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el cudolet / OPINIÓN

La profecía del Banco de Valencia

19/09/2020 - 

Cada vez que pagino una noticia económica sobre una fusión de dos corporaciones me pongo en la piel de los consumidores. Se achica, se comprime, un poquito más con este gemellaggio la deseada libertad del libre mercado. Para mí no es una buena noticia por todo ese coste humano y social que priva a muchos de los trabajadores de sus puestos de trabajo, o a otros les señala sin cumplir los años, la anticipada frontera con la tercera edad tras las prejubilaciones de parte de sus plantillas. No voy a hablar de la inminente fusión en términos macroeconómicos de dos gegants bancaris con esencia valenciana. Me viene grande. Me supera. Y no soy el fontanero de Milwaukee. De ellas solo cuelga la etiqueta del logo. Ni los regios y ampulosos pilares del edificio levantado en el carrer Las Barcas, cimentado sobre los solares de un mutilado y humilde barrio de pescadores, pudo sostener el terremoto financiero generado por una mala administración de sus señoritingos.

De aquella desdicha, dejando caer a miles de accionistas y ahorradores, podíamos aplicar, resumiendo, la célebre frase de Rafa Lahuerta, no es lo mismo servir al... que servirse de él... Aquí ocurrió más de lo mismo. Las dos preferentes y consentidas libretas de ahorro del “Levante” acabaron intervenidas. Recuerdo con especial interés una de las tantas y tantas que ha habido en España en la época aznariana, tiempo cubierto por la burbuja de la leyenda del España va bien, que acabó pinchando el bueno de José Luis Rodríguez Zapatero, afectando al sector audiovisual de este país, a la que dos profesionales de la información, Pedro J. Ramírez y José María García, se opusieron radicalmente. Hablo de la fusión de Canal Satélite con Vía Digital. En aquella gigante operación de ingeniería económica, avalada finalmente por el Tribunal Supremo, el gran Jesús de Polanco consiguió el objetivo marcado de ver crecer sus ingresos bajo el beneplácito del presidente que chapurreaba la lengua de Shakespeare.  Me quedo con aquel decálogo de buenas intenciones, siempre en la defensa de los consumidores, pese a contar García y Ramírez con ocultos y preciados intereses mediáticos tras la integración de los dos medios informativos en una plataforma única de pago.

Sin despejar todavía el As de la baraja, no se sabe cuándo viajará en el túnel del tiempo el vagón del tren de la alta velocidad que une Bankia con CaixaBank, parece que la estación principal, aunque temo será provisional, se quedará a orillas del Mediterráneo, a caballo entre las ciudades de Madrid y Barcelona. Vago recuerdo que trae a la memoria la pugna por ella, como cuando el Real Madrid y el FC Barcelona se colaban en una final del emérito Rey, que hoy se encuentra surcando los mares de algún océano, oficializando en el Poble de Mestalla, un sábado cercano en el calendario a San Juan, y señalando a València como piedra angular de la Santa Sede del fútbol. ¡Ojo al dato! como se empecine el chico de Galapar con alguna propuesta de ley en retirar del palmarés los títulos cosechados por los equipos de campeones de copa, durante el periplo del reinado del exiliado monarca, los valencianistas vamos apañados. Me puedo esperar cualquier propuesta de la bancada morada. Todo este acontecimiento financiero, no planetario, produce mucha desazón. Duele y enerva. Y hasta es satisfactorio por otro lado, el poder recriminar a algún colega que otro que en València se ha dejado perder mucho. Amigo parapetado en el arroz de bogavante -ahora son tiempos de cangrejo azul, y si no que se lo pregunten a los chinos- que al mismo tiempo no deja de pisar el acelerador conduciendo una tartana de gasoil.

Estamos pedaleando con visibilidad sobre la escena global, pero cada vez más vaciados de contenido local.  Nos ahoga mucho la estética. Y como me place tirar de hemeroteca, gracias a la sabia oportunidad que brinda la ofrenda a la lectura, no puedo afirmar si la profecía anunciada por un enaltecido señor Antonio Noguera, en su particular crida, se llegará a cumplir. En la inauguración de la sede central del Banco de Valencia, un 24 de julio de 1942, edificio vertical e indultado, de cierta apariencia a un monumento fallero, cadafal levantado con base, cuerpo central y remate de bella policromía, su máximo mandatario, desde el pulpito, hizo vibrar a las masas con este alegato en referencia al Banco de Valencia: Ojalá llegue a ser el faro del levante español cuyas luces se descubran desde Madrid, como testimonio de nuestros fervosos anhelos de que su puerto natural sea el de Valencia. Personalmente me tiene más en vilo la profecía del Cuarto Milenio que la futura salida de Leo Messi del F.C Barcelona. Por el momento, CaixaBank, por tan solo un euro embarcó, tocado y hundido, el faro de Levante. ¡Hagan juego señores!

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