya pensando en medidas para frenarla (subida de tipos mediante), ya no nos queda ni el consuelo de salir a tomar el aire, no sea que esté contaminado de coronavirus. Todos en casita, en confinamiento obligado por las circunstancias. Intuyo que este es el panorama y que en las próximas semanas nos volverá a decir Pedro Sánchez que hemos vuelto a derrotar el virus.
La realidad es otra, que las familias valencianas y españolas están agarrados de manera desesperada a un piolet cual escaladores ante la que se avecina en aumento de gastos y sin ningún gobierno que mire por ellos. Mucha suerte para todos nosotros, porque la vamos a necesitar.